¿Qué es lo que podemos encontrar en los lugares profundos del planeta? ¿Algo que nos hable sobre el pasado, el presente o el futuro de la humanidad? ¿Algo que nos vincule a nuestros ancestros? ¿Algo que nos permita reconocernos a nosotros mismos, o incluso algo que nos ayude a construir un mejor futuro? Estas son algunas de las preguntas que plantea el director Robert Petit con Underland, un documental breve pero hipnótico que nos transporta a lugares a los que pocas personas se atreven a ir, pero que aparentemente guardan todo tipo de secretos ancestrales.
Underland nos presenta tres narrativas entrelazadas, todas involucrando a personas que, de alguna manera y otra, le han dedicado sus vidas a la exploración de estos oscuros y profundos lugares. Primero está Bradley Garrett, un ex arqueólogo convertido en explorador de lugares abandonados, a quien vemos primero en Las Vegas, metiéndose en en una cloaca abandonada enorme, dispuesto a descubrir todo tipo de misterios. Es ahí, de hecho, donde encuentra la evidencia de gente que antes vivió ahí, pero también elementos que le permitirán hacerse preguntas importantes.

Por otro lado, está Fátima Tec Pool, una exploradora mexicana a quien vemos en la Península de Yucatán, metiéndose junto a su equipo en un sistema de profundas cavernas que se supone fueron exploradas miles de años atrás por los mayas. Resulta, pues, que Fátima es de ascendencia maya, por lo que ha decidido meterse en este lugar para reconectar con sus ancestros, averiguar qué es lo que pudieron encontrar ahí hace tanto tiempo atrás, y con algo de suerte, darse cuenta de las similitudes que hay entre los mexicanos de hoy y los de hace tantos años.
Finalmente, está Mariangela Lisanti, una física teórica que se dedica a investigar la Materia Negra. La Materia Negra es, pues, un elemento que compone el 80% del universo, pero que no puede ser visto ni olido ni tocado. Solo sabemos que existe debido a su atracción gravitacional, y a la forma que parece conectar a las diferentes galaxias que componen nuestra existencia. Junto a otros profesionales, ha sido capaz de instalar máquinas enormes que, con algo de suerte, deberían ser capaces de encontrar alguna evidencia de la existencia de la Materia Negra. Puede que Mariangela esté en un laboratorio subterráneo en Canadá, pero su trabajo tiene considerables repercusiones cósmicas y en otras partes del planeta.
Narrado por la gran Sandra Huller (Anatomía de una caída), quien le otorga un tono etéreo y hasta un poco surrealista al documental, Underland se termina desarrollando como una experiencia que le intenta encontrar algún tipo de realidad poética a lugares y eventos concretos. Por ende, intenta ahondar en el significado de la existencia de estos lugares a miles de kilómetros bajo tierra, haciendo conjeturas sobre su importancia a nivel cósmico, pero también histórico. El interés de Petit y su equipo no está necesariamente en lo científico, si no más bien en lo abstracto, en lo conceptual. ¿Qué podemos encontrar a nivel humano, a nivel autoreflexivo en este tipo de lugares?
Es por eso, también, que se hace un gran énfasis en las motivaciones de los protagonistas. Bradley, por ejemplo, se encontró con una comunidad dedicada a la exploración de lugares abandonados, y es gracias a ello que descubrió una nueva vocación, alejada de la arqueología. Fátima quiere reconectar con sus raíces y estar en los mismos lugares que sus antepasados, tratando de averiguar cómo es que llegaron a estas cavernas únicamente con antorchas, sin todo el equipo tecnológico con el que cuenta ahora. Y por supuesto, Mariangela quiere ayudar a la humanidad, intentando encontrar respuestas que nos podrían ayudar en el futuro, por más de que ella probablemente no vaya a ser capaz de disfrutar de sus consecuencias.
Todo esto es transmitido de forma refrescante y en poco tiempo. Underland dura poco menos de una hora y quince minutos, lo cual quiere decir que logra desarrollar las historias de toda esta gente de forma breve y eficiente, vinculándolas a la narración de Huller que se concentra en conceptos más abstractos relacionados a la conexión entre pasado, presente y futuro, y los diferentes seres humanos que van a estos lugares. Además, el filme luce absolutamente espectacular, mostrándonos imágenes increíbles en sitios como las cavernas de Yucatán, las bases científicas en las que trabaja Mariangela, o incluso los lugares abandonados, mojados, inundados y sucios en los que se mete Bradley.
Underland me sorprendió gratamente. Es verdad que el poco comentario social que incluye, relacionado al cambio climático, se siente gratuito, como si estuviera ahí “de yapita”. Y es verdad que al ser una experiencia tan corta, fácilmente hubiese podido quedarse por más tiempo con sus interesantes protagonistas. Pero incluso tomando en consideración aquellos defectos, Underland se termina sintiendo como un documental importante, visualmente espectacular y que mucho los podrá hacer reflexionar sobre la naturaleza humana, y sobre lo que se puede llegar a hacer cuando uno se enfrenta a lo desconocido. Puede que no sea necesario ir a lugares a miles de kilómetros bajo tierra para encontrar respuestas, pero ciertamente hay que agradecer que existan personas dispuestas a hacerlo sin miedo.
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