Rocanrol ’68: una divertida producción nacional

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Este 2013 ha sido un buen año para el cine nacional. Las tres películas que fueron estrenadas en el Festival de Cine de Lima en julio fueron bien recibidas, y dos de ellas ya se han estrenado comercialmente en los cines peruanos. Solo falta que se estrene Viaje a Tombuctú (se supone que lo hará el próximo año; me muero por volverla a ver), y de las otras dos, disfruté mucho de El evangelio de la carne. Lamentablemente, no tuve la oportunidad de ver Rocanrol ’68 durante el festival, pero ahora que se estrenó en varios cines de Lima, aproveché para hacerlo de una vez (me moría de curiosidad.)

Y felizmente cumplió mis expectativas.

Rocanrol ’68 es una comedia ligera y familiar, pura y simple. No trata de romper el molde, no trata de sobresalir con temas duros o una historia revolucionaria. Su objetivo es entretener, y efectivamente eso es lo que logra hacer, de repente no de modo perfecto, pero al menos de tal manera que me distrajo durante 90 minutos haciéndome reír y en general pasándola bien. Tiene sus errores, eso es innegable, pero teniendo en cuenta: 1.) que es la ópera prima de su director, Gonzalo Benavente Secco, y 2.) que toda película de este tipo siempre va a tener sus detractores porque no hay nada más subjetivo que la comedia, no está nada mal.

¿La trama? Sí, como dije, es bastante simple, pero es elevada hasta cierto punto gracias a la época en el que se desarrolla. Como el título lo sugiere, todo sucede en la década del 60, lo cual la hace sentir un poco más original y hasta incluso más inocentona que otras películas de corte parecido situadas en tiempos actuales. Ahora, dudo que la ambientación sea perfecta – de hecho encontré anacronismos por aquí y por allá, tanto en el diálogo como en el arte, todo gracias a la presencia de mis abuelos (fui a verla con ellos y mi papá), quienes evidentemente vivieron esa época – pero es lo suficientemente verosímil como para no distraer. Es de hecho una visión bastante idealizada de los 60, colorida y naive, pero funciona perfectamente dentro de la propuesta ligera y divertida del filme.

¡Ah, la trama! Sí, bueno, el protagonista es Manolo (Sergio Gjurinovic), un chico que está a punto de entrar a la universidad, pero que no quiere ser administrador, como sus padres (Norma Martínez y Javier Valdés, interpretando a un estricto marino) esperan. No, él quiere ser director de cine (yay) pero no se atreve a rebelarse. Es en el verano del ’68, época en la que debería estar preparándose para la pre-universitaria, que conoce a Emma (Mariananda Schempp), una nueva vecina de su edad que se acaba de mudar a Lima después de vivir en el extranjero. Es una chica liberal y de tendencias hippie, completamente diferente a él pero a la vez con gustos similares, y evidentemente nuestro chico se enamora inmediatamente de ella. Y como, junto con sus amigos, Guille (Jesús Alzamora), y el demente Bobby (Manuel Gold), ha jurado tener enamorada para el fin del verano, empezará a parar con ella. Lo que comienza como una amistad tiene el potencial de acabar como algo más, pero no sin antes pasar por diversas situaciones hilarantes.

El arco por el que pasa Manolo es predecible: comienza como un chico tímido, enamorada de una chica ideal, y termina la película como alguien con más confianza, más liberal y más suelto. Ahora, lo que me gustó es que el filme no ata todos los cabos necesariamente – no tenemos una gran escena en donde Manolo se rebela en contra de sus padres y decide volverse director de cine. Más bien, tenemos una película que prefiere concentrarse en el presente, mostrarnos lo que Manolo puede lograr en el momento y dejar el futuro para luego. Después de todo, así viven los adolescentes, y de hecho cuando uno tiene 16 años, los problemas sentimentales muchas veces resultan ser más importantes que las cuestiones más prácticas.

Las actuaciones me gustaron bastante. Es fácil identificarse con el personaje de Manolo, tímido, incómodo y fanático del Rocanrol (mmm… se me hace familiar…) La actuación de Gjurinovic es bastante buena; el personaje podría muy fácilmente volverse una caricatura o un estereotipo, pero felizmente Gjurinovic logra no caer en esas trampas. Schempp es igual de buena, suelta y divertida, hermosa y energética. A veces tienda a exagerar un poco la manera en que dice su diálogo, pero en general logra cautivar a Manolo y a la audiencia a la vez. Los dos tienen buena química y son creíbles como pareja, algo vital en este tipo de película.

De las actuaciones secundarias, el que se roba la película definitivamente es el Bobby de Manuel Gold. Se trata, pues, del típico personaje secundario de comedia exagerado y excéntrico. Gold tiene las mejores líneas del guión, y dado a que su ritmo cómico es casi-perfecto, hizo que me riera muchas veces. El Guille de Jesús Alzamora es más neutral y menos vistoso, pero tiene su propio sub-plot con una chica vendedora de discos (Leslie Shaw), el cual funciona en contraste a la historia de amor de Manolo. Las apariciones más breves de parte de diversos actores como Norma Martinez, Javier Valdes, Gisela Ponce de León (la hermana progresista de Manolo), Gianfranco Brero (como un médico), y Pablo Saldarriaga (el primo «Maoista» de Bobby) son bienvenidas.

Técnicamente, la película es impecable. La fotografía de Roberto Maceda (mi ex Jefe de Prácticas en la universidad, wuu) es apropiadamente saturada, con rojos bien fuertes y blancos sobre-expuestos. Le da un look bien… bueno, 60s, que evidentemente ayuda a situar la película en dicha década. El soundtrack lleno de rock peruano de la época es espectacular (¿sacarán un álbum? ¿No? ¿Nada?), y la post de audio de parte de Rosa María Oliart (mi ex profesora de la universidad, wuu) es impecable. La dirección de arte (de parte de Grecia Babieri, mi ex jefa de–… bueno, ya saben, wuu) es idealizada y colorida. Muchos han encontrado anacronismos (algunos dicen haber visto el letrero moderno de una municipalidad en una escena, pero yo ni me di cuenta) y otras fallas, pero a fin de cuentas, no se trata de un documental. Es una visión inocentona y juguetona de la época, y funciona.

En fin, Rocanrol ’68 no será necesariamente la película del año, pero como un producto hecho exclusivamente para entretener y hacer reír, se trata de un excelente ejemplar. Las actuaciones son sólidas, el guión es divertido y ligero, y técnicamente el filme es impecable. Sí, es cierto, hay algunos anacronismos, y sí, no todos los chistes funcionan, pero en general la película cumplió su cometido: me mató de risa. Me gustó el feeling bien logrado de la época, me encantó el soundtrack, y aunque la historia es predecible y se siente familiar, los personajes están bien logrados (la Emma de Mariananda Schempp se me ha quedado grabada en la mente, pero bueno, así soy de «enamoradizo» con las actrices a veces…) Si quieren pasar un buen rato olvidándose de sus preocupaciones, esta película es una muy buena opción.

Avance oficial:

75%
Puntuación
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