Festival de Cine de Lima: Entrevista a Gabriel Ripstein

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En el marco del 19 Festival de Cine de Lima, tuve una interesantísima conversación con Gabriel Ripstein, director mexicano que competía en la sección oficial de ficción con la película 600 Millas.

Una versión resumida de esta entrevista fue publicada en la edición número 8 de la Revista Vértigo del Centro Cultural PUCP. A continuación les presento la entrevista completa.

Gabriel Ripstein (derecha) y yo (izquierda.)

¿Cómo surge la oportunidad de hacer 600 millas?

Empiezo a desarrollar esta película hace varios años. Había un par de temas que me interesaba explorar. Yo vivía en Estados Unidos en el momento en que comienzo a pensar en esta historia y me parecía interesante hablar de la relación entre México y Estados Unidos. Pero no a través de un tema recurrente en el cine, que era el narcotráfico, y la inmigración ilegal. Hay muchas películas que hablan de eso y lo hacen muy bien. Para mí había un componente de la relación que no había sido explorada, que era el tráfico de armas, el flujo de armas de Estados Unidos a México. En años recientes había incrementado muchísimo por el crecimiento de estos enfrentamientos armados entre organizaciones criminales Mexicanas en ciertas zonas del país.

Eso por un lado, y por otro, existe un operativo puesto por la ATF, la Agencia de Tabaco, Alcohol y Armas estadounidense. Ponen en marcha un operativo llamado Rápido y Furioso con intención de permitir el flujo de armas de Estados Unidos y México para poder rastrearlas y saber los números de serie para descubrir un vínculo entre traficantes de armas y traficantes de drogas. Una cosa bastante estúpida y fallida. Entonces se pierden muchísimas armas en México sin ninguna consecuencia desde el lado Estadounidense. Pero en México esas armas causan miles de muertes.

Finalmente, también me interesaba hablar de dos personajes muy diferentes el uno del otro, y la improbable relación que se genera entre ellos. Entonces con todo ese caldo de cultivo, al cual le estoy dando vueltas y vueltas, voy encontrando esta historia de dos hombres muy distintos que se ven obligados a interactuar. Ese es un poco el proceso, las grandes ideas que me provocan a llegar a esta película.
¿Cómo fue dirigir una película hablada en dos idiomas?

Me siento bastante cómodo en los idiomas, y hasta en las dos culturas, de cierta manera. No me implicó mayor reto, la verdad. La película es una visión imparcial, muy objetiva, de lo que es el lado Estadounidense y el lado Mexicano. Trato de ser muy responsable, ya que el tema del tráfico de armamento es muy complejo.
¿Cómo fue el proceso de casting de la película?

En términos de los protagonistas, Tim es evidentemente un actor con una trayectoria impresionante, ha trabajado con cineastas gigantes, como Haneke, Tarantino, Woody Allen, en fin, la lista es larga. En el caso del actor Mexicano, se llama Kristyan Ferrer, a pesar de ser joven, lleva una trayectoria larga también, es experimentado. Empezó muy, muy pequeñito a actuar. No fue una decisión consciente, mezclar a un actor famoso con otros que no lo son tanto, pero igual son dos actores con un rango enorme, con un talento enorme.

Lo que sí fue consciente fue hacer que muchos de los personajes secundarios no sean actores. En la película aparecen muchos vendedores de armas, por ejemplo, pues son vendedores de armas. Nos fuimos a filmar a las tiendas de armas, y pues no había mejor actores que los señores que vendían las armas. Los usé para que fuera una visión lo más realista posible de esas transacciones tan escalofriantes para mí.
Al momento de filmar, ¿te ceñiste de manera estricta al guión; o dejaste espacio para la improvisación?

Yo no ensayo. Hicimos una lectura muy básica, pero cuando tienes actores de ese calibre y con ese talento, entienden muy bien el tono y la intención, lo cual de entrada ya es una ventaja. No era una biblia, el guión, que había que seguir al pie de la letra. El chiste era encontrar la mayor posibilidad de realismo y de comodidad. La película está filmada en planos secuencia, entonces muchas veces se acomodaba el guión a la locación, al tempo de la escena. Había ciertas cosas básicas que había que tocar, pero había libertad. Ese es el privilegio de trabajar con actores inteligentes.
¿Qué estética buscaste plasmar en la película?

Todo venía del tema. Al hablar de un tema complejo, yo me quise aproximar a él con el mayor grado de responsabilidad y seriedad posible. El fondo dictamina la forma. Le di una aproximación muy, muy realista. Eliminar la estilización, alejarme de los clichés, la cámara siempre está cerca de los personajes. Para esa búsqueda de realidad, eran necesarios para mí los planos secuencia, evitar cortes. Los cortes de alguna manera te pueden alejar de la búsqueda de una realismo. Había casi una intención pseudo-documental, de ahí que te hablo de actores que no son actores. Las locaciones son reales, no hay una construcción o un diseño que busque recrear ese estar.

El fotógrafo con el que yo trabajo es un Belga que se llama Alain Marcoen, que hace las películas de los Hermanos Dardenne. Yo estoy inspirado en el cine de ellos, que está muy influenciado del documental, hay una visión muy precisa dentro de sus planos secuencias. Entonces yo busqué a ese fotógrafo y tuve suerte de poder trabajar con él. En cada decisión que vez en la película hay esa intención. El diseño de vestuario, el diseño de arte, todo.
Dices que no ensayaste mucho, ¿pero el aspecto visual estaba planeado?

No hice storyboards, pero en el scouting iba uno empezando a trazar estos planos. Por ejemplo, la película abre con un jovencito entrando a una tienda de armas grande, y efectivamente cuando fuimos a hacer el scouting técnico yo tenía una idea de cuál era el recorrido. Y en función de eso, se van sentando una bases, pero con mucha adaptabilidad, ya que estás ahí. Empiezas a filmar y te das cuenta que el personaje no puede caminar por ahí, puede caminar por allá, porque es más interesante. No es un diseño tan inflexible, es más encontrar, con los actores, cómo se van armando las piezas.
¿Por qué decidiste, aparte de ser el director, editar esta película?

Mucho tiene que ver con el que sean planos secuencia. El proceso editorial es más radical. No te cubres. Cuando haces un plano secuencia, no hay otros emplazamientos ni close-ups ni establishingsque muchas otras películas usan en su lenguaje. En este caso, las decisiones editoriales son “esta secuencia no sirve”, porque no puedes usar la mitad, es todo o nada. Es ahí donde, para mí, era obligado estar involucrado en el proceso editorial. Como todo el mundo dice, las películas se hacen tres veces: una es la versión que se escribe, otra la que se filma, y otra la que se edita. Esto fue muy real aquí. Viendo hacia atrás el guión, versus lo que se filmó, y versus lo que se editó, hay muchísimas diferencias. Entonces era obligado estar muy de cerca en el proceso editorial.

Yo trabajé con un editor pero en este caso era fundamental estar tomando esas decisiones que tenían un efecto muy determinante sobre cómo se cuenta esta historia. Como cualquier proceso, o como los clichés de hacer películas, tienes que matar a tus bebés. Escenas que me encantaban, que fueron complicadísimas de filmar, al final no entraban en la película y las tuve que dejar. Fue ir encontrando en ese proceso editorial la esencia y ser cada vez más riguroso.

Yo trabajo muy de cerca con Michel Franco, el productor de la película. Y luego yo produje la película de él, entonces ahí los dos nos medimos mucho, todo el tiempo estamos tratando de cuestionarnos el uno al otro, para para ser estrictos de una forma. Si hay una escena más que nos gusta pero que no está avanzando la historia o que no está al nivel de las otras, pues se tiene que ir. Es mucho buscar la objetividad y ser un poco cruel con uno mismo, en ese sentido. Hubo muchas escenas eliminadas, mucho material que cuando veías la película ensamblada y empezaba a correr, decías “uy, aquí se está cayendo.” Hay que ser muy práctico. ¿En el conjunto de la película, esto sirve o no sirve?

Veo hacia atrás y creo que la mejor prueba de que tomaste la decisión correcta editorialmente es cuando ya no te acuerdas de las escenas. Entonces no eran necesarias. O quizás el proceso es que uno se auto-convence y dice que uno era necesaria para no sufrir en las noches. [Risas.] Pero hay rigor en el proceso editorial, por eso estuve tan de cerca.

En una película Chronic que hicimos junto con Michel, él estuvo de editor también, y yo estuve junto con él ayudándolo.
Me imagino que por todo esto fue un proceso diferente el editar esta película, en comparación a otras.

Uno se pone la soga al cuello solo cuando hace planos secuencia. No hay manera de hacer trucos editoriales. Hay muchas escenas muy estáticas. Tienes a un tipo lavando los platos en la cocina, y mi apuesta, aún no sé si la logré o no, era que justamente esa estaticidad y esa aparente cotidianidad iban a hacer el motor dramático de la escena. Es un poco escalofriante porque en el momento no sabes bien, no te estás cubriendo, nada. La escena funciona o no funciona. Pero mis apuestas eran, desde el guión, poder entender cuáles eran los recursos de tensión dramática; en este caso, la tensión dramática es la nada, el que no pase nada. O que pase algo tan cotidiano como un hombre lavando platos.

El ritmo es marcado claramente por los actores. E insisto, tuve la fortuna de trabajar con actores que entendían esto. Porque que un actor te de un plano secuencia, muchas veces no saben o no pueden. Dependen mucho de la red de seguridad que son los cortes. Mis actores tenían unos huevos enormes de decir “¿no vas a cortar, no vas a…? Ah bueno, pues nada, vamos, vamos” y aguantaban. Creo que sólo hubo una secuencia que tuve que cortar, donde los dos están en una camioneta teniendo una larga conversación sobre beisbol. Ahí sí es el único momento donde tengo un plano del jovencito manejando y un plano de Tim Roth atrás. Fuera de eso, era “a ver, defiéndanse”. Era muy divertido verlos a trabajar a estos hombres, la verdad.
¿Ya tienes un proyecto para futuro?

Tengo un par de ideas. Tengo que sentarme a escribir. Ha sido muy afortunado este año que con 600 Millas he podido ir a varios festivales, es un privilegio. Pero también tengo la ansiedad de sentarme y escribir, no soy tan disciplinado. Sí tengo una idea en particular que ya me urge sacar de mi cabeza y poner en papel. De alguna manera, las obsesiones de uno son las obsesiones, y lo encuentran a uno. Habrá similitudes en ciertos aspectos en la siguiente idea que tengo, pero es muy distinta. Hay un tono que se repetirá. Dicho eso, también escribo guiones para otros directores, y he escrito comedia y acción y etc., etc. Tengo un rango relativamente amplio de lo que puedo hacer. Quizás como director no tan amplio, pero no descarto hacer una comedia, de repente.
¿Prefieres dirigir tus propios guiones?

No es dogmático. Si alguien llegara con un guión que me tocara en las fibras de una manera obsesiva y que yo no lo pueda sacar de mi cabeza, pues yo feliz de la vida. Por ejemplo, tanto este guión 600 Millas como Chronic, que son películas de alguna manera hermanadas, Michel Franco y yo trabajamos de una manera muy cercana desde el guión. Él estuvo muy involucrado en 600 Millas, y yo estuve muy involucrado en Chronic. Tener una pareja creativa ayuda mucho, no te sientes tan solo en el proceso.
¿Cómo fue el proceso de participación en el Festival?

Tuve la fortuna de que la película haya sido invitada. Estoy encantado, qué te puedo decir, sobre todo viendo la selección de películas en competencia. Mi película está siendo colocada dentro de una lista de películas y directores que admiro muchísimo, Jayro Bustamante, Pablo Larraín, y muchos, muchos más, cineastas que considero como los más talentosos de América Latina, si no es que del mundo. El hecho de formar parte de esa lista es un orgullo y aquí hay un nivel excelente de la programación, el profesionalismo con el que se lleva a cabo este festival. Entonces estoy encantado de estar aquí.
¿Habías venido antes a Perú?

No. Estoy fascinado, por mil razones, pero sobre todo la comida. Yo no sé en qué momento se volvió la gastronomía más sorprendente del mundo, un nivel increíble. Pero no he salido mucho, lamentablemente. Llegué el jueves en la noche para la inauguración, en donde hacían un homenaje a mi padre [Arturo Ripstein] que fue un enorme gusto poder estar ahí con él. Y más allá de eso, he estado comiendo [Risas]. Y hablando con algunas personas. No está mal, eh [Risas]. Si uno pudiera pasar la vida haciendo eso no sería una mala existencia.

Pero es un gran lugar, me encantaría poder ir a Cusco y conocer todos estos lugares, pero será en otra ocasión.

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