Maligno

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A diferencia de la mayoría de críticos de cine, yo no estudié periodismo o escritura creativa (algunos dirían, “se nota”). Soy comunicador audiovisual, y aparte de escribir sobre cine, trabajo como asistente de dirección en una productora. Es decir, soy crítico y realizador, razón por la cual conozco a varias personas en el medio, personas que trabajan tanto en la publicidad como en el cine.

Es por ello que conozco a algunas de las personas involucradas en la realización de Maligno, y que me apena mucho admitir que no disfruté nada de la película. Nadie dice que un crítico no puede ser amigo de un realizador (o en mi caso, que tampoco pueda ser un realizador). Una crítica de este tipo no debe ser tomada personalmente; es mi trabajo ver cine y comentarlo, no porque me encante destruirlo, si no porque siempre me ha gustado escribir sobre películas, analizarlas, dar mi opinión, y de ser posible, expresar todo lo positivo que encuentro en ellas.

Pero en este caso, no hay mucho elogio que pueda dar. Maligno es una oportunidad desperdiciada, una cinta de terror que no logra desarrollar una buena atmósfera, causar tensión, o siquiera asustar con situaciones de terror sobrenatural. Al igual que No Estamos Solos, película de terror nacional que se estrenó el febrero pasado, se trata de una pastiche que combina diferentes cintas norteamericanas (La Noche del Demonio es la que más se me viene a la mente) para crear un producto final técnicamente correcto pero narrativamente inerte.

Maligno nos cuenta una historia de terror que echa mano de un mito popular y siniestro de la Amazonía, el del Maligno, también conocido como Gran Tunche Negro o Tunche Malo, un elemento folclórico de la selva que ha aparecido en otras cintas del llamado cine regional, como El Tunche de Nilo Inga.

Es este espíritu maligno el que es liberado dentro de un hospital, poseyendo a la joven Luciana (Fiorella Pennano). Su madre, Sofía (Sofía Rocha) será la encargada de enfrentarse al ente y salvarla. Gonzalo Molina al escéptico director del hospital; Gino Pesaressi interpreta a Andrés, el novio de Luciana; Fernando Bacilio es un chamán que ha esperado treinta años para enfrentarse al espíritu, y el pequeño Marcelo Ingunza es Iván, un vulnerable paciente en el hospital.

El principal objetivo de una película de terror es obvio: dar miedo. Y si la medimos únicamente bajo ese criterio, lamentablemente Maligno sale jalada. Solo salté una vez durante la cinta, y fue porque me sorprendieron con un ruido fuerte. Y ese es precisamente uno de los problemas más grandes de la película. En vez de tratar de desarrollar una atmósfera palpable de pavor y tensión inaguantable, Maligno se contenta con insertar música estridente en casi todas las escenas, y hacernos saltar en nuestros asientos con jump scares y ruidos fuertes. Eso no es terror—podría conseguir la misma reacción de cualquier persona si es que me escondo detrás de una puerta y salto de la nada frente a ella.

Mucho se ha dicho sobre el hecho de que la película fue filmada en Iquitos—tanto así que el avant premiere oficial se llevó a cabo en dicha ciudad—pero si los productores no lo mencionaban, nadie se hubiese dado cuenta. La mayor parte del filme se desarrolla en interiores—dentro de la casa de Luciana y su mamá, y dentro del hospital—por lo que se hubiese podido filmar en cualquier otra parte y no hacía diferencia. Lo locación no es aprovechada en lo absoluto; uno nunca llega a sentir que conoce bien la geografía del hospital, cosa que le hubiese podido agregar algo más de tensión a algunas escenas.

Tampoco ayuda el que varios personajes actúen de manera ilógica—entran a habitaciones oscuras sin prender la luz, o comienzan a investigar en lugares donde claramente está sucediendo algo raro. Incluso después de que comienzan a pasar cosas extrañas, a nadie se le ocurre llamar a la policía o tratar de salir del hospital, y personajes como el de Vilma (Sylvia Majo), una enfermera, prefieren hablar crípticamente y quedar como locos, en vez de comunicarse como un ser humano normal, solo porque el guión así lo requiere. Fui a ver la cinta con mi primo, que es médico, y le llamó mucho la atención el que ningún paciente (aparte de Andrés) entre al hospital durante la guardia de Sofía.

Al igual que muchas cintas peruanas, las mayores falencias de Maligno están en el guión, mas no en las actuaciones. Fiorella Pennano es convincente como una joven que no se lleva bien con su madre, pero que sin embargo la quiere—simplemente está molesta porque trabaja mucho, porque casi nunca la ve. Es un personaje totalmente estereotipado con el que Pennano hace lo que puede.

No obstante, tuve un gran problema con su rol: su sexualización. Pennano me parece una muy buen actriz—la he visto en producciones de todo tipo, desde grandes obras de teatro como Stop Kiss a películas divertidas como Como en el Cine o incluso obras de microteatro, y siempre ha logrado hacer un buen trabajo. Pero en Maligno sus talentos son completamente desperdiciados en un rol que la obliga a estar con prendas enanas y descalza la mayor parte del tiempo—de hecho, hay un plano en particular, en el que está echada en la cama, usando solo un polito y un calzón, que muestra más su trasero que cualquier otra parte de su anatomía. Es un plano totalmente gratuito e innecesario. Es el año 2016—creo que ya deberíamos haber dejado atrás este tipo de explotación de personajes femeninos hace rato.

Como su madre, la gran Sofía Rocha es adecuada—realmente sentimos que se preocupa por su hija. Gino Pesaressi estuvo sorprendente bien en un papel que, siendo honestos, no requiere de grandes talentos. Sin embargo, y a pesar de ser un personaje de la farándula y no un actor profesional, su presencia no me molestó en lo absoluto. Y Fernando Bacilio está desperdiciado en un papel que lo obliga a usar una ridícula máscara que me recordaba a la de Aku Aku en los juegos de Crash Bandicoot—cada vez que se la ponía, la mitad del cine se reía a carcajadas.

A nivel técnico, la película cumple, pero eso era de esperarse—hasta ahora, toda cinta de AV Films se ha preocupado mucho por mantener un alto nivel audiovisual. La dirección de fotografía es suficientemente lúgubre y desaturada (aunque por momentos me parecía muy oscura) y el sonido directo, aspecto que falla muchas veces en producciones nacionales, está muy bien. La música es estridente y exagerada (Maligno realmente hace que valoremos los filmes que aprovechan bien los momentos de silencio) y el diseño de sonido es irregular—hay momentos que funcionan gracias a los sonidos que hacen los personajes poseídos, por ejemplo, o al silbido del Maligno, pero otras en donde uno esperaba que ayude más a desarrollar una sensación de terror o tensión.

Realmente me sentí decepcionado por Maligno—quería que me guste a pesar de que no disfruté mucho de sus trailers, pero a final de cuentas, terminó siendo una cinta de terror más del montón, una producción que prefiere copiar lo que se hace afuera (el clímax de la historia es muy parecido al de La Noche del Demonio) o presentar momentos de “terror” genéricos o mal desarrollados en vez de crear algo original, algo verdaderamente aterrador.

Muchos podrán creer que soy un crítico snob, que soy muy exigente o que soy un aguafiestas, pero el resto del público con el que vi la película no parecía estar disfrutando mucho más del filme. De hecho, es la primera vez que voy a ver una película de terror al cine y la gente se ríe o hace comentarios sarcásticos. Entre la falta de sustos y la descarada sexualización de uno de sus personajes femeninos, Maligno terminó aburriéndome—y ese es un pecado que ninguna película de terror debería cometer.

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