El caballero de la noche

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Diez años. Es increíble que haya pasado tanto tiempo desde el estreno de “El caballero de la noche”, para algunos, todavía la mejor película de superhéroes jamás estrenada. Recuerdo cuando fui a verla al cine —cuatro veces, si mal no recuerdo, de jueves a domingo, una función por día. Fue la primera vez en mi vida que me animé a ver una película en la pantalla grande tantas veces seguidas, acompañado por diferentes personas; tal fue la impresión que causó en mi, incluso a una relativamente corta edad (diecisiete años). De hecho, hasta fue uno de los primeros Blu-ray que jamás me compré, edición que todavía conservo y que todavía veo de cuando en cuando.

Y no soy el único al que la cinta terminó impresionando tanto. Ninguna de las películas posteriores de DC —no, ni siquiera “La Mujer Maravilla”— ha logrado acumular críticas, comentarios y reacciones tan positivas, demostrando que el cine de superhéroes y cómics pueden ser algo más que simples efectos visuales, explosiones y momentos de diversión. La gente de Marvel Studios ha logrado desarrollar un universo cinematográfico espectacular, intrínsecamente interconectado y consistentemente entretenido, pero ninguna de sus películas ha llegado al nivel de esta obra de Christopher Nolan (siendo justos, ninguna de las películas del Universo de DC lo ha logrado tampoco, pero esa es otra historia). Hasta cierto punto, “El caballero de la noche” dejó la valla quizás demasiado alta.

Esto se debe, en primera instancia, a que, en términos formales, “El caballero de la noche” no es solo una cinta de superhéroes. Podría considerarse más, en todo caso, como un thriller o un drama criminal, un filme cuyas inspiraciones están más en el cine policial —filmes como “Heat”, de Michael Mann, el cual ha sido mencionado por Nolan varias veces en relación a esta producción— que en otras películas de DC o Marvel. Nolan decidió enfocarse en sus personajes, en desarrollar una trama llena de dilemas morales y sacrificios personales, y hacer que todo gire alrededor de una premisa que, al menos en un nivel muy básico, fue levantada de las páginas de los cómics. Pero eso es todo; los cómics son la inspiración de “El caballero de la noche”, solo la base que utiliza para desarrollar algo más complejo, más maduro y más siniestro.

Se trata, pues, de una película que se lleva a cabo en un mundo donde las consecuencias verdaderamente importan. No es una cinta ligera en donde la muerte es una inconveniencia temporal, donde la violencia es limpia, y donde los villanos pueden ser derrotados a puro balazo, súper golpe o explosión. Lo intrigante de “El caballero de la noche” es que, a pesar de tener como protagonista a un hombre que decide vestirse de murciélago y salir todas las noches a combatir el crimen, está desarrollada de tal manera que uno siente que podría llevarse a cabo en un mundo como el nuestro, en un contexto sociocultural muy similar al de un Estados Unidos contemporáneo. Se siente verosímil, lo cual no siempre sucede con películas de este tipo.

La entrega anterior de la saga, “Batman Inicia”, fue un excelente comienzo, pero esta secuela la supera en básicamente todo sentido. Luego de derrotar al nefasto Ra’s Al Ghul (Liam Neeson), Batman / Bruce Wayne (Christian Bale) se ha convertido en un héroe legendario en Ciudad Gótica, tanto así que trabaja mano a mano con la policía y el lugarteniente Jim Gordon (Gary Oldman) para acabar con el crimen organizado. Puede que la mafia parezca prácticamente imposible de erradicar, pero felizmente tienen la ayuda de un nuevo fiscal de distrito, Harvey Dent (Aaron Eckhart), que ha logrado ayudar a la ciudad incluso más que Batman, sin necesidad de disfrazarse ni sacrificar su integridad moral.

Desgraciadamente, un nuevo jugador ha llegado a la ciudad. El Guasón (Heath Ledger) es un monstruo desalmado, una figura maquiavélica que disfruta de los juegos sádicos, y que quiere probar un punto a la hora de manipular a la mafia, y de tratar de corromper a Dent, el nuevo “caballero blanco” de la Ciudad. Es por ello que le pide una sola cosa a Batman: revelar su identidad, o seguirá causando caos en Ciudad Gótica, matando gente, y usando tanto a la policía como a las familias criminales para sus propios propósitos.

“El caballero de la noche” es épica sin necesidad de ser explosiva o abusar de efectos visuales generados por computadora. Nolan logra desarrollar una Ciudad Gótica que, a pesar de ser menos, bueno, gótica que la versión de Tim Burton, se siente más viva, más real. Para ello, logra poblarla de toda suerte de personajes memorables que le otorgan color, desde los miembros de la mafia (el Sr. Lau de Chin Han, el Gambol de Michael Jai White, el Chechenio de Ritchie Coaster, o por supuesto, el Salvatore Maroni de Eric Roberts), hasta los agentes de policía (Gordon, su asistente Ramirez (Monique Curnen), Stephens (Keith Szarabajka) y el alcalde de Nestor Carbonell) y los amigos (o familia) de Bruce: el genio tecnológico Lucius Fox (Morgan Freeman), su mayordomo Alfred (Michael Caine) y por supuesto, el amor de su vida, Rachel (Maggie Gyllenhaal, reemplazando a Katie Holmes).

Hasta cierto punto, “El caballero de la noche” se podría considerar como una película de ensemble, es decir, un filme en donde el grupo de personajes en general es más importante que un solo protagonista. Cada uno de estos personajes tiene un rol qué jugar, y cada intérprete lo hace de manera prácticamente perfecta. Bale es, por supuesto, genial tanto en el rol de Wayne (engreído, excéntrico, mujeriego) como en el de Batman (sacrificado, incapaz de matar), aunque es cierto que su voz rasposa llega a fastidiar hacia el final de la película. Y Aaron Eckhart interpreta a Dent como un verdadero héroe; quienes sepan de cómics saben que es lo que tiene que pasarle eventualmente, pero esto no hace que su destino final sea menos trágico. De hecho, todo lo contrario.

Pero es Heath Ledger quien se roba el show. Su Guasón es una fuerza de la naturaleza, un monstruo que termina siendo el opuesto de Batman en todo sentido: mientras que nuestro héroe es incapaz de matar, el Guasón disfruta haciéndolo; mientras que Batman siempre está en el lado de la moral, del orden, el Guasón es puro caos y destrucción y ambigüedad moral, obligando al Hombre Murciélago a tomar las decisiones más difíciles. No tiene historia pasada (se inventa un par para intimidar a sus víctimas) ni nombre real ni nada por el estilo; el Guasón simplemente es, lo cual lo convierte en un enemigo formidable, siempre en oposición a Batman, dispuesto a sacarle el lado más feo a la población de Gótica, interesado más en el caso absoluto que en cosas como dinero, poder o control. No ha habido villano más formidable que este en una película de DC, y dudo que vaya a haberlo en mucho tiempo.

Y es precisamente el Guasón quien le permite a la película convertirse en una experiencia tan imprevisible. Usualmente, este tipo de filmes siguen una fórmula preestablecida, la cual, siendo honestos, funciona muy bien, pero no es particularmente original o sorprendente. Nolan, por su parte, decidió alejarse un poco de eso, y enfrentar a Batman a un enemigo que claramente es capaz de todo por alterar el status quo. Uno realmente siente que los protagonistas están en peligro, que podrían morir en cualquier momento, y que Gótica es una ciudad peligrosa precisamente debido a la presencia del Guasón; por ende, la tensión durante las escenas de acción es palpable, es desesperante. Hay muchísimo en juego durante “El caballero de la noche”, desde la vida de Rachel y Dent, hasta el destino de la ciudad entera, y la reputación de Batman como figura mítica. Es un acto de balance para el que Nolan está más que preparado.

Obviamente, al ser una película de Batman, “El caballero de la noche” está repleta de secuencias de acción, y la mayoría de estas están espectacularmente filmadas. El prólogo, en el que vemos al Guasón y su banda asaltar un banco controlado por la mafia de Maroni, es uno de los mejores comienzos de cualquier blockbuster millonario que jamás se haya estrenado; tenso, visualmente espectacular (¡ese plano aéreo del edificio!), y coherente con la caracterización del villano. Destaca, también, una increíble escena de persecución, con Dent dentro de un vehículo blindado, Batman en el tumbler (¡el cual se convierte en una moto!), y el Guasón colgado de un camión, bazooka en mano. La secuencia culmina en uno de los mejores planos de la trilogía: el camión dando una vuelta hacia adelante, todo filmado de verdad con varias cámaras, sin usar efectos digitales ni nada por el estilo.

Por supuesto, no todo puede ser perfecto, y donde Nolan flaquea más es en las escenas de combate mano a mano. Abusa de las cámaras en mano, nerviosas y confusas, y de los cortes rápidos, lo cual convierte a la mayoría de estos encuentros en ejercicios de incoherencia (consideren, si no, la pelea de Batman contra los secuaces del Espantapájaros (Cillian Murphy) y el Chechenio). Hacia el final, por otro lado, Batman hace uso de un nuevo tipo de sonar, y Nolan decide insertar imágenes del mismo, generadas por computadora y moviéndose rápidamente; esto solo causa que uno se maree, y no termine por entender bien la geografía de la secuencia de acción que está tratando de desarrollar.

Felizmente, estos defectos son menores, y no terminan por arruinar la experiencia de ver “El caballero de la noche”. Resulta fascinante, luego de diez años, y habiendo disfrutado (o no tanto) de tanta película de superhéroe, regresar a esta secuela, la cual logra ser madura y seria sin ser tan deprimente e innecesariamente cínica como “Hombre de acero” o “Batman v Superman”, ni tan ligera como la mayor parte de las cintas del Mundo Marvel. “El caballero de la noche” es un filme dramático y tenso porque así lo requiere la historia, y no porque Nolan esté tratando de forzar un estilo que no sea coherente con los personajes del cómic. Hay humor seco cuando es necesario, pero la mayor parte del tiempo, uno está al borde del asiento, tratando de adivinar como es que Batman y los demás podrán librarse de los maléficos planes del Guasón.

No hay mucho más que pueda escribir sobre “El caballero de la noche”, y mucho menos ahora que la película ha cumplido diez años, y muchos más textos han sido publicados al respecto. Se trata de una cinta que utiliza la mayoría de temas desarrollados por su predecesora y los expande —los desarrolla como parte importante de la narrativa —, y que enfrenta a dos personajes opuestos, que se retan el uno al otro para sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Es heroísmo vs. cinismo, control vs. caos, autosacrificio vs. egoísmo, luz vs. oscuridad —y por más que el Guasón quiera demostrar que no se puede regresar ni a la Gótica controlada por la mafia, ni a una versión más esperanzadora de la misma, Batman hará todo lo que pueda (incluso sacrificar su propia reputación) para evitar que lo haga.

Mucho se esperaba del cierre de la trilogía, y aunque “El caballero de la noche asciende” NO es una decepción, ciertamente palidece en comparación a la genialidad que es “El caballero de la noche” (sin duda, la muerte de Ledger no ayudó —se supone que el Guasón iba a regresar para la tercera película, por lo que Nolan y compañía tuvieron que reescribir el guión). Hasta “Batman Inicia”, con lo sólida que es, no llega a estar al nivel de su secuela, un thriller dramático que está más interesado en desarrollar contenido temático, en presentar personajes creíbles y muy humanos, y en poner a sus protagonistas en las situaciones más peligrosas posibles, que en mostrar explosiones, balaceras o efectos digitales. “El caballero de la noche” no es la película de superhéroes más espectacular o divertida jamás hecha (alguna de la MCU probablemente se lleva ese premio), pero ciertamente es la más madura, compleja e intrigante de todas. Y es por eso que jamás me cansaré de verla —o recomendarla.

 

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