Sebastián: una decepción total

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Fui a ver Sebastián sin saber qué esperar; no estaba familiarizado con el trabajo de su director y coguionista, Carlos Ciurlizza (este es su primera largometraje, pero ha dirigido y protagonizado varios cortometrajes en el pasado), y no había escuchado muchos comentarios sobre el filme. De hecho, quise verlo durante su primera semana de estreno, pero por temas de trabajo me fue imposible, por lo que terminé viéndolo en la única función que le quedaba (11:20 pm en Cinemark del Jockey Plaza) durante su segunda semana.

Aparentemente a la cinta no la ido muy bien en la taquilla, y habiéndola visto, no es difícil darse cuenta por qué. No solo está el hecho de que no ha sido promocionada en lo absoluto, lo cual definitivamente no ayudó—también está el hecho de que Sebastián es, simplemente, una mala película. Carente de estilo, dirigida de manera muy amateur, con un guión flojísimo y una actuación principal paupérrima, la película es una de mis más grandes decepciones del año—no porque esperaba ver una obra maestra, si no porque, dado el tema tan relevante que maneja, es realmente un desperdicio el que no sea una mejor producción. Una historia de este tipo, tan personal y emotiva, merecía ser contada de mejor manera.

Carlos Ciurlizza interpreta a Sebastián, un chef peruano que vive en Los Ángeles. Una mañana recibe una llamada que cambiará su vida—su madre, quien vive en un pequeño pueblo en Chiclayo, ha sufrido un derrame cerebral y está internada en el hospital. Desesperado, Sebastián regresa a su pueblo natal, en donde comenzará a cuidar a su madre, y se encontrará con un viejo amor, Lucía (Katerina D’Onofrio), quien trabaja como enfermera. Pero lo que ni el pueblo (ni el público, hasta este momento) sabe es que Carlos es gay, lo cual se hace muy evidente cuando su esposo, Josh Cooper (Burt Grinstead) llega de sorpresa al pueblo. Es aquí cuando la pareja comienza a ser discriminada y atacada por todas partes, lo que causará un fuerte conflicto interno en Sebastián.

Sebastián se toma su tiempo, de eso no hay duda; me refiero tanto a la película, como al personaje. A la película, porque los primeros veinte o treinta minutos de metraje sirven solo para establecer a los personajes y las relaciones entre ellos; el conflicto principal recién comienza con la llega de Josh al pueblo. Y me refiero al personaje, porque se trata de un hombre lánguido, lento, pausado, sin carisma, el tipo de persona al que es muy difícil comprender porque no muestra emociones, o porque reacciona a eventos terribles o preocupantes con la emotividad de un mesa de madera.

Quizás esto último estaba presente en el guión, y fue desarrollado así a propósito por Ciurlizza. Sin embargo, no puedo evitar mencionar que el poco talento actoral con el que cuenta el director de la película definitivamente no ayuda. En pocas palabras, su actuación es terrible. Su rostro no muestra emoción alguna; sus ojos no nos dicen nada sobre los conflictos internos por los que está pasando, o los sentimientos que (supuestamente) siente por Josh o, momentáneamente, por Lucía. Sus reacciones son dignas de un droide de Star Wars (de hecho, C-3PO es mucho más carismático) y en general no es creíble en lo absoluto durante las escenas más dramáticas. Entiendo que se trata de una historia muy personal para Ciurlizza, pero alguien debió decirle que su cinta se vería beneficiada por una actuación principal más… profesional.

Lo peor es que su interpretación sufre también porque Ciurlizza se ha rodeado de actores profesionales, competentes, con formación. Katerina D’Onofrio es muy buena como Lucía, no porque el personaje esté particularmente bien escrito, si no porque ella es una gran actriz, alguien que supo darle algo de dimensión, algo de energía. El personaje desaparece poco a poco durante el tercer acto, pero D’Onofrio es suficientemente intensa y creíble durante sus escenas más importantes; después de verla actuar tan bien en un filme tan malo, mi respeto por ella ha crecido a sobremanera.

Burt Grinstead es carismático y emotivo, tanto así que jamás terminé de entender por qué alguien como Josh se enamoraría de alguien tan aburrido y carente de personalidad como Sebastián. Francisco Cabrera es memorable a pesar de tener un personaje completamente estereotípico; Haydeé Cáceres sobreactúa de lo lindo (lo cual es entendible, considerando que interpreta a un cliché andante: la vieja chismosa) y Eva Ayllón (¡!), en su debut actoral, no causa mayor impresión. Brando Gallesi interpreta a Nicolás, el hijo de Lucía, y me pareció excelente, no porque el personaje esté bien caracterizado (se nota que es un niño escrito por alguien que no tiene la menor idea de cómo hablan los niños) si no porque el chico desborda carisma y talento. Sabes que estás en aprietos cuando el niño de diez años trabaja mejor que el actor principal.

A nivel técnico, la película es casi impresentable. Cada vez que pienso que ya estamos a punto de llegar a un estándar de calidad técnica en el cine peruano, aparece un filme como Sebastián, el cual haría llorar a cualquier jefe de práctica o profesor de cualquier facultad de comunicaciones en el país. La película presenta todo tipo de errores técnicos: planos fuera de foco, planos chuecos (para algo está le brújula en el trípode, señores) movimientos de cámara inseguros, una dirección de fotografía horrible (las escenas nocturnas son casi imposibles de descifrar; los personajes son o manchas negras en la pantalla, o son parte de una imagen ridículamente granulada) y escenas mal planificadas.

De hecho, se me viene una escena en particular a la mente, la cual ejemplifica de manera casi perfecta la mayoría de errores técnicos de la cinta.

Sebastián está visitando a su madre en el hospital. Tenemos un plano lateral, en el que vemos a la madre echada en la cama hacia la derecha, y Sebastián parado, mirándola, a la izquierda. Hasta ahí todo bien. Pero de pronto entra un tercer personaje por la puerta (que está al fondo del plano) y se para muy la izquierda, por lo que el camarógrafo corrige (torpemente). Se vuelve a mover, corrige otra vez. Sebastián se sienta o se para, corrige de nuevo. Y así varias veces. (Y sucede en otras escenas. En pocas palabras, tuve que aguantarme la risa mientras veía esto. Se notaba que la escena no fue bien coreografeada o planificada, o que fue filmada en una sola toma; solo con decirle al actor que debía pararse más a la derecha, la mayoría de problemas hubiesen sido solucionados. A estas alturas del partido, estos errores de principiante son imperdonables en una película destinada a ser exhibida en los cines.

Pero lo que me verdaderamente me da pena es que un filme de esta temática haya resultado ser tan mal. La premisa no es mala; el problema está en la ejecución. Entiendo lo que Ciurlizza ha tratado de hacer; simplemente no supo como hacerlo. Las escenas en las que el pueblo discrimina a Sebastián y Josh, mirándolos feo, o alejándose de ellos cuando quieren ir a comprar un sánguche, son súper exageradas. ¡Solo faltaba que les tirasen tomates podridos o piedras! Algo más de sutileza, un tratamiento más maduro y realista de un tipo de discriminación que lamentablemente todavía se lleva a cabo en este país, hubiese resultado en un filme más verosímil, más relevante.

Lamentablemente, no puedo recomendar Sebastián, a menos que quieran reírse un poco con un drama fallido que, por momentos, es involuntariamente gracioso. La cinta maneja un nivel técnico inferior a lo que uno usualmente ve en trabajos universitarios (aunque, para variar, el sonido no es malo; de hecho, la banda sonora de Guillermo Bordarampé es lo mejor que tiene la película para ofrecer), la actuación principal es terrible, y el tema principal de la historia es tratado de manera demasiado amplia y superficial (y ni mencionar que el filme nos hace ver a los peruanos como trogloditas atrasados, en comparación a los Estados Unidos). Con suerte, la siguiente producción nacional en tratar temas de identidad sexual o discriminación será superior a lo que Ciurlizza logró hacer (y no hacer) con Sebastián.

Avance oficial:

38%
Puntuación
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