“La leyenda de Ochi” del novel director Isaiah Saxon, es una película familiar que intenta hacer dos cosas a la vez. Por un lado, inspirada en clásicos como “E.T.: el extraterrestre” o “Gremlins”, trata de desarrollarse como una aventura colorida, en la que la relación entre humano y criatura debería generar algún tipo de respuesta emocional en el espectador. Y por el otro lado, se lleva a cabo a ritmo letárgico, tratando de generar una atmósfera palpable, y haciendo uso de locaciones remotas en las montañas. Ambos estilos —ambos objetivos— no congenian, lo cual resulta en un filme más frustrante que encantador; inesperadamente simplista y por momentos terriblemente tedioso.
“La leyenda de Ochi” comienza con su escena más enérgica (en realidad, su única escena enérgica). En ella, vemos como nuestra protagonista, la joven Yuri (Helena Zengel) sale al bosque junto a su padre, Maxim (un excelente Willem Dafoe), y un grupo de niños armados liderados por su hermano, Petro (Finn Wolfhard, de “Stranger Things”) a la caza de los Ochi, unas criaturas que parecen ser una mezcla entre Bebé Yoda, los Gremlins y simios. Es aquí donde se establecen bien las relaciones entre personajes y, más importante, el mundo fantástico en el que se lleva a cabo la cinta.

Luego de ese prólogo, sin embargo, “La leyenda de Ochi” se va convirtiendo gradualmente en una experiencia de ritmo glacial y muy poca energía. En (relativamente) pocas palabras: Yuri se encuentra con un pequeño Ochi en el bosque, al cual rescata, y luego decide llevar a su hogar. En el camino, se encuentra con su madre, Dasha (Emily Watson) quien ahora vive sola en una cabaña en las montañas, entre otros peligros. Y por supuesto, es perseguida por Maxim y los chicos, quienes simplemente quieren que la niña regrese a casa.
Narrativamente hablando, “La leyenda de Ochi” es bastante sencilla —demasiado, quizás. La película se siente como un cortometraje que ha sido estirado para que dure noventa minutos, haciendo uso de un ritmo que probablemente pondrá a dormir a buena parte del público, y de momentos que se sienten algo fuera de lugar. Personajes secundarios son introducidos pero nunca desarrollados, ciertos temas son establecidos para nunca retornar, y en general, si uno se pone a pensar en la película en general, no es que suceda mucho en ella. Por ende, la travesía, lo que se supone debería ser una aventura para Yuri, se termina sintiendo pequeña, limitada. No hay una buena sensación de peligro o tensión, lo cual, combinado con la baja energía de la dirección y los actores, resulta en un producto final francamente tedioso.
Porque al parecer, al ser un filme distribuido por A24, Saxon decidió que debía dirigirlo como cine arte, presentándonos escenas que se hacen eternas, y dirigiendo a sus actores como si estuviesen todos bajo los efectos de un relajante muscular potentísimo. El reparto de “La leyenda de Ochi” es bueno, pero la mayoría de personajes están construidos de forma simplista y hasta plana, lo cual no le da mucho para trabajar a los actores. El único que parece estar pasándola bien —de hecho, el único que le inyecta algo de energía a la experiencia es Dafoe, quien interpreta a Maxim como un tipo triste, de creencias religiosas potentes, dispuesto a usar una armadura (no sabemos si de juguete o real) para ir en busca de su hija. Es un personaje excéntrico del que nos enteramos poco, pero que al menos contrasta (de forma positiva) con el resto de figuras en “La leyenda de Ochi”.
Porque al final del día, son más figuras que personajes tridimensionales, y esto termina por afectar a muchos de los aspectos de la narrativa que supuestamente deberían resultar emotivos. La relación entre Yuri y el Ochi, por ejemplo, nunca termina de cuajar —lo que debería sentirse como una amistad increíble al más puro estilo de Elliot y E.T., se siente como algo extremadamente frío, distante, lo cual termina por afectar negativamente al desenlace de la historia. Y personajes como el Petro de Finn Wolfhard podrían haber sido eliminados de la historia muy fácilmente sin afectar para nada el producto final. “La leyenda de Ochi” es una película llena de decisiones creativas arriesgadas, pero también de varias que parecen haber sido realizadas a medias, lo cual no hace más que frustrar al espectador.
Sin embargo, del apartado técnico no me puedo quejar. Los animatrónicos utilizados para traer a la vida a los Ochi son impresionantes —expresivos, palpables y totalmente convincentes. Y la dirección de fotografía ayuda a que el mundo en el que se desenvuelven los personajes se sienta realista, atractivo, lleno de paisajes nublados y locaciones coloridas. “La leyenda de Ochi” es una película que se ve mucho más cara de lo que fue —se ha dicho que el presupuesto fue solamente de diez millones de dólares— lo cual, por supuesto, es de alabar.
“La leyenda de Ochi” no es la peor película familiar que jamás haya visto, pero sí es de las más decepcionantes. Hay buenas ideas en la historia que ha desarrollado Saxon —conceptos que debieron ser mejor desarrollados, relacionados al poder de la familia, las conexiones entre seres vivos, y la música. Pero lamentablemente no logra hacer mucho con esas ideas, más bien presentándolas a través de un producto final letárgico, de atmósfera densa y oscura, repleto de actuaciones carentes de energía o carisma. “La leyenda de Ochi” es el tipo de película que debería emocionar, pero que lamentablemente los dejará sedados o por lo momentos con un poco de sueñito.
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