Cherry-Colored Funk, de Chelsie Pennello

Narrar una historia que se sienta completa, que le diga algo significativo al espectador en quince minutos o menos siempre es un reto, pero eso es precisamente lo que logra hacer la directora Chelsie Pennello con “Cherry-Colored Funk”, un cortometraje centrado en un personaje intenso, mentiroso, demasiado ambicioso, que a lo largo de la historia se va encontrando con las consecuencias de sus decisiones. Lo que tenemos acá es un filme oscuramente gracioso, en el que seguramente muchos reconocerán a tipos de personas con las que se han encontrado en la vida real.
“Cherry-Colored Funk” se sitúa enteramente en el interior de una nueva tienda de helados italianos. En ella, el dueño del establecimiento, Roberto Ferrari (Michael Tow) le explica a la cajera recién contratada, la joven Lily (Laura Hetherignton) lo que debe y no debe hacer a la hora de atender a la clientela. ¿El único pedido por parte de la chica? Que la deje poner la música que quiera, diciéndole que seguramente “quiere que la gente reconozca a la tienda por su buena música”. Es así que, mientras Roberto se va a la habitación de atrás a revisar las cámaras de seguridad, Lily pone un playlist de música de la DJ Dragon Li (Celeste Oliva), justo cuando entra un primer cliente.
O al menos eso es lo que creía. Porque lo que termina sucediendo en este cortometraje, es que van entrando a la tienda las diferentes personas a las que Roberto estafó, engañó o decepcionó para abrir su negocio. Primero está el dueño de otra tienda de helados, el ruso Vasily (Craig Peter Coletta), quien le pide que retire un letrero en la calle que insulta a su negocio. De ahí está Phillip (Ian Lyons), el socio inversor de Roberto, quien le pide le devuelva toda su plata. También tenemos a la ex esposa, Allyssa (Melissa LaMartina), quien no puede creer que Roberto se haya cambiado su nombre legal para sonar más italiano (el tipo es chino, por lo que claramente su apellido real no es Ferrari). Y hasta la hermana de Roberto, Jessica (May Chen) llama por teléfono, triste, también, porque haya abandonado el nombre de su familia.
Es así que “Cherry-Colored Funk” se desarrolla como una experiencia intensa y de excelente ritmo, en la que las interacciones de nuestro protagonista van escalando mientras va entrando más gente. Todo esto llega a un clímax, a un punto inaguantable de tensión, en el que Roberto decide botar a todos del local menos a Lily, quien además había estado tratando de limpiar un helado derramado del piso. El corto hace un buen trabajo metiendo al espectador en los zapatos de Roberto, un tipo que claramente solo quería abrir un negocio propio y tener éxito, pero que decidió tomar el camino más turbio posible para poder hacerlo.
Es en tan solo quince minutos, pues, que “Cherry-Colored Funk” logra desarrollar a su protagonista como toda una figura trágica. Es a través de lo que le dice a los demás —especialmente a su ex— que nos enteramos que simplemente quería resaltar, ganar plata, tener éxito y de alguna manera obtener la aprobación de los demás. Pero en vez de esforzarse y, como le dice Allyssa, “ser normal”, decidió mentir, estafar, tomar atajos y hasta insultar a los demás. Su vida privada, por ende, es un desastre —su hijo pequeño está deprimido debido al cambio de nombre de su padre—, y lamentablemente, su vida profesional tampoco está mejor.
No obstante, “Cherry-Colored Funk” concluye de manera esperanzadora. Una mujer y su hijo entran a la heladería, y muy felices, le piden probar algunos de los sabores disponibles a Lily. A través de las cámaras, Roberto mira todo eso, y por un momento, se olvida de sus problemas. Se da cuenta de que eso es todo lo que quería; hacer feliz a la gente, hacer feliz a los niños, a través de algo tan simple como un helado de hielo (no necesariamente italiano). No es que “Cherry-Colored Funk” esté diciendo que todo lo malo que hizo justifica el resultado final, pero al menos deja en claro que Roberto no es necesariamente una mala persona. Es solo un tipo triste, que no sabe manejar sus prioridades, y que se comporta más como un niño grande —inmaduro, impulsivo, caótico— que como un verdadero adulto.
Sin llegar a narrar una historia extraordinaria, “Cherry-Colored Funk” logra decirnos mucho sobre la naturaleza humana. Sobre cómo con buenas intenciones, un ser humano puede cometer diversos errores y hacerle daño a la gente. Dirigida con aplomo y aprovechando bastante las expresiones faciales de sus actores con primeros planos y un blocking sencillo pero efectivo, “Cherry-Colored Funk” se siente como un cortometraje que nos dice todo lo que nos tiene que decir en el tiempo justo. Ni más, ni menos.
Kisses and Bullets, de Faranak Sahafian

Dos mujeres en distintos contextos, peleando por la misma causa. Dos chicas del mismo país y la misma cultura, que quieren protestar por los mismos problemas. De eso trata el cortometraje “Kisses and Bullets”, de Faranak Sahafian. Centrándose en dos chicas iraníes, una en Nueva York como inmigrante, y la otra todavía en Teheran, lo que logra hacer es desarrollar dos narrativas en paralelo que se complementan la una con la otra, demostrando lo mucho que se puede hacer a favor de una causa desde diferentes frentes. Es una película emotiva y potente, que sin embargo termina de forma algo súbita.
“Kisses and Bullets” comienza entrelazando las historias de las dos chicas ya mencionada. La primera (interpretada por Shadi G) vive en un departamento en Nueva York con su novia, y al comenzar el corto, conversa por teléfono con su madre que vive todavía en Teherán. Esta última está preocupada de que su hija vaya a participar en una protesta en la ciudad, especialmente porque piensa regresar a casa dentro de poco. Considera, pues, que si se toma demasiadas fotos y las sube a redes sociales, especialmente “rodeada de banderas de arcoíris”, podrían detenerla en el aeropuerto.
Por otro lado, está Yalda (Bahar Benhaghi), quien todavía vive en Teheran, y que por su parte quiere participar de una protesta ahí junto a su novio, Mani (Samuel Tehrani). La chica le ha dicho a su familia que se va a quedar en el carro del chico, que no piensan bajar ni acercarse a la acción, pero una vez que están ahí, de noche, cerca a la gente, ruidos de balazos a lo lejos. No se pueden aguantar. Quieren bajar; quieren participar activamente de la protesta. En ambos casos —en Nueva York y en Teherán—, las chicas quieren hacer algún tipo de diferencia.
Y es ahí donde se transmite el tema principal de “Kisses and Bullets”: tenemos a dos chicas viviendo dos realidades distintas, que sin embargo sienten que tienen que contribuir con la protesta de alguna manera, de su propia manera. Sus acciones culminan, a la par, con dos besos muy distintos: en el caso del personaje de Shadi G, decide quitarse la mascarilla con la que había ido a la protesta y, usando una bandera de arcoíris sobre la espalda, le da un beso apasionado a su novia, el cual es registrado por una camarógrafa. Y en el caso de Yalda, se besa con su novio y, distraída, le disparan en la espalda (con consecuencias graves pero no fatales, felizmente).
Es ahí que vemos la forma en que ambas parejas protestan: a través del amor. A través de una demostración de afecto que, en un contexto complicado y frente a gobiernos violentos, intolerantes, no podría sentirse más disruptivo. Lo que la película nos dice, entonces, es que no importa si es amor heterosexual u homosexual; si las personas están en casa, o si están en otro país; lo importante es ser valiente y salir y protestar y expresarse. Es algo que se transmite con emotividad en “Kisses and Bullets”, y que funciona a pesar de que la historia culmina de manera algo repentina. Entiendo que es un cortometraje y que obviamente habían limitaciones tanto presupuestales como de tiempo, pero al terminar “Kisses and Bullets”, me quedé con ganas de más.
En todo caso, siempre es mejor que una película —ya sea un largo o un corto— lo deje a uno con ganas de más, en vez de que se sienta como algo estirado. Basada en experiencias reales, tal y como lo dice un título al inicio del filme, “Kisses and Bullets” se siente como una experiencia honesta, cercana, dirigida con naturalismo, y actuada con el mismo nivel de verosimilitud. Pero claramente, siendo un filme de protesta, lo más importante acá es el mensaje, y lo que las protagonistas nos logran transmitir en tan poco tiempo. Me hubiese gustado que concluya de otra forma, pero fuera de eso, disfruté mucho de “Kisses and Bullets”.