Sully: Hazaña en el Hudson

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Sully representa una gran mejora en relación a la película anterior de Clint Eastwood, la decepcionante El francotirador. Intensa por momentos, impecablemente actuada y en general satisfactoria, se trata de un drama verosímil y tenso, una de esas pocas películas “basadas en una historia real” que no se siente como una fabricación total. Sully es corta y dulce, una cinta que va directo al grano y sin muchos rodeos.

El filme está basado en una de las historias más impactantes del 2009 —el acuatizaje de un avión de pasajeros de US Airways en el Río Hudson. El piloto del avión, Chesley Sullenberger, quien se encargó de realizar dicho milagro, es interpretado por el inigualable Tom Hanks, mientras que Aaron Eckhart hace de su copiloto, Jeff Skiles.

La cinta está estructurada de manera no lineal, comenzando en el “presente” durante el proceso de investigación del incidente, y presentándonos, poco a poco, los detalles de dicho evento (así como un par de momentos importantes del pasado de Sully) vía flashbacks. Hubiese preferido una narrativa lineal; no es que la película resulte confusa ni mucho menos, pero tampoco siento que dicha decisión contribuya demasiado a la calidad del producto final. Una estructura más tradicional de guión hubiese resultado en una película igual de satisfactoria, y hasta más fácil de seguir para algunos miembros del público.

Lo cual no quiere decir, felizmente, que Sully carezca de tensión. A pesar de que sabemos desde un inicio exactamente cómo va a terminar el vuelo 1549 de US Airways, la recreación del incidente logra mantener al espectador al borde de su asiento. Las decisiones tomadas por Eastwood son interesantes —como presenta el evento vía flashbacks, lo repite al menos unas tres veces, cada vez desde un punto de vista distinto. La primera vez, vemos el acuatizaje tanto desde el interior de la cabina de Sully y Skiles, como desde la torre de control. Luego, vemos más las reacciones de los pasajeros y de la tripulación, y finalmente, vemos el incidente únicamente desde el punto de vista del piloto y copiloto, lo cual termina por llenar algunos vacíos en la narrativa, y revela exactamente cómo y porqué Sully tomó tan importante decisión.

Se trata de una manera intrigante de contar la historia, y funciona. Eastwood filma el acuatizaje de tal manera que las expectativas y la tensión van creciendo gradualmente; utiliza los procesos de preparación del vuelo para aumentar el suspenso, y una vez que el avión choca con un grupo de pájaros en el aire, utiliza tanto la calma de Sully y Skiles, como el pánico de los pasajeros, para mantenernos al borde de nuestros asientos. Y lo mejor es que la tensión no disminuye en las repeticiones; Sully logró dejarme con la boca abierta y los pelos de punta.

Desafortunadamente, otros aspectos de la trama no están igual de bien desarrollados. Las consecuencias psicológicas del incidente en Sully son transmitidas con efectividad —claramente, nuestro protagonista, a pesar de ser calmado y paciente, sufre de estrés postraumático—, pero terminan siendo poco relevantes para la trama y para el desarrollo del personaje. Y la relación entre Sully y su familia se siente más obligatoria que emotiva. Laura Linney hace un buen trabajo como Lorraine, su esposa, pero se pasa toda la película hablando por teléfono, lo cual limita cualquier tipo de química que podría existir entre ellos. Y las hijas casi ni aparecen.

Como Sully, Tom Hanks da una actuación excepcional. No se parece demasiado al personaje real, y sin embargo logra convertirlo en una persona de carne y hueso, un hombre que, gracias a su calma y paciencia —“es increíble lo que se puede lograr cuando no se está apurado”— pudo salvar las vidas de 155 personas. La manera en que se mantiene concentrado y tranquilo en una situación tan extrema es realmente de admirar. Como Skiles, el siempre subvalorado Aaron Eckhart es creíble; Mike O’Malley interpreta al representante de la NTSB que investiga el incidente, y el casi desaparecido Sam Huntington tiene un pequeño papel como uno de los pasajeros del vuelo.

Aunque los demonios internos de Sully son quienes desarrollan una buena parte del conflicto de la película, la NTSB representa al antagonista “físico”. Es cierto que muchos de los detalles de la investigación han sido resumidos o ficcionalizados para la cinta, pero en general la actitud de dicha organización se siente creíble; no son los “malos” necesariamente, solo hacen su trabajo, aunque de manera algo sesgada. En todo caso, es fascinante ver el proceso de investigación de un accidente como este, algo que usualmente no logramos experimentar en un largometraje Hollywoodense.

Sully es un drama a la antigua, un filme que se enfoca en las consecuencias tanto físicas como psicológicas de un evento chocante y emotivo. La investigación del incidente está presentada de manera simplificada pero fascinante, y las actuaciones de todos los involucrados, desde Hanks, por supuesto, hasta Eckhart y Linney, son lo suficientemente creíbles como para que uno sienta que la película está poblada por personas de verdad, vulnerables y capaces de cometer errores. Sully no es la mejor película que jamás haya dirigido Clint Eastwood, pero sí es un esfuerzo cinematográfico que vale la pena ver en el cine. Es algo así como un antídoto para los blockbusters que tanto se ven en nuestra cartelera, y una pequeña introducción a los filmes de prestigio que comenzarán a estrenarse de aquí hasta febrero.

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