Rocketman

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Si hay un artista que no merecía un biopic genérico, es Elton John. Lo mismo se hubiera podido decir de Freddy Mercury y Queen, de hecho, pero desgraciadamente eso fue lo que obtuvimos con “Bohemian Rhapsody” (no odio la película, pero tampoco puedo decir que se trate de algo especial.) Dicha comparación es apropiada, considerando que el director de “Rocketman”, Dexter Fletcher, fue llamado a completar la semi-biografía de Mercury y su banda luego de que Bryan Singer —quien ahora sabemos no es una buena persona, precisamente— fue despedido de la producción. Pero no cometan el error de creer que, porque Fletcher trabajó en ambas películas, “Rocketman” es una experiencia similar a “BoRap”.

De hecho, la película sobre Elton John es una propuesta completamente distinta, una que aprovecha al máximo secuencias de fantasía surrealista y una actuación central formidable, para presentarnos la vida de su protagonista tal y como, estoy seguro, él quiere. En pocas palabras: “Rocketman” no es un biopic convencional, y por ende, termina siendo un producto extremadamente entretenido e innegablemente emotivo. Puede que la película no nos cuente todo lo que los fanáticos y fanáticas de John saben sobre su vida, pero acá lo importante es que se siente como algo que le pertenece al famoso cantante británico al 100%. Y lo mejor es que ni el guión de Lee Hall ni la dirección de Fletcher le tienen miedo a mostrarnos algunos de los sucesos más chocantes de su vida —no es un relato censurado, ni tendría por qué serlo.

“Rocketman” abarca aproximadamente treinta años de la vida de John, desde su infancia en los años 50, hasta algunos de los años más complicados de su vida, durante la década de los 80. De niño, lo vemos crecer como un prodigio del piano, estudiando en la Royal Academy of Music, y siendo ignorado tanto por su frío padre, Stanley (Steven Mackintosh) como por su despreocupada y egoísta madre, Sheila (Bryce Dallas Howard). Sin embargo, no le toma demasiado tiempo el ir haciéndose famoso, especialmente luego de que conoce a Bernie Taupin (Jamie Bell), un escritor de letras musicales, y comienza a trabajar con él.

Ya de adulto, la película nos presenta los sucesos más importantes de su vida, desde la creación de su primer álbum, hasta sus giras más populares, y por supuesto, sus relaciones amorosas —especialmente la que mantuvo por años con su manager personal, John Reid (Richard Madden). Todo esto es presentado a manera de flashback, con el mismísimo John contándole la historia de su vida —hasta ese momento— a un grupo de alcohólicos anónimos. Después de todo, John era un adicto a toda suerte de licores y drogas en los años 80, y como nos vamos dando cuenta a lo largo de la cinta, necesitaba de toda la ayuda posible para poder surgir de entre las cenizas.

Para sorpresa de pocos, uno de los puntos fuertes de “Rocketman” es el trabajo de Taron Egerton como Elton John. Puede que suene un poco a cliché, pero Egerton no imita a John —se convierte en él, haciendo que el espectador olvide completamente al joven actor y simplemente vea a la superestrella del pop-rock. Los manierismos, la manera en que se mueve y habla, sus expresiones faciales —se trata de una excelente interpretación que le permite al público identificarse completamente con el personaje, especialmente cuando pasa por algunos de los momentos más tristes de su vida. Y lo mejor es que, a diferencia de Rami Malek en “Bohemian Rhapsody”, Egerton canta todas sus canciones —y lo hace magníficamente.

De hecho, disfruté mucho de la manera en que la música es utilizada a lo largo del filme. La inclusión de canciones y números musicales no se siente forzada ni gratuita; a diferencia de otros musicales, dichos momentos no le ponen un pare a la narrativa, ni le quitan ritmo. Más bien, acá cada canción ha sido seleccionada cuidadosamente para ser utilizada en momentos donde puedan ayudar a avanzar la trama, o a denotar una emoción en particular que puede estar sintiendo John o alguno de los personajes secundarios. Los números musicales fluyen sin mayores problemas; las transiciones son suaves como la mantequilla, y las coreografías son prácticamente perfectas. En pocas palabras, la música se siente como parte del ADN de “Rocketman” —resulta difícil imaginarse la cinta sin las canciones, pero más importante, sin las mismas tal y como han sido usadas por Fletcher.

Lo mismo podría decirse sobre las secuencias de fantasía surrealista, de hecho. Fletcher hace evidente desde un primer momento que las secuencias que escenifican los sentimientos o la voz interna de John van a ser parte importante de la narrativa, razón por la cual metáforas visuales como un público que comienza a flotar durante su primer concierto, o una escena en la que confronta a las personas que más daño le han hecho en su vida (y al único que le ha hecho verdadero bien), no se sienten fuera de lugar. Sí, algunos momentos pueden llegar a ser algo cursis, pero todo se siente coherente con la propuesta en general, y más importante, con el estilo y la personalidad de Elton John. La inclusión de elementos fantásticos simplemente tiene sentido, y convierte a “Rocketman” en algo mucho mejor que un simple biopic.

Resulta fascinante, también, la caracterización que el guión le da a John, y el arco por el que tiene que atravesar para poder crecer, como persona y como artista. Se nota que el verdadero John no tenía miedo de lanzar una película que muestre sus secretos más oscuros —a diferencia de “Bohemian Rhapsody”, “Rocketman” no se siente como una versión ligeramente purificada de su vida. John es presentado como un hombre inicialmente tímido pero siempre con el autoestima baja; como alguien que toda la vida ha requerido de atención y de amor, pero que nunca los pudo encontrar. Todo el punto de la película es ver cómo, eventualmente, logra aceptarse a sí mismo, alejando de su vida a la gente que le hace daño, y pidiéndole perdón a su mejor amigo (Bernie), a quien estuvo antagonizando innecesariamente. Se trata de una caracterización honesta y realista del cantante, la cual ayuda a que la historia narrada por el filme funcione mejor, tanto emocional como intelectualmente.

“Rocketman” es un musical de primer nivel, sí, pero también es un drama eficiente y excelentemente actuado —Egerton está formidable, de eso no hay duda, pero todos los actores secundarios, desde un sórdido Richard Madden, hasta una odiosa Bryce Dallas Howard, están muy bien. Pero más importante, “Rocketman” nos propone algo mucho más honesto y visualmente interesante que “Bohemian Rhapsody”, demostrando que no es necesario esconder o censurar ningún aspecto de la vida de su protagonista para poder atraer al público. Como deben imaginarse, “Rocketman” hará que salgan del cine cantando los más grandes hits de Elton John, pero posiblemente, también hará que suelten, aunque sea, un par de lágrimas. No me imagino un mejor homenaje para uno de los artistas británicos más importantes que jamás hayan vivido.

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