Jojo Rabbit

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¿Cómo hacer una comedia sobre Adolfo Hitler? Después de todo, se trata de una de las figuras más infames de la historia de la humanidad, un hombre responsable por la muerte de millones de personas inocentes, y el causante de una de las más terribles guerras que jamás se hayan llevado a cabo en nuestro planeta. Pero sí Charlie Chaplin pudo hacerlo—sin dejar de lado el aspecto emocional, claro está— y si, para algunos, al menos, Roberto Benigni también pudo, entonces el director Taika Waititi también debería ser capaz de realizar algo interesante, al menos en teoría. ¿Quién más, si no el director maorí-judío que nos entregó filmes tan diversos como “Hunt for the Wilderpeople”, “Lo que hacemos en las sombras”, y “Thor Ragnarok”?

Y aunque no puedo declarar que “Jojo Rabbit”, basada en la novela de Christine Leunens, es un rotundo éxito, definitivamente hace un buen trabajo a la hora de presentarse como una comedia “anti odio” sobre Hitler. Se trata de un filme que trata de manejar varios tonos, pasando de la tragedia a la comedia a la violencia de manera casi hiperactiva, pero que en términos generales, funciona tanto a nivel narrativo como emocional. Dependiente de actuaciones verdaderamente memorables por parte del reparto entero, y enfocada en transmitir un mensaje bastante claro sobre lo absurda que puede resultar una guerra, y lo verdaderamente trágicas que son las consecuencias de la misma, “Jojo Rabbit” es un filme, por momentos, frustrantemente inconsistente, pero bienintencionado y honesto.

La película está narrada desde el punto de vista de Jojo (Roman Griffin Davis), un niño alemán de nueve años fanático de Adolfo Hitler y su potencial tercer Reich. Su habitación está llena de afiches y propaganda, y a pesar de no ser tradicionalmente “rudo”, ha decidido formar parte del ejército juvenil de Hitler, lo cual lo lleva a pasar por un breve entrenamiento con otros niños, incluyendo a su mejor amigo, Yorki (Archie Yates). Es ahí, sin embargo, y bajo la supervisión del Capitán Klenzendorf (Sam Rockwell), que Jojo sufre un accidente, razón por la que regresa a casa con su mamá, Rosie (Scarlett Johansson) para recuperarse.

Pero a pesar de que su amorosa progenitora parece tener los mismos ideales que Jojo, este último descubre un sorprendente secreto en casa: Rosie ha estado escondiendo a una joven judía llamada Elsa (Thomasin McKenzie) para que los Nazis no la atrapen. Al principio, Jojo no está demasiado contento con dicho descubrimiento, y su amigo imaginario, una versión alocada y exagerada de Hitler (Taika Waititi), trata de convencerlo de que debería revelar su paradero. Pero poco a poco, nuestro protagonista se va encariñando con Elsa, dándose cuenta que no todo lo que le han vendido sobre Hitler y los Nazis es cierto, y que de repente, los judíos son (¡oh por dios!) seres humanos como todos los demás.

Uno de los elementos más llamativos de la película es el rol del Hitler imaginario interpretado por Waititi. Se trata de un recurso bastante ingenioso para mofarse del dictador Nazi, presentándolo como un ser ridículo, prácticamente infantil, quien considera a los judíos como monstruos (literalmente), y que trata de ofrecerle cigarrillos a Jojo todo el tiempo, a pesar de que este último no tiene más de diez años de edad. La interpretación de Waititi es suficientemente caricaturesca —no se trata de una versión “real” de Hitler, después de todo—, pero más importante, la presencia de dicho personaje sirve para poner en perspectiva a los Nazis, destacando sus características más absurdas, y mofándose de ellos.

Porque, al menos en términos generales, “Jojo Rabbit” es una burla absoluta de Hitler, los Nazis, y todo lo que representaban. El simple hecho de que un actor/director maorí-judío lo represente es una gran prueba de ello —el mismo Waititi lo ha dicho—, y aunque en muchos momentos, la película se queda en la superficie —una evidente consecuencia de transformar a estas personas en caricaturas andantes, desde el mismísimo Hitler, hasta sus incompetentes generales, e incluso los miembros de la Gestapo—, nunca deja de ser absolutamente hilarante. Consideren, si no, la secuencia en la que vemos a un miembro de la Gestapo —interpretado por Stephen Merchant— visitando la casa de Jojo, en busca de Elsa. No quiero malograr el gag —sólo basta con decir que dicho momento ilustra a la perfección lo ridículos que eran los protocolos Nazis.

El joven Roman Griffin Davis está genial como el titular Jojo —lo interpreta como un niño fanático de lo que significa ser un Nazi a nivel superficial —la peleas, los uniformes, el sentirse como alguien que pertenece a algo relativamente importante—, pero que no entiende exactamente qué es lo que implica la ideología de Adolfo Hitler. En cierto sentido, se trata de un personaje extremadamente inocente, que trata de crecer demasiado rápido, sin medir las consecuencias de sus acciones, y sin considerar, como muchos niños, que los adultos podrían estar mintiéndole sin sentir vergüenza. Es una sólida actuación central, la cual logra obtener un buen balance entre lo adorable y lo cínico.

Scarlett Johansson destaca como su madre, Rosie, el único personaje que verdaderamente cree en algo, y que está dispuesta a arriesgar su propia vida para pelear por ello. Johansson demuestra lo carismática y maternal que puede ser en las escenas que comparte con Griffin Davis, pero también su fortaleza de carácter durante algunos de los momentos más serios. Archie Yates es divertido como Yorki; Thomasin McKenzie mantiene una fuerte química con Griffin Davis; Sam Rockwell interpreta a Klenzendorf como un general que, de repente, no cree tanto en el Nazismo como sus compañeros y superiores, y aunque Rebel Wilson tiene momentos muy graciosos, en otros se siente un poco fuera de lugar. Por otro lado, y a pesar de tener un rol pequeño, Stephen Merchant es suficientemente intimidante como Deertz, un miembro de la Gestapo.

Por más de que “Jojo Rabbit” sea una sátira bastante bien construida, en donde la mayoría de gags funcionan, y en donde Waititi logra burlarse de Hitler y su ideología de manera efectiva, es durante los últimos treinta minutos de metraje que el tono de la cinta cambia completamente, abandonando casi por completo la comedia para transmitir, de manera poco sutil, el mensaje central de la historia. Puede que para algunos dicha transición se sienta algo abrupta, pero para su servidor, es una de las características más notables de “Jojo Rabbit”. De hecho, los últimos momentos de la película son extremadamente emotivos, demostrando que Waititi logra desarrollar una fuerte conexión entre el público y sus personajes centrales. Sí, se trata de una suerte de manipulación emocional que pudo haber sido tratada de manera más sutil y elegante, y sin embargo, igual cumple su cometido.

“Jojo Rabbit” es una película inesperada; una sátira que se burla sin piedad de Hitler y los Nazis, y que a la vez, trata el contexto en el que se lleva a cabo la historia con respeto y solemnidad. Uno jamás siente que Waititi le está faltando el respeto a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial; más bien, lo que hace es demostrar lo errado que estaba Hitler, y utilizar la comedia para resaltar lo horrible que fueron las consecuencias de sus acciones, y las maneras en que mucha gente —desde los mismos alemanes, los seguidores de los Nazis, y los niños a quienes habían tratando de lavarles el cerebro, hasta, por supuesto, los judíos —fueron víctimas de su forma de pensar. Es una película que por momentos se puede sentir un poco inconsistente —especialmente en lo que se refiere al manejo de diferentes tonos, y a lo poco sutil que es a la hora de transmitir su mensaje principal—, pero que termina cautivando al espectador, especialmente a nivel emocional. “Jojo Rabbit” es un proyecto arriesgado que, felizmente, no termina por decepcionar.

 

Avance oficial:

80%
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