Misión: Imposible – Repercusión

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La franquicia de “Misión: Imposible” es una de las pocas que va mejorando con cada entrega, en vez de irse haciendo más cansada, más tediosa y menos original, como suele pasar con la mayoría. La primera entrega, dirigida por el a veces infame Brian DePalma, es una intrigante  (y a veces confusa) historia de espías; la segunda intentó algo totalmente distinto, y nos entregó una aventura enfocada más en la acción (explosiva, exagerada, llena de palomas) que en la intriga y el suspenso; la segunda secuela manejó un mejor balance entre acción y suspenso, gracias a la dirección del talentoso J.J. Abrams; la cuarta parte es, para muchos, la mejor ,gracias a la espectacularidad de sus secuencias de tensión (¡Tom Cruise es escalando el Burj Khalifa de verdad!) y la quinta repitió el mismo plato, esta vez con un nuevo director.

Revisando la saga en general, es claro que las películas de “Misión: Imposible” se han ido alejando de los estereotipos inherentes al género, y han ido desarrollado su propia identidad, enfocándose en dos elementos que la convierten en experiencias verdaderamente emocionantes: el trabajo en equipo (es decir, misiones que tienen que ser cumplidas por el Ethan Hunt de Tom Cruise y sus amigos, y no él solo) y las acrobacias locas que Cruise es capaz de hacer en nombre del realismo, desde escalar el edificio más alto del mundo, hasta colgarse de la puerta de un avión en pleno despegue, y subirse a un helicóptero en vuelo.

Por ende, cada vez que se estrena una película de estas, uno va al cine haciéndose dos preguntas: “¿cómo avanzará la historia?” y “¿qué locura hará Tom Cruise esta vez?” Y afortunadamente, “Misión: Imposible – Repercusión” cumple con ambos requerimientos, respondiendo ambas preguntas de manera inmensamente satisfactoria. “Misión: Imposible – Protocolo Fantasma” (la cuarta entrega dirigida por Brad Bird) sigue siendo la cinta más emocionante, más espectacular y más sólida, pero “Misión: Imposible – Repercusión” le sigue muy de cerca. Se trata, pues, de una de las películas de acción más tensas que haya visto en mucho tiempo; hace tiempo que no sudaba en una sala de cine, y así como me da gusto cuando una comedia hace reír o cuando una película de terror me aterra, nada me satisface más que un filme como “Misión: Imposible – Repercusión”, que hace que me muerda las uñas de la tensión.

Ayuda, también, el que la franquicia haya adquirido un sabor más parecido al de los filmes de James Bond, pero sin tomarse demasiado en serio a sí misma, y con menos contenido sexista. Aquí, las mujeres no son Chicas Bond (¿o Chicas Hunt?) que solo sirven para satisfacer los deseos sexuales del protagonista. Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) es igual o más competente que Hunt, una espía internacional cuya lealtad no siempre está del todo clara. Y Julia (Michelle Monaghan), aunque ahora un poco alejada del mundo tan peligroso al que pertenece su ex pareja, está de vuelta para cerrar aquél hilo narrativo, el cual estuvo en stand by durante las dos entregas anteriores.

Esta vez, el MacGuffin (el objeto por el que todo el mundo se comienza a matar) es un maletín con tres esferas de plutonio. La IMF (la Impossible Mission Force; sí, en serio) estuvo a punto de obtenerlo, pero Hunt tuvo que decidir entre la misión y su mejor amigo, Luther Stickel (Ving Rhames), y eligió al segundo. Para su jefe, Hunley (Alec Baldwin) tomó la decisión correcta, pero la líder de la CIA, Erica Sloan (Angela Bassett) no está de acuerdo, por lo que manda a uno de sus mejores hombres, August Walker (Henry Cavill, con el mostacho que tanto problema le causó a “La Liga de la Justicia”) para supervisar la recuperación del plutonio.

Dicha acción obligará a Hunt y a su equipo, el cual también incluye al experto en tecnología, Benji Dunn (Simon Pegg), a enfrentarse a Walker, y a involucrarse con una “corredora” a la que llaman la Viuda Blanca (Vanessa Kirby), así como en antagonista de la cinta anterior, Solomon Lane (Sean Harris). Previsiblemente, la narrativa se desarrollará de tal manera que el destino del mundo estará en peligro.

Puede que Jeremy Renner (Brant) no esté de vuelta, pero “Misión: Imposible – Repercusión” definitivamente se siente como una película de “Misión: Imposible”. Disfruté bastante de “Rogue Nation”, la cual fue dirigida y escrita también por el talentoso Christopher McQuarrie, pero “Misión: Imposible – Repercusión” es superior en todo sentido. Las actuaciones son más convincentes, la trama es más interesante y está mejor construida, y las secuencias de acción son infinitamente más tensas, culminando, usualmente, en alguna acrobacia que deja molido a Hunt, o que termina por acabar con alguno de sus contrincantes.

Consideren, si no, la pelea mano a mano entre Hunt, Walker y un asesino en el interior de un baño de discoteca. Se trata de uno de los combates más impresionantes de la saga, un enfrentamiento perfectamente coreografiado en el que la edición, el sonido, y los movimientos de los actores son aprovechados al máximo para que uno sienta cada golpe en los huesos. Olvídense de las cámaras en mano o la edición hiperactiva; McQuarrie sabe como filmar su acción, para que sea fácil de comprender, y se vea real. O consideren también, si no, la secuencia casi maratonezca en donde vemos a Cruise saltar de techo en techo (así fue como se rompió el tobillo en pleno rodaje), o la escena final donde lo vemos colgado (¡de verdad!) de un helicóptero en vuelo. Si “Misión: Imposible – Repercusión” funciona mejor que cualquier cinta de “Rápidos y Furiosos”, es porque cada acrobacia, cada escena de peligro, se ve verosímil, como algo que fue filmado en cámara y no creado por imágenes computarizadas.

Además, cabe recalcar la manera en que McQuarrie va aumentando gradualmente el suspenso de secuencia en secuencia, poniendo a Hunt y su equipo en situaciones cada vez más peligrosas. Hunt no es un superhéroe invencible; le disparan, le pegan y hasta lo golpean con carros, y sale malherido de todos estos encuentros; es fácil identificarse con él y sentir que está en peligro, porque no es perfecto. Pero a la vez, es el protagonista ideal gracias a lo implacable que es, siempre decidido a hacer todo lo que pueda por salvar al mundo. Es parte importante de su caracterización, es parte importante del desarrollo de la trama (adivinen por qué Julia lo dejó…) y es la razón, aparte de lo técnico, por la que la acción lo deja a uno al borde del asiento.

Si “Misión: Imposible – Repercusión” no funciona tan bien como “Protocolo Fantasma”, más bien, es porque dos horas y media termina siendo demasiado incluso para una película como esta, en la que las secuencias de violencia son frecuentes, los giros en la trama son casi infinitos, y los personajes son muchos. Una que otra escena (especialmente una persecución en Paris) pudo haber sido acortada, y el clímax de la historia, en las montañas de Cachemira, en la India, aunque emocionante, llega a cansar hacia el final (¿qué tanto puede caer un par de helicópteros?). “Misión: Imposible – Repercusión” me dejó exhausto, y aunque esto es lo mejor que puede causar una película de acción en su público, creo que también se debe a que se extiende demasiado.

Hay mucho que aprender del de trabajo de McQuarrie en la franquicia de “Misión: Imposible”: en un filme de acción, la tensión y la verosimilitud son de extrema importancia (nada peor que secuencias de acción aburridas y carentes de adrenalina), pero como en cualquier otra cinta, la historia y los personajes son igual de relevantes. Cruise está igual de carismático que siempre, Pegg y Rhames son hilarantes, Henry Cavill es intimidante como Walker (de Superman no tiene nada) y Lane es de los mejores villanos que ha tenido la franquicia. “Misión: Imposible – Repercusión” es un excelente blockbuster de acción, épico e intrigante e increíblemente inquietante, y la máxima prueba de que McQuarrie, Abrams (sigue como productor) y Cruise saben como manejar la franquicia. Si mantienen este nivel de calidad, pueden seguir sacando todas las secuelas que quieran.

 

Avance oficial:

90%
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