“Thunderbolts*” se siente como un regreso a lo que la MCU puede hacer bien, especialmente en comparación a la decepcionante y desordenada “Capitán América: un nuevo mundo”. Sí, hemos tenido filmes entretenidos en los últimos años, de eso no hay duda, pero algo como la súper popular “Deadpool y Wolverine”, por ejemplo, por más de que sea parte del Universo Marvel, igual se siente un poco aislada de la narrativa que se supone se está desarrollando con esta nueva fase de películas. Su naturaleza metatextual y burlona le permite a hacer Ryan Reynolds hacer lo suyo, sin tener que preocuparse por sentirse como una entrega más de una fase que, asumimos, va a culminar con un enfrentamiento multiversal con Doctor Doom.
“Thunderbolts*”, por su parte, igual funciona bien de forma individual, pero a la vez, sí se siente como una entrega que de alguna forma u otra nos acerca a la enorme película grupal que saldrá a fines del próximo año (principalmente debido a una de sus escenas post-créditos, pero no se preocupen, no incluiré spoilers). Por más de que sea de manera sutil, “Thunderbolts*” se siente como una película de la MCU al cien por ciento, pero para beneficio de sus espectadores, también como una producción que al parecer no tuvo mayores problemas de producción o post-producción, capaz de narrar una historia temáticamente intrigante (¿recuerdan cuando estas películas incluían temas?) y, por supuesto, protagonizada por una genial Florence Pugh, una increíble actriz prácticamente incapaz de dar una mala interpretación.

Es así, pues, que “Thunderbolts*” termina sintiéndose como una película de verdad, y no como un producto más hecho para vender figuras de acción. Obviamente tiene pretensiones comerciales, como cualquier otra película de cómics, pero el director Jake Schreier y sus guionistas se han esforzado para contar una historia que, para mi grata sorpresa, intenta decirnos algo. Y que de taquito, se burla, aunque sea de forma breve, de lo cansado que está cierto público del cine de superhéroes. No es nada metatextual ni nada por el estilo, pero el simple hecho de que “Thunderbolts*” acepte, al menos al inicio, que sí hay una saturación de este tipo de cine en el mercado, le permite sentirse más libre, y menos dependiente de absurdas secuencias de pelea y efectos visuales.
“Thunderbolts*” comienza con una narración en off por parte de Yelena Belova (Pugh), mientras salta del edificio más alto del mundo (¡algo que Pugh hizo de verdad!) y se infiltra en un laboratorio secreto, peleando y matando a miedo mundo. Lo que nos dice, sin embargo, contrasta bastante con la acción en pantalla: está cansada, se siente sola, y siente que siempre termina haciendo lo mismo, cumpliendo misión tras misión para la directora de la CIA, la corrupta Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louis-Dreyfus) sin mayor propósito en el mundo. De hecho, después de cumplir su última misión, decide hablar con su jefa para decirle que quiere hacer algo más visible, algo más público, y esta le pide que cumpla una misión más, para luego poder darle lo que quiere.
Es así que Yelena termina infiltrándose en una base secreta en medio del desierto, siguiendo de lejos a Taskmaster (Olga Kurylenko), quien parece quiere robar algo del depósito secreto de Valentina. Pero es en ese lugar donde, inesperadamente, se encuentra con otros agentes: John Walker o el “Capitán América de Dollar City” (Wyatt Russell), la poderosa Fantasma / Ava Starr (Hannah John-Kamen) y un tipo con amnesia que se hace llamar Bob (Lewis Pullman). Luego de pelear un poco, se dan cuenta que han sido encerrados en el depósito, dejando bien en claro que Valentina les tendió una trampa para matarlos a todos. Es así que terminan trabajando juntos para salir de ese lugar, y eventualmente, darse cuenta que tienen que acabar con su ex jefa. Es por eso que se alían con dos héroes más: el papá de Yelena, Alexei o el Guardián Rojo (David Harbour), y el afamado Soldado del Invierno, Bucky Barnes (Sebastian Stan).
Temáticamente hablando, “Thunderbolts*” trata sobre el trabajo en equipo y la creación de una nueva familia. Yelena comienza la película sintiéndose sola, como si tuviera un vacío por dentro, y el conflicto con Val le permite acercarse tanto a su padre (a quien no había visto en un año) como a sus nuevos compañeros, para finalmente llenar ese vacío; para tener gente en quién confiar, especialmente luego de la muerte de su hermana Natasha (Scarlett Johansson). Es un arco bastante interesante para nuestra protagonista, quien a lo largo de la película, además, tiene que lidiar con flashbacks o visiones a su traumática infancia, y especialmente a su primera prueba en la Habitación Roja como Viuda Negra, donde tuvo que ser testigo del asesinato de una niña no mucho mayor que ella.
Es así que “Thunderbolts*” termina tratando también sobre los traumas del pasado, y de cómo estos pueden afectar a la gente en el presente. Aparte de los flashbacks de Yelena, tenemos a los demás personajes hablando de todo lo que han sufrido en años anteriores, desde Fantasma diciendo que fuera torturada por años para mantener la integridad de su cuerpo, hasta Bucky admitiendo que tiene un pasado bastante traumático. Incluso vemos una escena en la que John Walker no puede dejar de leer artículos en su teléfono sobre sus controversias públicas, mientras ignora a su bebé, a quien debería estar cuidando. Al final del día, lo que hace “Thunderbolts*” es intentar desarrollar a sus protagonistas imperfectos, traumados, que han hecho cosas malas en el pasado, pero que ahora tratan de redimirse de una forma u otra.

Esto funciona de manera superficial con personajes como Fantasma, John o Bucky, pero es mejor aprovechado por la Yelena de Pugh. Esto se debe a que ella es escrita como la verdadera protagonista de la película, pero también a la actuación de Pugh. La joven actriz británica lo da todo, tratando el material con la misma seriedad con la que nos entregó roles en películas como “Lady Macbeth” o “Midsommar”, interpretando a Yelena como una persona rota que intenta buscar un mejor propósito en el mundo. Es por eso que su relación con Bob, increíblemente, termina siendo tan importante: ambos son personas depresivas que sienten un vacío alucinante en su interior, y arriesgándome a dar muchos detalles (aunque debo decir que todo esto aparece en los trailers más recientes), lo que termina haciendo Bob, aparte de ser visualmente impactante, se siente como una representación física de lo que él siente por dentro. Un vacío metafórico que se hace real, y comienza a consumirlo todo en Nueva York.
Ahora, todo esto está muy bien, y si no suena como algo que típicamente veríamos en una película de Marvel, es porque no lo es. Esto resulta en un filme que funciona mejor a nivel temático y de personajes, que como una historia de superhéroes. En otras palabras: las características de “Thunderbolts*” que más me gustaron fueron las que no esperaría de una película de este tipo, y más bien, todo lo que normalmente vemos en una cinta del MCU está simplemente… okey. Las peleas, por ejemplo, carecen de tensión, y aunque hay un par de momentos o diálogos que me dieron risa, en general los chistes en “Thunderbolts*” sobran. De hecho, y como ha pasado en producciones previas de Marvel, algunos chistes están únicamente para detener un momento sincero o cortar la conexión emocional que el espectador podría tener con una escena.
Lo cual es particularmente problemático en “Thunderbolts*”, porque esta sí es una película que intenta ser sincera. Intenta darle un poco de dimensión a sus antihéroes, e intenta (y tiene éxito al hacerlo) otorgarle un arco de personaje creíble a la Yelena de Florence Pugh. Por ende, entre todo eso y el desarrollo de temas relacionados a la depresión y la salud mental el general, la mayoría de chistes se sienten increíblemente fuera de lugar. “Thunderbolts*” se hubiese beneficiado de un tono más consistente, no necesariamente súper serio, pero si uno que deje de lado los diálogos graciosos y deje que las escenas dramáticas, bueno, respiren. No creo que nada de esto termine por arruinar la experiencia de ver “Thunderbolts*”, pero creo que sí evita que se convierta en una historia completamente satisfactoria.
No obstante, no puedo dejar de resaltar el que Marvel nos haya entregado una película de verdad después de tiempo. Una película que narra una historia completa, no depende enteramente de otras películas o series para ser entendida (si no saben quién es John Walker, por ejemplo, hacen un buen trabajo explicando de dónde viene y qué hizo), e intenta decirnos algo relevante y sincero. Florence Pugh está espectacular, el reparto secundario hace un buen trabajo con sus personajes (aunque no puedo dejar de pensar que la carismática Geraldine Viswanathan y el gran Wendell Pierce están absolutamente desperdiciados), y aunque la acción no es particularmente emocionante, curiosamente, no creo que sea el foco de la narrativa. “Thunderbolts*” me sorprendió gratamente, y aunque no creo que sea un filme increíble, sí es un buen primer paso para traer de vuelta a la MCU que a tanta gente había hipnotizado antes. ¡Sigan así!
NOTA: “Thunderbolts*” cuenta con DOS escenas post-créditos. La primera es graciosa, y la segunda confirma algo que ya muchos habíamos estado sospechando de una de las películas del MCU que se estrenarán pronto.
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