«Bonjour Tristesse” maneja una premisa que quizás les suene familiar: se lleva a cabo en el verano, en el sur de Francia, y lidia con enredos amorosos tanto de adolescentes como de adultos. No se trata de la idea más original del mundo, entonces, y sin embargo está desarrollada con aplomo por la directora Durga Chew-Bose, quien utiliza como base la novela del mismo nombre de 1959 escrita por Françoise Sagan, y hasta cierto punto, la adaptación previa de 1958 dirigida por Otto Preminger. Esto resulta en una experiencia que quizás puede sentirse algo anticuada en el año 2025, pero que igual logra transmitir temas interesantes relacionados al autodescubrimiento sexual, la fidelidad y las relaciones en general.
Nuestra protagonista es Cécile (una convincente Lily McInerny), una adolecerte que ha ido a pasar el verano a una hermosa casa frente al mar en el sur de Francia junto a su padre, Raymond (Claes Bang, de la adaptación de “Drácula” de la BBC), y su nueva novia, la francesa Elsa (Nailia Harzoune). Todo parece andar bien, especialmente considerando que Cécile se ha conseguido un novio de verano, un gentil y apasionado chico llamado Cyril (Aliocha Schneider). Pero el status quo cambia con la llegada de una amiga de la juventud de Raymond, a quien conoció gracias a la madre (fallecida) de Cécile: la americana Anne (Chloë Sevigny), una diseñadora de modas.

Anne, pues, despierta un deseo antes dormido en Raymond, lo cual obviamente incomoda a su hija, y pone en una posición extraña a Elsa. Por ende, nuestra joven protagonista decide tomar cartas en el asunto para al menos intentar arreglar la vida amorosa de su padre. Después de todo, al menos al inicio, no es que se lleve muy bien con Anna. Por más de que sea una recién llegada a la casa, la mujer se empecina en hacer estudiar a Cécile, quien debería estar preparándose para sus exámenes del IB una vez que retorne al colegio. Esto molesta a la chica, quien simplemente quiere descansar, aprovechar el verano, y con algo de suerte, perder su virginidad con Cyril.
Es así, pues, que «Bonjour Tristesse” se lleva a cabo desde la perspectiva de una chica adolescente —de alguien que está usando su estadía en la casa de verano como una suerte de burbuja, para alejarse de su vida regular y responsabilidades en París. Todo lo que quiere Cécile es pasarla bien, no pensar demasiado, tomar sol, meterse al mar, y divertirse con Cyril. Es por eso que la llegada de Anne representa un quiebre en el balance que ha mantenido tan bien con su padre y Elsa —no solo porque la mujer intenta meterse demasiado en su vida, si no también porque termina por arruinar la más reciente relación amorosa de Raymond. Anne es caos, cuando todo lo que Cécile quiere es paz.
Fuera de eso, «Bonjour Tristesse” hace un buen trabajo situándonos en los zapatos de Cécile, y en las posibilidades que un verano en el sur de Francia trae consigo. El filme no termina sintiéndose como una experiencia sensual, necesariamente —aunque la inevitable escena de sexo funciona para transmitir el nerviosismo y emoción de una primera experiencia sexual—, si no más bien como una representación idónea de una vida tranquila, privilegiada, sin problemas financieros o sociales. Es ese contraste entre la paz de la vida frente al mar y los problemas que trae consigo Anne lo que ayuda a que la narrativa avance con intensión, motivando a Cécile a tomar cartas en el asunto. Al final del día, sus acciones no son del todo exitosas y hasta se sienten de naturaleza inmadura, pero son coherentes con la manera en que nuestra protagonista es caracterizada.
Ahora bien, no quiero incluir spoilers, por lo que solo diré que «Bonjour Tristesse” no concluye de la manera más satisfactoria del mundo, dependiendo demasiado de decisiones que no son bien explicadas, y presentándonos una suerte de epílogo que quizás podría haber funcionado a nivel temático, pero que se termina sintiendo como una coda innecesaria. La mayor parte de «Bonjour Tristesse” funciona, tanto a nivel narrativo como emocional, pero es hacia el final donde termina por desmoronarse, lo cual hace que el espectador se quede con un agrio sabor de boca. No es nada terriblemente grave ni convierte a la película en un producto decepcionante ni mucho menos, pero sí me hubiese gustado que contase con un mejor final.
Las actuaciones son todas de buen nivel, lo cual ayuda a que consideremos a estos personajes como seres humanos tridimensionales. Lily McInerny interpreta a Cécile como una chica encantadora, carismática y relajada, pero a la vez, impulsiva en cómo toma ciertas decisiones, y compleja gracias a cómo se siente respecto a su padre y sus errores. Claes Bang es creíble como un Raymond aparentemente incapaz de estar solo; Chloë Sevigny le otorga un poco de intensidad dramática al filme, interpretando a Anne como un elemento disruptivo potente y complicado, y Nailia Harzoune destaca como una soñadora y hasta etérea Elsa.
«Bonjour Tristesse” es el tipo de película que se ve beneficiada por una locación real espectacular, que representa los sueños y aspiraciones de sus protagonistas, pero también una burbuja social de la que eventualmente tendrán que escapar. La dirección de fotografía aprovecha muy bien el brillo del mar, los cielos despejados y los cuerpos parcialmente descubiertos de sus personajes para meternos de lleno en un verano atmosférico, caliente, cercano. Y por supuesto, las actuaciones terminan por cerrar la experiencia, permitiéndonos empatizar con estas figuras privilegiadas e intelectualonas. Lo único que evita que «Bonjour Tristesse” sea un éxito rotundo es su final estimado y poco convincente, pero felizmente, tampoco es que llegue a arruinar la experiencia entera, especialmente si lo que quieren es ver un drama ligero, bien actuado y visualmente atractivo.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Greenwich Entertainment.
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