[Festival de Cine de Lima 2018] La educación del Rey – Argentina

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“La educación del Rey”, de Santiago Esteves, es un filme argentino —mendozino, para ser más exacto— que funciona como pseudo-thriller (tenso, intrigante, consistentemente emocionante), pero también como un retrato verosímil de la realidad que mucha gente vive en Argentina fuera de Buenos Aires. Cuenta una historia engañadoramente sencilla a través de la cual logra desarrollar una relación casi paternal de forma fascinante, y lo mantiene a uno en suspenso, siempre con miedo de que le pueda pasar algo malo a sus protagonistas. Después de todo, “La educación del Rey” se lleva a cabo en un mundo oscuro, sucio, moralmente ambiguo, en donde no todas las historias llegan a tener un final feliz.

“La educación del Rey” comenzó como una miniserie, pero al ver la película, uno ni se enteraría. Se trata de una cinta corta —apenas dura una hora y media— que, sin embargo, uno jamás siente se esté apresurando. El ritmo no es acelerado; la película se toma su tiempo para mostrar ciertas acciones —desde el trabajo del joven Reynaldo (Matías Encinas) en el jardín del aparentemente severo Carlos Vargas (Germán de Silva), hasta sus viajes a un hospital para visitar a un viejo y enfermo amigo— pero tampoco se siente como un ejercicio de tedio o aburrimiento. Es un balance que muy pocas producciones independientes logran obtener, pero que se siente justificado en una historia que se ve beneficiada por la gradual acumulación de tensión, y de l desarrollo de una palpable atmósfera de peligro inminente.

Al comenzar la cinta, vemos a Reynaldo siendo convencido por su hermano mayor, y por su amigo el Momia (gran apodo) para robar dinero de una oficina aparentemente vacía. Previsiblemente, las cosas no salen bien; suena una alarma, la policía atrapa a sus dos “socios”, pero Reynaldo escapa, corriendo de techo en techo cuidando que nadie lo vea. Pero en determinado momento —luego de esconder el botín— cae a un jardín, y es descubierto por el viejo Carlos. Pero para su suerte, el ex encargado de seguridad no lo delata a la policía; más bien, le ofrece un trato: si arregla el vivero que destruyó al escapar —el cual le construyó a su esposa—, lo dejará ir.

Es así como comienza la relación entre ambos personajes. Lo que inicialmente parece ser únicamente un trato para poder salvar el pellejo de Reynaldo, se va convirtiendo en algo más. Carlos le regala ropa, lo educa —especialmente en lo que se refiere al uso de armas de fuego, lo cual podría considerarse como un grave error—, y hasta lo acoge en su casa, permitiéndole cenar con él y con su esposa, y llevándolo a visitar a un viejo amigo en el hospital. Pero esta nueva realidad no podrá durar mucho. Reynaldo está siendo buscado, y no pasará mucho tiempo hasta que los miembros de una mafia dentro de la policía de Mendoza lo encuentren.

Esteves le otorga un estilo visual muy marcado a “La educación del Rey”, el cual ayuda a que se siente más verosímil, más inmediato. Sus cámaras son nerviosas y sus cortes a veces rápidos, lo cual le permite al filme sentirse más urbano, menos pulcro. La historia se lleva a cabo en callejones oscuros, cabañas alejadas de la ciudad, estaciones de policía y carceleras frías, sucias; incluso la casa de Carlos, aunque bien cuidada, tiene rajaduras en las paredes, o un jardín que, fuera del vivero, no está particularmente bien cuidado. Todo esto ayuda a darle un fuerte carácter a Mendoza, al barrio en donde nuestros personajes se desenvuelven, y a crear una sensación de incomodidad. Después de todo, puede que Reynaldo haya tenido suerte —o al menos eso parezca—, pero uno siempre siente que está a punto de ser atrapado, o hasta asesinado.

De hecho, esta es la características más destacable de “La educación del Rey”: el desarrollo de la tensión. Va aumentando, poco a poco, desde que Reynaldo llega a casa de Carlos, y mientras va tomando muchas decisiones sin decirle a nadie, la mayoría erradas. Ayuda, también, el que veamos, de cuando en cuando, las acciones de un policía corrupto (Mario Jara), tanto en contra del hermano de Reynaldo, como del Momia (¡gran apodo!) y hasta de la madre del primero. La caracterización de este personaje puede sentirse algo previsible —lo cual torna a sus decisiones, también, en actos previsibles—, pero esto no quiere decir que no sea un antagonista efectivo. De hecho, el que tenga tanto poder, tanta influencia, y sea capaz de matar a jóvenes sin mayor remordimiento lo convierten en un villano formidable.

Además, por más que uno jamás sienta que la cinta se vea limitada por tratar de retratar una realidad de manera 100% fidedigna, “La educación del Rey” maneja cierto nivel de verosimilitud que juega a su favor. Sabemos que la trama es ficticia, pero la manera en que la película retrata de la realidad de Mendoza, la corrupción dentro de su departamento de policía, y la vida de la gente joven que tiene que recurrir al crimen para sobrevivir, complementa perfectamente a la narrativa. Los detalles, además, contribuyen mucho; momentos como cuando Reynaldo se está probado ropa en la casa de un amigo de Carlos, y mira, tímidamente, las curvas de la chica que lo está atendiendo (¡las hormonas!) ayudan a humanizarlo.

“La educación del Rey” mezcla elementos de thriller, de película policial e incluso de drama familiar para desarrollar un producto final por momentos previsible, pero consistentemente intrigante y tenso. El desarrollo de los protagonistas —especialmente por como se relacionan— es creíble y hasta, por momentos, algo conmovedor, y el desenlace, sin ser estereotipado ni innecesariamente sacarino, es lo suficientemente ambiguo —pero a la vez satisfactorio— como para cerrar una entretenida y verosímil historia de manera redonda. Puede que “La educación del Rey” haya comenzado como una miniserie para televisión, pero nadie se quejará de que, a final de cuentas, haya sido transformada en una película tan eficiente.

 

Avance oficial:

80%
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