¡Asu mare! 3

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Al menos trataron de hacer algo distinto; eso es lo mejor que puedo decir sobre “¡Asu mare! 3”, la tercera (¿y última?) parte de la millonaria saga de Tondero. Al traer a Jorge Ulloa, director del popular canal de YouTube, “EnchufeTV”, los productores han intentado arriesgar un poco; cambiar la fórmula para que esta nueva secuela no se sienta como más de lo mismo. Desgraciadamente, se quedaron en medio camino. Sí, es cierto que Ulloa, al más puro estilo de sus sketches más conocidos, ha hecho un mayor énfasis en los gags visuales y, en general, en el humor narrado a través de lo audiovisual —entradas y salidas de encuadre, paneos, etc. El problema es que la película no parece haber sido concebida en base a este nuevo estilo de narración.

De hecho, me animaría a decir que, probablemente, el guión fue escrito mucho antes de que Ulloa fuese elegido como director y que, cuando llegó a nuestro país, trató de adaptar un material ya existente a su estilo de humor y dirección. Esto resulta en un producto final que se siente como una contradicción andante: una película que trata de compensar el exceso de humor grotesco y malas palabras con gags que, al menos en un principio, se sienten frescos y hasta transgresores, pero que son utilizados hasta el cansancio, sin darles mucha variedad. El primer par de entradas graciosas a encuadre y paneos con personajes que aparecen de la nada son graciosos; pero hacia el final de la película, cuando el recurso ha sido utilizado unas veinticinco veces, uno ya está con ganas de ver algo distinto.

Lo cual es una pena, porque este estilo de humor puede resultar en momentos verdaderamente hilarantes, cuando está bien utilizado. Consideren, si no, la filmografía del gran Edgar Wright, un cineasta británico que, a lo largo de su carrera, ha demostrado ser un maestro del humor visual. Filmes como “Shaun de los Muertos”, “Hot Fuzz” y, especialmente, “Scott Pilgrim vs el Mundo”, son clases maestras de como desarrollar humor absurdo, hasta caricaturesco, a partir de una narrativa y sus personajes. Pero ese es otro problema en “¡Asu mare! 3”: los gags no se justifican porque son demasiado repentinos, o porque tienen poco o nada que ver con la caracterización de los protagonistas, o la situación en la que se ven involucrados. Muy gracioso que Cachín le enseñe a bailar flamenco a su suegra (¿?), pero no tiene nada que ver con nada, nunca es vuelto a ser mencionado, y ni siquiera tiene repercusiones en su relación algo belicosa.

“¡Asu mare! 3” es una continuación directa de la película anterior. Vemos a Cachín (Carlos Alcántara) y a Emilia (Emilia Drago) en su luna de miel, la cual es interrumpida por una serie de gags que se extienden por demasiado tiempo. Unos días después, nuestro protagonista se entera de que va a ser papá, y para celebrar, convence a su suegro (Javier Delgiudice) de llevar a toda la familia de vacaciones a Miami. Es ahí donde se encuentra con una ex novia (Melania Urbina), quien le presenta a su hijo de nueve años. Luego de hacer unos cálculos, Cachín se da cuenta que el pequeño es hijo suyo, por lo que decide compensar el tiempo perdido visitándolo durante toda su estadía en los Estados Unidos. Pero como no es ninguna idiota, Emilia se da cuenta de que algo está mal, por lo que el nuevo padre tendrá que encontrar alguna forma de contarle la verdad a su esposa una vez que lleguen a Lima.

La historia es totalmente previsible. El arco de Cachín, quien comienza como un hombre con miedo a ser papá —porque no quiere ser como su propio padre, obviamente— para luego convertirse en alguien mucho más responsable y sensible, no es nada que no hayamos visto antes. El mayor problema, no obstante, viene con la manera en que el conflicto central es resuelto. No es ningún spoiler el mencionar que Emilia eventualmente se entera de que Cachín tiene un hijo y no se lo ha dicho; que se molesta, y que él tiene que encontrar una manera de que lo perdonen. Lo extraño es que el conflicto que se desarrolla en pareja no es resuelto por Cachín, si no por un personaje secundario. Esto resulta en un arco en donde el protagonista no aprende su lección, y no se hace responsable por sus acciones. Se trata de una decisión, francamente, desconcertante.

Pero regresemos al humor, la razón por la que estas películas han sido tremendos éxitos de taquilla. Al igual que sus predecesoras, “¡Asu mare! 3” depende mucho de referencias a los programas protagonizados por Alcántara durante su carrera, de cameos de comediantes locales —desde Gonzalo Torres hasta Armando Machuca y Wendy Ramos—, y en el caso específico de esta secuela, a rupturas de la cuarta pared al más puro estilo de “Deadpool”. Desgraciadamente, al igual que todos los demás aportes de Ulloa, dicho recurso es utilizado a medias. Alcántara mira la cámara una o dos veces, y hace un par de referencias a la existencia de las otras películas… y nada más. Si vas a hacer que la autoconciencia, que la autoreferencia sea parte de tu repertorio cómico, tienes que insertarla de manera natural en la película; tiene que ser parte del estilo narrativo y hasta de la personalidad de tus protagonistas. No puede ser mencionado una o dos veces para luego ser abandonado; esto causa más desconcierto que carcajeadas.

Además, como siempre, el filme incluye un par de chistes escatológicos, tan chistosos como las escenas dramáticas son emotivas. El hecho de que uno de los personajes secundarios comente que “ese tipo de vulgaridades no dan risa” no le da licencia al director de incluirlos “irónicamente”; igual se sienten fuera de lugar, como un residuo de los programas cómicos de los años 90. Igual de vergonzosos son los cameos de Ulloa —usualmente la aparición del director no debería llamar tanto la atención— y el humor físico; un par de cachetadas al amigo chato de Cachín pueden dar risa, pero cuando le pagan 8 veces seguidas… es más incómodo que otra cosa.

Lo cual no quiere decir que “¡Asu mare! 3” carezca de todo ritmo cómico. Anahí de Cárdenas resalta más en esta secuela que en las dos películas anteriores, demostrando que su parodia del estereotipo de limeña hueca todavía puede ser explotado con grandes resultados (el mejor momento de la película: cuando le pide a media fiesta que cante luego de que botan al chato a la piscina). Emilia Drago tiene más personalidad en este filme que en sus dos predecesores juntos, al igual que Javier Delgiudice —el flashback de la borrachera me extrajo un par de sonrisas—, y Andrés Salas sigue siendo una gran contraparte para Alcántara, quien sale, en términos generales, con la dignidad intacta. Por más que algunos puedan estar saturados de tanto Cachín, hay que admitir que el hombre tiene carisma y mucha presencia en pantalla, y aunque nadie merecía ver una trilogía entera de “¡Asu mares!”, el tipo logra justificar, de cuando en cuando, el costo de la entrada de cine.

“¡Asu mare! 3” hubiera podido ser una comedia transgresora, distinta. De hecho, Tondero tenía todos los ingredientes indicados: un director con un buen manejo del lenguaje cinematográfico (¡por fin tenemos una película de “¡Asu mare!” que no parece haber sido filmada como un comercial de televisión!), y un reparto lleno de talento cómico. Desgraciadamente, el combinar un guión chabacano, simplón e innecesariamente grosero con la estética tipo “Enchufe TV” de Ulloa simplemente no funciona, y resulta en un producto final desordenado y plano. Súmenle a esto el previsiblemente excesivo uso del product placement (Tondero sabe que Mi Farma y Plaza Vea no existían en los años 90, ¿no?), y las sobreimpresiones finales de parte de Alcántara previo a los créditos (manipulación emocional al máximo), y no hay forma de que pueda recomendar “¡Asu mare! 3”. Es un extremadamente fallido primer paso hacia el cambio y la ambición, y nada más.

 

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