Ferrari

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“Ferrari” es una “biopic” completamente estándar, elevada por un par de actuaciones centrales de gran nivel. Concentrándose en un periodo específico de la vida de Enzo Ferrari (Adam Driver) —entrelazada con el ocasional flashback—, la más reciente película de Michael Mann funciona gracias a tensas secuencias de carreras de carros, y a lo fascinante que resulta su protagonista. Ciertas actuaciones secundarias y subtramas son menos intrigantes, sin embargo, y en general, “Ferrari” no nos brinda nada particularmente revolucionario, ni a nivel estructural, ni a nivel emocional. Es exactamente lo que esperarían de una cinta biográfica de este tipo, ni más, ni menos.

“Ferrari” se lleva a cabo en 1957, una época en la que Ferrari la Compañía se encuentra en aprietos financieros. Su fundador, el ya mencionado Enzo Ferrari (Driver) se niega a asociarse con cualquier otra empresa de carros (por más de que el CEO de Fiat, por ejemplo, esté más que dispuesto a hacerlo), y sus conductores no dejan de sufrir accidentes en la pista (muchos con consecuencias fatales). No obstante, Enzo tiene un plan: participar de la infame Mille Miglia para atraer los ojos de potenciales financistas, haciendo uso de un nuevo y enérgico corredor, Alfonso De Portago (Gabriel Leone).

A la par, nos enteramos de que Enzo no tiene el mejor de los matrimonios. Su fiel esposa, Laura (Penélope Cruz) ayuda con las finanzas de la compañía, mientras Enzo mantiene a una segunda familia oculta, compuesta por su amante, Lina Lardi (Shailene Woodley), y su hijo, Piero Lardi (Giuseppe Festinese). Y tanto Enzo como Laura siguen sintiendo una inmensa culpa por la muerte en 1956 del hijo que tenían juntos, lo cual termina de fracturar su matrimonio. Es así que “Ferrari” se va concentrando tanto en la vida profesional como en la vida personal de Enzo, entrelazando la forma en que maneja sus dos relaciones centrales, con los problemas financieros de su famosa empresa.

Ahora bien, vale la pena mencionar que cada aspecto narrativo “Ferrari” cuenta con sus pros y contras. Cuando el filme se concentra en la vida profesional de Enzo, resulta fascinante gracias a la potente actuación de Driver, y a las enérgicas secuencias de carrera, las cuales lucen, en general, muy verosímiles. La inclusión de pilotos como el ya mencionado De Portago, o el Piero Taruffi de Patrick Dempsey, sin embargo, es menos exitosa. Y cuando se centra en su vida personal, ciertas escenas pueden resultar algo melodramáticas —especialmente debido al diálogo exagerado o cursi. Pero las actuaciones ayudan a que aquellos defectos no fastidien demasiado —especialmente la de la gran Penélope Cruz, quien se roba la película como Laura Ferrari.

Es así, pues, que “Ferrari” se torna en una experiencia mixta —un filme que se siente absolutamente convencional, tanto por como ha sido dirigido y fotografiado, como por la manera en que trata a su figura central. Emocionalmente hablando, no logra generar una reacción particularmente fuerte en el espectador; de hecho, solo hubo dos momentos que me impactaron de alguna manera. Primero, cierto choque (violento, repentino, brutal) que se lleva a cabo durante la infame Mille Miglia de 1957, que concluye la historia de De Portago de forma repentina. Y cierta discusión entre Laura y Enzo, donde la primera por fin obliga al segundo a contarle todo sobre su traición. Es ahí, de hecho, donde Cruz se luce como si no hubiese un mañana.

El resto de la película, aunque correcta, se siente más como un resumen de lo que pasó en la vida de Enzo Ferrari en 1957. Driver convence como el personaje —con acento italiano y peluca canosa, y todo—, y lo convierte en una figura enigmática para sus fanáticos y competidores, pero llena de conflictos internos (especialmente el sufrimiento que todavía siente por el fallecimiento de su joven hijo). Y aunque los personajes secundarios no son igual de interesantes, igual da gusto ver a actores como Patrick Dempsey (interpretando a un experimentado corredor de carros) o Shailene Woodley (quien, valgan verdades, no se esfuerza tanto como los demás en sonar como una joven italiana de los años cincuenta).

La recreación de la época, eso sí, no tiene fallas. Desde el vestuario hasta los peinados, y por supuesto, la aparición de carros de carrera clásicos de Ferrari (y de competidores como Maserati), Mann usa todos los recursos a su disposición para adentrar al espectador en este lugar y época tan particulares. Incluso el prólogo, en el que vemos a un Enzo más joven (también interpretado por Driver) participando de carreras en una suerte de “reel” de noticiero en blanco y negro, luce suficientemente verosímil. Y en general, Mann logra inyectarle una energía a “Ferrari” que no se hace evidente en el guion, necesariamente.

Tal y como se dijo líneas arriba, “Ferrari” es todo lo que uno esperaría de un “bio-pic” de una figura como Enzo Ferrari; ni más, ni menos. La narrativa se centra en un período de tiempo específico, entrelaza escenas tanto de la vida privada como de la profesional de su protagonista, y cuenta con intensas escenas de carreras (y de choques). Se trata de una película completamente convencional, que es elevada por un par de actuaciones centrales fascinantes, y el enérgico estilo de dirección de Mann. “Ferrari” no es de lo mejor que haya podido ver este año, pero está lo suficientemente bien hecha como para atraer tanto a los fanáticos de las carreras, como a aquellos que quieran ver una película más “old-fashioned” de lo que usualmente se estrena en cartelera.

Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de NEON.

Avance oficial:

70%
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