Hacer algo, crear algo, toma tiempo y esfuerzo. Dinero quizás; colaboración con otras personas, probablemente. Pero muy aparte de lo palpable, está el simple hecho de que uno tiene que atreverse. Tiene que animarse a hacer algo por sí mismo o por los demás, dejando las excusas y los miedos de lado, dejando de procrastinar y de pensar en todo lo que podría salir mal. Aquellos artistas que son capaces de hacer todo esto terminan creando lo que siempre quisieron crear; terminan dejando una huella en el mundo, no importa que tan pequeña, mediana o grande sea. Aquellos que no superan sus miedos, que no se atreven a hacer nada… bueno, puede que se queden con más frustraciones que otra cosa.
Como se deben imaginar, el protagonista de The Travel Companion, el joven cineasta Simon (un excelente Tristan Turner) es alguien que tiene que aprender a atreverse. Acaba de terminar su proyecto de tesis, un cortometraje que presenta como parte de un festival en Nueva York junto a otros jóvenes directores. Pero aparte de eso, ¿qué más tiene? ¿Qué más quiere hacer? Bueno, se supone que está trabajando en una película experimental de corte travel-log, para la que viaja por todo el mundo grabando todo tipo de imágenes. ¿Y cómo es que logra viajar? Su mejor amigo, Bruce (Anthony Oberbeck) trabaja para una aerolínea, y le consigue pasajes de adicional, para que pueda volar gratis sin mayores problemas.

Es una situación conveniente, pero lamentablemente, también una que ha convertido a Simon en, como diríamos en el Perú, un “conchudo”. En vez de ser un artista dispuesto a trabajar en su arte, se ha convertido en alguien demasiado cómodo con su presente situación, más preocupado en conseguir pasajes para viajar con su mejor amigo, que en hacer algo por la vida. Y lo peor: este contexto lo ha convertido, también, en alguien que se queja y habla sobre lo que quiere hacer, pero que hace poco o nada para resolver sus problemas. Habla y posterga y procrastina y no se deja escuchar, pero cuando llega la hora de realizar, se queda paralizado.
Las cosas empeoran, ademas, cuando Bruce comienza a salir con la talentosa Beatrice (Naomi Asa), una directora a quien conocieron en el festival donde comienza The Travel Companion, y que gracias a su proactividad y buena onda, ha conseguido trabajos como directora de comerciales. No solo es el hecho, entonces, de que Simon no logra hacer nada con sus ideas, si no también que comienza a sentir celos de Beatrice. Esto lo motiva a asegurarse de que Bruce seguirá usando sus pasajes gratuitos con él y no con su nueva novia, lo cual comienza a crear problemas en su relación de amistad. Simon, pues, se convierte en un tipo egoísta, cuyas inseguridades hacen que termine dañando a quienes se supone son sus amigos.
Complicado, pues, tener una película como The Travel Companion, en donde el protagonista es increíblemente antipático. No solo es pretencioso, si no también un chico incapaz de actuar en vez de hablar, que comienza a sabotear la nueva relación de su mejor amigo solo porque quiere mantener los privilegios que por tanto tiempo tuvo. Es alguien que se mete “autocabes” todo el tiempo, y que prefiere no hacer nada en vez de atreverse porque es más cómodo, porque le tiene miedo al cambio y a exponer su arte ante el mundo. Evidentemente, todo el punto de The Travel Companion es hacer que Simon cambie y mejore y madure, y efectivamente eso se logra. El problema es que para llegar a ese punto, se nos pide aguantar a un protagonista básicamente inaguantable.
Ya dependerá de cada espectador, entonces, si está dispuesto a seguir a un protagonista cuyo mayor hobby parece ser quejarse y dejar que sus inseguridades guíen sus acciones. Tanto Bruce como Beatrice, por ejemplo, lo aguantan por un buen tiempo, apoyándolo cada vez que pueden… hasta que finalmente se hartan. Los directores Alex Mallis y Travis Wood están totalmente conscientes del tipo de protagonista que han creado, tanto así que incluyen personajes secundarios que reaccionan apropiadamente a sus comentarios y quejas, especialmente hacia el final. Por ende, la falta de carisma de Simon no un error de guion, si no más bien una decisión consciente por parte de los directores para obligarnos a seguir a alguien que, para cambiar, termina dañando a otros y sintiéndose como un niño en el cuerpo de un adulto, inmaduro y celoso de quienes tienen más éxito que él.
The Travel Companion, entonces, no es una película tradicionalmente entretenida. Está más interesada en mostrarnos el día a día (a veces tedioso) de Simon, quien parece estar más dispuesto a dar vueltas y trabajar en automático (es un videógrafo para una empresa de taxis) que hacer algo respecto a sus proyectos personajes. No obstante, no se puede negar que el filme luce extremadamente bien. La dirección de fotografía de Jason Chiu está llena de textura, haciendo uso de recursos interesantes, casi de cinema verité, como cámaras en mano, planos largos, zooms y planos de la ciudad, como para desarrollar una atmósfera palpable, cercana. Las actuaciones, por otro lado, son todas muy buenas; de hecho, si Simon termina cayendo tan mal, es precisamente por lo bien que Tristan Turner lo interpreta.
The Travel Companion es un coming-of-age atípico, centrado en un chico que todavía se comporta como niño, y que tiene que aprender a comportarse como un verdadero adulto, responsable de sus propias acciones. En vez de enfocarse únicamente en sí mismo, haciéndole caso a los demás solo para tenerles celos, lo que Simon tiene que aprender a lo largo de la historia es a hacer algo respecto a sus inseguridades, miedos e ideas. Por ende, la experiencia de The Travel Companion termina siendo incómoda, haciendo que al espectador, como dirían las nuevas generaciones, le de cringe a cada rato. No obstante, no se puede negar que Mallis y Wood tienen una visión muy específica, así como un gran talento para desarrollar atmósferas palpables y llenas de textura. Vale la pena ver The Travel Companion… siempre y cuando tengan la paciencia necesaria para aguantar a su protagonista.
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