El Rey León (2019)

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Yo no estoy en contra de los remakes. De hecho, aunque algunos no lo sepan, algunas de las grandes películas de la historia del cine norteamericano son remakes —filmes como “Ben-Hur” con Charlton Heston, “Caracortada” de Oliver Stone, o “Los Infiltrados” de Martin Scorsese. ¿Qué es lo que tienen en común todas esas películas? Pues que son distintas a sus respectivas fuentes de inspiración, cambiando la forma en que son hechas, detalles en la historia, o hasta el contexto en el que se desarrollan o los personajes que las protagonizan. La idea de un remake no está en hacer un simple copy-paste, si no más bien, en interpretar una misma historia de manera diferente, o mejorar ciertos aspectos que no funcionaron tan bien la primera vez. Podría argumentarse, incluso, que las mejores cintas para ser rehechas son las malas películas con buenas premisas —después de todo, ahí hay muchísimo que mejorar.

En todo caso, e incluso considerando eso, no estoy en contra de los remakes de las películas animadas de Disney. Cuando son bien hechos, terminamos con producciones como “Maléfica” (la cual es más un spin-off o la reinterpretación de una historia clásica; es decir, hace algo diferente) o “Cenicienta”, la cual expande la historia original de maneras inesperadas y le otorga más dimensión a sus personajes. Pero cuando no hay nada nuevo que decir, cuando simplemente se hace un copy-paste, tratando de emular al máximo el estilo y el contenido de la película original… es que terminamos con algo como “El Rey León” de Jon Favreau.

En pocas palabras, “El Rey León” es todo lo que me temía desde que vi los primeros avances: un simple calco de la obra maestra original, realizado con una técnica de animación distinta, la cual luce realmente bien, pero a la vez, le quita mucha personalidad y estilo a la trama y sus protagonistas. Considerando lo icónica que es la película original de 1994, realmente no había razón para hacer un remake —había poquísimo que mejorar o cambiar, y menos si es que se estaba utilizando otra forma de animación, en vez de imágenes reales. Películas como “El Libro de la Selva”, del mismo Favreau, a pesar de ser algo planas, al menos tienen el beneficio de un protagonista humano (Mowgli), quien le da una dimensión adicional de la que la animación carece. Pero acá no tenemos nada de eso. Todo lo que “El Rey León” nos da es la misma historia de siempre, esta vez protagonizada por leones fotorealistas incapaces de expresar emociones. Qué increíble.

Si han visto la cinta original, sabrán exactamente lo que pasará en esta película. No hay absolutamente nada que spoilear; todo se lleva a cabo tal y como los fanáticos esperarían. Mufasa (voz del inigualable James Earl Jones) es el Rey León de “todo lo que la luz toca”, un monarca benevolente que respeta el “círculo de la vida”: el rol que todos los seres vivos tienen en esta Tierra, y la manera en que se relacionan los unos con los otros. Eso es lo que trata de enseñarle a su joven hijo Simba (voz JD McCrary), quien eventualmente se convertirá en Rey, pero que por el momento, prefiere jugar con su mejor amiga, Nala (voz de Shahadi Wright Joseph) mientras son cuidados por el pájaro Zazu (voz de John Oliver).

Pero el malévolo Scar (voz de Chiwetel Ejiofor), tío de Simba y hermano de Mufasa, quiere acabar con la paz, razón por la que se las ingenia para eliminar al Rey y culpar a Simba de dicha tragedia. Es así que el pequeño León huye del reino, y es “criado” por un jabalí (Pumbaa) y una suricata (Timon), quienes le enseñan todo lo relacionado al Hakuna Matata (es decir, a no preocuparse por nada). Pero como deben imaginarse —o saber ya—, eventualmente Simba tendrá que regresar a casa y enfrentar a su tío, quien se ha aliado con un grupo de hienas para acabar con el reino y hundirlo en la más profunda oscuridad. ¿Podrá Simba hacerse responsable de sus acciones, ser valiente y convertirse en Rey? (Si han visto la cinta original… ya saben cuál es la respuesta).

Yo realmente quería darle una oportunidad al “El Rey León”. Después de todo, no soy un hater de los remakes de Disney —disfruté de “Aladino”, por ejemplo, porque manejó un balance interesante entre el respeto hacia la fuente original, y lo nuevo o innovador (el genio de Will Smith es bastante distinto al de Robin Williams, por ejemplo). Y hasta “La Bella y la Bestia” tuvo algunos momentos en donde trató de presentar situaciones o caracterizaciones de manera propia. Pero “El Rey León” es exactamente la misma película que la versión original. Todos los cambios que introduce son o superficiales, o inconsecuentes, o están para mal, y el resto es simplemente una copia de lo que se hizo hace 25 años. No hay ninguna razón para ver esta nueva versión —es como ver la misma película nuevamente, y para eso, mejor uno ve la cinta original dos veces seguidas, y listo.

A menos, claro, que el aspecto visual sea lo más importante para uno. En ese caso, no se puede negar lo absolutamente impresionante que resulta ser “El Rey León”. Puede que la cinta no me convenza a nivel narrativo o que, para mí, realmente no justifique su existencia, pero no puedo minimizar el trabajo de tanta gente que estuvo involucrada en la creación de la película. Después de todo, se nota a leguas que fue una cinta muy difícil de hacer, la cual, al final de cuentas, revoluciona la manera en que las imágenes digitales son utilizadas para emular la realidad. Todo, pero absolutamente TODO, se ve realista, desde el primer amanecer durante el prólogo —copiado plano por plano de la película original, por supuesto—, hasta cada brizna de hierba, árbol, planta, piedra, río (¡qué tales simulaciones de agua!), acantilado y paisaje. Y por supuesto, los animales: desde los leones hasta las hienas y los insectos, cada pelito y textura y mirada luce absolutamente convincente. Es más, varios planos parecían sacados directamente de Animal Planet; solo faltaba el narrador en off y listo.

Es una pena, entonces, que toda esta tecnología haya sido usada en servicio de un proyecto sin imaginación, de una película que trata de hacer lo mismo que la versión original y falla en el intento. Como dijo el Dr. Ian Malcolm en “Jurassic Park”: estaban tan preocupados en ver si podían hacerlo, que no pensaron si debían hacerlo. El filme animado original es una aventura musical muy estilizada, la cual lleva sus canciones en el ADN, y las presenta de manera colorida y entretenida. Por ende, el desarrollar la misma historia con las mismas canciones, pero con animales 100% realistas… simplemente no funciona. Es así que terminamos con un Hakuna Matata en donde solo caminan por paisajes, un No puedo esperar a ser rey con colores apagados, o un Listos ya acortado y sin personalidad. Una cosa es ver animales antropomórficos cantar; otra muy distinta es ver a leones o jabalíes realistas hacerlo. Se ve rarísimo, y encima, tienen que ser presentados de manera más apagada, y con menos carácter.

Y por más que, sí, cada personaje luzca exactamente como su contraparte en la vida real, el hecho de que no puedan expresar bien sus emociones, porque son animales, limita mucho lo que Favreau y compañía pueden hacer con el drama de la cinta. Después de todo, el rango de expresiones de un león o una hiena es extremadamente limitado; parecen tener la misma cara durante toda la película, incluso cuando el actor o actriz pone voz triste o feliz. Dicha contradicción crea una desconexión entre voz y personaje. Hay una escena en particular en donde JD McCrary hace todo lo que puede por darle una voz triste a Simba, pero todo lo que vemos en pantalla es a un leoncito con cara neutra. Es más, en algunos casos, uno hasta se puede imaginar al actor o actriz en la cabina de grabación, actuando con toda su alma —esto no hace más que sacar al espectador de la ficción, y hacer que vea todo desde afuera, separado de la historia, sin desarrollar una conexión emocional con los personajes.

En pocas palabras: Favreau estaba tan emocionado por hacer que la película se vea realista, que nunca se preguntó si dicha estética servía para una historia como esta. Y habiendo visto el producto final, creo estar seguro que la respuesta a dicha pregunta es un rotundo “no”. Sí, el reparto en general es sólido, y sí, John Oliver nació para interpretar a Zazu (hasta se parecen) y Seth Rogen es prácticamente perfecto como Pumbaa. Es más, lo mejor de la película son él y Timon, precisamente porque son los que tuvieron más oportunidad de improvisar, y por ende, logran introducir momentos que se sienten originales sin llegar a traicionar el espíritu de sus personajes (tienen un par de chistes meta francamente hilarantes). Pero ni ellos pueden salvar a “El Rey León” de la más absoluta mediocridad. Ver esta película me recordó a “Psicosis”, de Gus Van Sant, otro experimento de calco sin mayores méritos artísticos. La técnica está ahí, al igual que el talento, pero el alma de la historia… brilla por su ausencia.

Pero lo más importante es esto: si tenemos la versión animada de 1994, la cual es genial, ¿hay razones para ver este remake de “El Rey León”? Pues fuera de las imágenes digitales superrealistas (las cuales pierden su chiste apenas los personajes comienzan a cantar), no realmente. En ese caso, preferiría ver un demo de cinco minutos y ya. 148 minutos, desafortunadamente, fueron demasiado para mí. Solo espero que utilicen toda la tecnología digital desarrollada para “El Rey León” en algo original, y pronto. Recién ahí es que uno podría justificar la existencia de esta película (hasta cierto punto…)

 

Avance oficial:

40%
Puntuación
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1 comentario
  1. […] “Cenicienta”, de Kenneth Branagh, hasta la frustrantemente innecesaria versión nueva de “El Rey León”—, y dejando fuera las absurdas controversias de corte racista, me resultaba un poco difícil […]

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