Bound (no confundir con la película del mismo nombre de 1996 de las Hermanas Wachowski), de Isaac Hirotsu Woofter, se siente como una propuesta muy personal. Tanto la premisa general como los eventos que nos presenta se sienten demasiado específicos como para que no tengan ningún tipo de vínculo con las experiencias personales de su director-guionista. Pero lejos de resultar en un infumable proyecto de pasión, Woofter ha logrado, más bien, desarrollar una experiencia emocionalmente cruda e intensa, que mucho nos dice sobre la importancia de la salud mental, por más de que no maneje ciertos cambios de tono y hasta de género de la forma más elegante.
Al comenzar Bound, vemos que la joven Bella Patterson (Alexandra Faye Sadeghian) está pasando por toda una crisis personal. Está harta de que su padrastro, Gordy (Bryant Carroll) no deje de abusar de su frágil madre, Yeva (Pooya Mohseni). Y para colmo de males, se acaba de enterar de que el primero le escondió una carta de aceptación de la Escuela de Artes de Nueva York, aparentemente incapaz de aceptar que la chica quiere convertirse en una artista. Así que, sin dinero ni contactos, Bella decide irse de la casa de campo de su familia y mudarse a la gran ciudad, por más de que al llegar se dé cuenta inmediatamente que no tiene dónde quedarse ni qué hacer.

Felizmente, Bella eventualmente comienza a conocer a gente que la puede ayudar. Están, por ejemplo, una inmigrante ilegal que trabaja como barista, Marta (Jessica Pimental), un veterano de guerra sorprendentemente pacifista, Owais (Ramin Karimloo), y hasta un diseñador de modas bastante gracioso, Standrick (Jaye Alexander). Y aunque eventualmente este drama doméstico y de crecimiento se convierte, contra todo pronóstico, en un thriller criminal (¡!) aparentemente inspirado en Diamantes en bruto, de los Hermanos Sadfie, Bound nunca pierde de vista a su protagonista. El que la chica esté siempre acompañada de una ardilla voladora llamada Bandit se siente, más que como un toque estilístico aleatorio, como una representación de su lado bueno y lado malo. Como una suerte de ángel y demonio sobre sus hombros en forma de animalito.
Puede que a primera vista Bound suene como un melodrama exagerado —como el tipo de filme que uno hubiese encontrado en los canales de cable en las tardes en la década del noventa o a principios de los 2000. Pero al final del día, Woofter logra subvertir dichas expectativas y nos logra presentar su historia de forma suficientemente verosímil, manteniendo al espectador cerca a Bella, permitiéndole empatizar con ella mientras crece, pasando de ser una persona llena de ira, de características casi animalísticas, a alguien mucho más civilizado y tranquilo. Uno entiende a Bella siempre —especialmente mientras se van haciendo ciertas revelaciones sobre su padrastro—, por lo que da gusto ver como la narrativa la ayuda a madurar y crecer como persona.
Todo esto es presentado a través de un estilo de dirección cercano, íntimo. La mayor parte del filme es dirigido con cámaras en mano, lo cual le otorga mucha energía y urgencia a la historia, y aunque claramente se trata de una producción indie de presupuesto limitado, se aprecia el que se haya grabado en locaciones reales, tanto en las afueras como en la ciudad de Nueva York. Bound siempre luce auténtica, llena de textura, como si Woofter no tuviese ánimos de presentar esta historia de forma suavizada o altamente ficcionalizada. Evidentemente Bound no es un documental, pero mucho de lo que sucede en ella se siente tan real que muy bien podría haber sido parte de un documental. Esto, además, hace que los vínculos entre la historia y las experiencias del director tengan más sentido.
Las actuaciones ayudan, también, a que Bound funcione. Alexandra Faye Sadeghian está muy bien como Bella, interpretándola con sutileza, sin usar mucho diálogo, más bien convirtiendo a la protagonista en un figura casi misteriosa. El filme va develando más y más detalles sobre ella —y sobre su relación con su madre y padrastro— mientras va avanzando, lo cual le permite a Sadeghian ir variando en su estilo de actuación, otorgándole más humanidad y menos enojo al personaje. Las actuaciones secundarias son todas creíbles, pero como se deben imaginar, Bound le pertenece a Sadeghian, y finalmente, es gracias a ella que la historia termina por cuajar.
Lamentablemente, Bound cuenta con un súbito cambio de tono —y hasta de género— en cierto momento, el cual no es particularmente bien manejado por Woofter. Curiosamente, creo que el que el filme se convierta en una suerte de thriller tiene sentido por como la narrativa es tratada, pero igual se trata de un giro que sucede de forma muy repentina, como si Woofter no fuese capaz de justificarlo. No hace falta decir, entonces, que Bound funciona mejor como un drama o una historia tipo coming-of-age, que como un thriller o una historia de criminales, por lo que da pena que el guion de Woofter se vea obligado a cambiar de esta manera.
No obstante, el balance general sigue siendo positivo. Bound es una propuesta indie de interés; una historia centrada en un personaje principal lleno de problemas internos que, además, tiene que lidiar con haber abandonado a un padrastro agresivo y desagradable, y a una madre extremadamente frágil (tanto a nivel psicológico como físico). Es en su travesía que se encuentra con personajes secundarios que le permiten crecer, pero que por su parte, también cuentan con sus propios problemas en la Gran Manzana. Y es a través de sus experiencias en la película que se va dando cuenta de los errores pero también de los aciertos que ha cometido. Bound no es perfecta ni mucho menos, pero incluso con sus defectos narrativos y de conexión emocional, vale la pena ser vista.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Olivia Hansen.
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