La Deuda (Oliver’s Deal)

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La Deuda (Oliver’s Deal) nos cuenta tres historias en paralelo—dos de ellas están directamente relacionadas y llegaron a captar toda mi atención, y la última, a pesar de estar bien actuada, no terminó de convencerme. Es por ello que podría concluir, quizás apresuradamente, que La Deuda es una película decepcionante, pero no me atrevo a decir que ese es el caso. De hecho, la cinta logra juntar las tres historias de manera tan orgánica e interesante durante sus últimos minutos de metraje, que muchas de sus deficiencias pueden ser perdonadas. La Deuda es imperfecta, pero también es ambiciosa e inteligente.

Stephen Dorff interpreta a Oliver Campbell (lo cual explica el título en inglés del filme), un empresario que trabaja para Nathan (David Strathairn), realizando tratos de tierras en países ajenos a los Estados Unidos. Su más reciente proyecto involucra a unas tierras situadas en la sierra peruana, y a un empresario millonario llamado Caravedo (Carlos Bardem), quien las necesita para poder hacer crecer sus negocios. Sin embargo, nuestro personaje tiene un problema: hay un granjero llamado Florentino Gamarra (Amiel Cayo) que se niega a vender sus tierras, lo cual no le permite a Oliver terminar el trato.

Por otra parte, también seguimos al mismísimo Florentino pero, más importante, a su hijo Diego (Marco Antonio Ramirez), quien trabaja cuidando a las ovejas de la casa y a una llama llamada Choclo. Es precisamente buscando a este último animal que Diego sufre una herida y tiene que ser llevado de emergencia a una posta médica. Florentino tiene que encontrar la manera de ayuda a su hijo, pero tomar una decisión para salvar su pierna podría traer consecuencias inesperadas.

Por último, está la historia de María Ruiz (Elsa Olivero), una enfermera que trabaja en un hospital en Lima. Su madre está muy enferma, pero el doctor para el que trabaja (Lucho Cáceres) se niega a operarla, ya que no considera que su condición sea lo suficientemente grave. Sin embargo, María logra descubrir un secreto del que el doctor no quiere que nadie se entere, por lo que las posibilidades de que operen a su madre crecerán. Inesperadamente, esta última situación afectará las vidas tanto de Oliver como de Florentino y Diego.

Las historias de Oliver, Florentino y Diego son las más importantes, y son también las que están mejor realizadas. Es muy fácil identificarse con Florentino—es un hombre que trabaja duro, que quiere a su hijo (por muy estricto que sea con él), y que se niega a vender sus tierras porque representan todo por lo que ha trabajado. Por otra parte, la película presenta a Oliver de manera bastante más fría (especialmente debido a algunas acciones cuestionables que realiza hacia el final de la historia), pero lo desarrollan lo suficiente (tiene un mejor amigo, interpretado por Alberto Ammann, una esposa y una bebé) como para que no se transforme en un estereotipo. Oliver es alguien que haría lo que sea por terminar un negocio y que, a pesar de tener buenas intenciones, no siempre piensa en las consecuencias de sus acciones.

Lamentablemente, es la historia de María la que me interesó menos. No sólo porque avanza de manera independiente a las otras dos, si no también porque es la que recibe menos atención por parte del director/guionista, Barney Elliot. Simplemente no hay suficientes escenas como para que nos preocupemos por la situación de María y de su madre; las acciones desesperadas de la primera son comprensibles y presentadas de manera verosímil, pero como el guión no llega a desarrollar mucho a la madre, ninguno de estos momentos logra crear una reacción emocional fuerte en el espectador. Es recién durante el clímax de la cinta que vemos exactamente porqué Elliot decidió incluir esta historia en particular.

De los tres protagonistas (o cuatro, considerando que tanto Florentino y Diego podrían ser considerados como tales), el mejor definitivamente es Marco Antonio Ramírez, a pesar de ser el más joven. Es muy fácil identificarse con su Diego; es un niño pobre, inocente, amado por un padre estricto que no tiene miedo de pegarle cuando se porta mal, y carente de madre (se menciona en una línea de diálogo que Florentino fue abandonado por su esposa tiempo atrás). El personaje de Diego está escrito de manera realista por Elliot, y Ramírez lo interpreta sutilmente, sin manierismos desesperantes ni exageraciones.

Ahora bien, eso no quiere decir que el resto de actuaciones protagónicas sean malas. De hecho, el mismo Florentino está muy bien interpretado por Amiel Cayo, quien le otorga cierta dureza, pero también mucha emotividad al personaje. Hay una escena en particular, durante el tercer acto de la película, en la que el personaje tiene que tomar una decisión muy difícil, donde la actuación de Amiel logra transmitir una gran variedad de emociones fuertes: ira, tristeza, frustración. Por otro lado, Stephen Dorff no está del todo mal como Oliver; exagera un poco en las escenas más emotivas (como una discusión que tiene en el interior de un carro con su mejor amigo), pero en general hace un buen trabajo. Lucho Cáceres, David Strathairn, Alberto Ammann y Carlos Bardem tienen papeles menores pero importantes, y diversos actores locales, como Javier Valdez, Alfonso Santistevan (hablando un impecable inglés) y Magdyel Ugaz tienen cameos memorables.

A nivel técnico, La Deuda es un filme correcto. La dirección de fotografía es impresionante en las escenas que se desarrollan en la sierra, resaltando los celestes del cielo y el verde de los campos, y es más fría en las escenas que se desarrollan en la ciudad (tanto Lima como Nueva York), llevando la imagen más hacia los azules y los grises. Dicho contraste sirve para enfatizar tanto las diferencias en las vidas de nuestros protagonistas, como la belleza de la sierra peruana. La música es usada infrecuentemente, pero sirve para resaltar los momentos más emotivos.

La Deuda fue, claramente, una película difícil de filmar. Tener una historia que se desarrolla el lugares tan diferentes como lo son Lima, Huaraz y Nueva York siempre va a ser compleja de llevar a la pantalla, por lo que debo aplaudir la ambición del guión de Barney Elliot. Por otra parte, entiendo, hasta cierto punto, el que el filme deba llamarse Oliver’s Deal en otros países—Stephen Dorff es el actor más conocido en la película, por lo que usar su imagen (y su personaje) para venderla tiene todo el sentido del mundo, pero un título como La Deuda le hace mucha más justicia tanto a la historia como a sus protagonistas. Después de todo, podría argumentarse que Oliver no es, necesariamente, el personaje más importante en la cinta—es con Florentino y Diego que, finalmente, nos identificamos, a pesar de que muchas de las escenas que desarrollan el conflicto principal son protagonizadas por Dorff.

La Deuda es una película ambiciosa e interesante. El hecho de que nos presente tres historias diferentes (una de las cuales es inferior al resto) la vuelve un poco irregular, y el primer tercio de metraje, al presentar varias escenas cortas consecutivamente, se me hizo algo denso y confuso, pero esto no es suficiente para convertirla en un mal producto. El clímax de la trama es particularmente impactante, y las actuaciones están muy bien logradas. Es realmente una pena que la película haya durado solamente una semana en la cartelera local—después de todo, no es todos los días que disfrutamos una coproducción entre Perú, España y los Estados Unidos, en la que vemos a tantos actores de dichos países haciendo un buen trabajo. Si tienen la oportunidad de ver La Deuda de otra manera, háganlo.

Avance oficial:

75%
Puntuación
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