“Drop: amenaza anónima” es de esos thrillers que aprovechan bien una sólida premisa; sencilla, pero llena de potencial. En este caso, tenemos a una mujer llamada Violet (Meghann Fahy) recibiendo mensajes anónimos de parte de alguien que quiere que mate a su cita en un restaurante, el fotógrafo Henry (Brandon Sklenar). Si no lo hace, lógicamente habrán trágicas consecuencias. Siendo más específicos, es el pequeño hijo de Violet, Toby (Jacob Robinson) quien corre peligro.
Se trata, pues, de una idea que muy bien podría haber resultado insuficiente para un largometraje para cines, o que rápidamente se hubiera podido tornar tediosa, pero ese no es el caso acá. Gracias a la dirección estilizada de Christopher Landon y a la buena interpretación de Fahy, “Drop: amenaza anónima” se convierte rápidamente en una experiencia tensa, imprevisible, para la que el espectador logra ponerse en los zapatos de la protagonista. Sabemos, pues, que Violet es una psiquiatra o psicoterapeuta especializada en casos de abusos que, además, está superando su propio historial de abuso —por ende, resulta sencillo empatizar con ella y meterse de lleno en la grave situación en la que se encuentra la cual, seguramente, le permitirá crecer y superar sus traumas.

Ayuda, pues, que “Drop: amenaza anónima” maneje una lógica interna consistente, haciendo que el espectador, por lo menos, no esté consciente de ningún agujero lógico o narrativo mientras mira la película. El filme establece con claridad las reglas de juego —el criminal puede ver y escuchar todo lo que Violet hace, y si esta última se va del restaurante donde está con Henry, mandará a matar a Toby— y justifica de forma suficientemente creíble la forma en la que Violet va siendo acosada. Se da a entender, por ejemplo, que los criminales están usando las cámaras de seguridad del establecimiento, y en dos oportunidades distintas, Violet descubre micrófonos cerca a donde se encuentra.
Lo cual, por supuesto, no quiere decir que “Drop: amenaza anónima” sea la película más inteligente del mundo ni mucho menos. Simplemente se trata de una “película de refrigerador”; el tipo de historia que funciona mientras se ve, pero cuyas mayores falencias pueden resultar obvias horas después de haber salido del cine o de haber apagado la TV. En este caso, lo más cuestionable se encuentra hacia el final, cuando el guion hace algunas revelaciones interesantes y caracteriza de forma francamente caricaturesca a cierto personaje importante. No es nada que llegue a arruinar la experiencia en general ni mucho menos, pero el último acto de “Drop: amenaza anónima” sí que podría resultar difícil de creer para los espectadores más exigentes (o aquellos que tengan más experiencia con el género).
No obstante, como thriller, “Drop: amenaza anónima” funciona bastante bien. La cinta cuenta con varios momentos destacables de suspenso puro; entre ellos, está la primera visita de Violet al baño, cierta interacción con el pianista del restaurante, el intento de nuestra protagonista por cambiar de mesa, y cómo no, la utilización de un pequeño tubo con un líquido adentro. La película va introduciendo diferentes situaciones cada vez más complicadas, como para que el nivel de tensión vaya subiendo y uno verdaderamente sienta la gravedad del problema en el que se encuentra Violet. Y lo mejor es que “Drop: amenaza anónima” no necesita de demasiados recursos para transmitir esto; la mayor parte del filme se lleva a cabo en una sola locación (el restaurante), con los dos personajes principales, y un par de secundarios interesantes (como el mozo Matt, interpretado por Jeffrey Self, o la barista Cara, interpretada por Gabrielle Ryan).
La dirección de Christopher Landon ayuda a que uno se mantenga al borde de su asiento por casi hora y media. El director de “Freaky” hace un buen trabajo manteniendo la energía alta, utilizando recursos visuales vistosos para que el ritmo acelerado no se detenga, como sobreimpresiones enormes en pantalla para mostrar los mensajes de texto que Violet recibe, o planos aberrantes para que los momentos de revelaciones importantes causen un mayor impacto. La dirección de fotografía de Marc Spicer (“Lights Out”), además, contribuye al look elegante del filme, estableciendo con claridad la geografía del restaurante, así como la ubicación de las figuras más importantes del historia. “Drop: amenaza anónima” luce bien, y hace uso de toques estilísticos interesantes (como planos de rotación o cenitales o de perspectiva) para aumentar el suspenso.
Las actuaciones son todas correctas. Meghann Fahy hace un buen trabajo interpretando a Violet como una mujer inteligente, bondadosa, que está superando traumas, y que hace lo que puede para manejar una situación que podría quebrar a cualquiera. La estrella de “The White Lotus” es particularmente efectiva en los momentos de mayor drama, especialmente cuando tiene que contener su preocupación y nerviosismo para no levantar sospechas en Henry. Y hablando de este último, Brandon Sklenar es creíble como un tipo que simplemente quiere tener una buena primera cita, y que debe lidiar con situaciones cada vez más extrañas y sospechosas.
“Drop: amenaza anónima” es un buen thriller que, sin hacer demasiado ruido, resulta entretenido para pasar unos tensos noventa minutos. El concepto central es bien aprovechado por un guion sencillo y directo; la dirección de Christopher Landon es estilizada y vistosa; el ritmo se mantiene siempre rápido y enérgico, y las actuaciones ayudan a que una situación potencialmente absurda se sienta creíble, al menos mientras uno ve la película. No se trata, pues, de la experiencia cinematográfica del año, y puede que se olviden de ella algunos días después de haberla visto, pero como para pasar el rato y estar en tensión, “Drop: amenaza anónima” es una buena opción. Me da pena habérmela perdido en el cine, pero ahora que por fin he logrado verla en casa, me alegra haberle dado una oportunidad a “Drop: amenaza anónima”.
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