Z, La Ciudad Perdida

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Hace meses que anticipaba el estreno de “Z, la ciudad perdida”. Fue en abril que leí por primera vez el libro en el que se basa la película, escrito por el periodista David Grann, obra que me fascinó debido a mi siempre latente interés por lo misterioso, por las aventuras en la selva, y por el descubrimiento de lo desconocido. La participación de James Gray (“We Own the Night”) como director y guionista, y de Charlie Hunnam (“Titanes del Pacífico”, “El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada”) como protagonista, no hacía más que emocionarme más.

Y puede que mis altas expectativas hayan terminado por arruinar, aunque sea ligeramente, mi visionado de “Z, la ciudad perdida”. No, no se trata de una mala película; de hecho, es un filme visualmente muy atractivo, protagonizado por muy talentosos actores en su mejor momento. Pero considerando lo fascinante que es su fuente de inspiración, y lo meramente correcta que es esta adaptación cinematográfica, no puedo evitar sentirme algo decepcionado. Dudo que los fanáticos del libro vayan a salir molestos luego de ver este filme en el cine, pero a la vez, dudo que vayan a terminar particularmente emocionados.

La cinta comienza en 1906. Percy Fawcett (Hunnam) está viajando a la selva de Bolivia y Brasil, representando a la Sociedad Nacional Geográfica de Londres, para mapear dicho sector jamás tocado por el hombre occidental. Lo acompañan dos hombres que, como él, son soldados británicos: Henry Costin (un casi irreconocible Robert Pattinson) y Arthur Manley (Edward Ashley). Aunque algunos de los participantes de la expedición mueren, Percy y compañía regresan a su tierra como héroes, convencidos de que una ciudad perdida (al muy puro estilo de El Dorado) existe en el medio del Amazonas.

Es por ello que deciden regresar en el año 1911, esta vez acompañados por James Murray (Angus MacFayden), quien, se supone, tiene algo de experiencia en expediciones similares. Desgraciadamente, este último no se comparta muy bien en la expedición, y cuando cae enfermo, Fawcett y compañía se ven obligados a regresar a casa sin mayores evidencias para probar su teoría. Es aquí que comienza la Primera Guerra Mundial, Fawcett es enviado a pelear, t finalmente decide, en 1925, regresar una última vez a la selva, esta vez con su hijo mayor Jack (Tom Holland), para encontrar esta mítica ciudad de una vez por todas.

No cabe duda de que un documental hubiese hecho un mejor trabajo adaptando el libro de Grann al medio audiovisual —dicho texto cubre un gran período de tiempo, y de hecho nos cuenta las desventuras de VARIOS viajes de Fawcett a la selva, no solo de tres. El hecho de que tanta historia haya sido que tener adaptada a un filme de dos horas y veinte minutos de duración, ha resultado en una estructura problemática, que hace que la película se sienta más como una serie de eventos inconexos, que como una narrativa coherente.

Lo cual, felizmente, no quiere decir que la cinta termine siendo aburrida ni mucho menos. De hecho, debido tanto a mi fascinación por el libro, como a la espectacular dirección de Gray, me mantuve pegado a la pantalla de principio a fin. Percy Fawcett es un gran personaje, un hombre que toda su vida ha buscado ser aceptado por sus compañeros y sus superiores, alguien que inicialmente se embarca a una misión a la selva con la idea de limpiar su nombre, pero que eventualmente se obsesiona con una idea de la que nadie está seguro es real, todo porque quiere alcanzar la gloria.

El siempre subvalorado Hunnam (a quien Hollywood todavía no ha sabido utilizar) interpreta a Fawcett como un hombre valeroso, de mente abierta —para estándares de principios del siglo XX; cree en la igualdad con los nativos de la selva, pero a la vez es tremendamente machista—, alguien que se obsesiona con su trabajo, pero que a la vez quiere mucho a su familia, y especialmente a su esposa, Nina (Sienna Miller). Está ultima tiene el rol ingrato de la esposa que se queda en casa, pero logra desarrollar a Nina como una mujer adelantada a su época que a pesar de todo el dolor que le causa su esposo, muy al fondo, lo entiende a la perfección.

Al pobre Tom Holland, desgraciadamente, no le dan mucho qué hacer; Robert Pattinson, quien cada vez se aleja más de sus días como pseudo-vampiro brilloso, es muy divertido como Costin, e Ian McDiamird interpreta al presidente de la Sociedad Geográfica Nacional. Siempre da gusto verlo en su rol interesante, que poco o nada tiene que ver con su participación en la saga de “Star Wars” como el Emperador Palpatine.

No obstante, si algo le falta a la “Z, la ciudad perdida”, es atmósfera. Mientras que otros filmes —como “Aguirre, la ira de Dios”, del maestro Werner Herzog— presentan a la Amazonía como una fuerza de la naturaleza, un lugar impredecible, intimidante, y lleno de peligros (animales, enfermedades, etc.), la selva de “Z, la ciudad perdida” es un lugar que, a pesar de no ser particularmente amistoso, jamás logra desarrollar alguna palpable sensación de peligro o tensión. De hecho, jamás me sentí metido en la película; uno ve “Z, la ciudad perdida” desde la distancia, no desde la perspectiva de sus personajes. El hecho de que Fawcett no atraviese por un arco de personaje particularmente intrigante tampoco ayuda.

“Z, la ciudad perdida” es una interesante crónica de la vida de un fascinante hombre, un explorador obsesionado por lo desconocido, la aceptación y la gloria. El problema del filme es que, al tratar de cubrir tanto material, se queda en la superficie, y nunca llega a convertirse en un estudio de personaje particularmente intrigante (como lo es el libro en el que está basado). Sí, es un producto entretenido, muy bien actuado e impecablemente filmado, pero habiendo leído su fuente de inspiración, no puedo dejar de pensar que pudo haber sido mucho más. Ojalá algún día alguien se anime a realizar un documental sobre Percy Fawcett; hay material de sobra, y con la dirección correcta, el producto final podría resultar ser verdaderamente cautivante.

Avance oficial:

75%
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