La esposa

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“La esposa” es una película de la vieja escuela, el tipo de producción que ya no se ve tan a menudo en nuestra cartelera. O mejor dicho, el tipo de película proveniente de los Estados Unidos que ya no se ve con frecuencia en nuestra cartelera: un drama impecablemente actuado por sus protagonistas, que se centra más en el desarrollo de sus personajes y en la narrativa, que en elementos visuales o superficiales. Sí, no se trata de un producto particularmente revolucionario —de hecho, si tienes experiencia viendo ese tipo de historias, podrás adivinar algunas de las sorpresas narrativas que la cinta se guarda bajo la manga por demasiado tiempo—, pero definitivamente cumple bien su cometido, y termina convirtiéndose en una alternativa fresca, como para descansar de los blockbuster explosivos o las comedias absurdas.

Ahora bien, es prácticamente imposible escribir sobre la “La esposa” sin considerar la época en la que se ha estrenado. Después de todo, estamos viviendo una época de cambio, en la que los roles de género están cambiando (para bien) y en el que las relaciones de antes del siglo 21 pueden verse como injustas, hasta destructivas. Ver a un personaje como el de Joan (Glenn Close) bajo la perspectiva del movimiento #MeToo resulta realmente chocante —y por supuesto, lo peor de todo es que este tipo de relaciones —este tipo de “amor”— todavía pueden encontrarse hoy en día, especialmente en países como el nuestro. Puede que “La esposa” se lleve a cabo en el año 1992, pero sus temas son extremadamente relevantes hoy en día.

Si todo esto suena un poco impreciso, es porque me resulta extremadamente difícil el escribir sobre “La esposa” sin revelar el gran giro narrativo. En todo caso, basta con decir que la relación entre Joan y su esposo, Joe (Jonathan Pryce), un famoso escritor que está a punto de recibir el Premio Nobel, parece estar, al menos en un inicio, basada en el cariño y el amor y el apoyo incondicional. Pero mientras la cinta va avanzando, nos muestra, tanto a través de sus interacciones como de flashbacks (en donde Joan y Joe son interpretados por Annie Starke y Harry Lloyd, respectivamente), que su matrimonio está basado en una dinámica torcida, inmoral incluso, en donde Joan es una víctima de abuso psicológico, resultado no solo de la cuasi sociopatía de su esposo, si no también de su bajo autoestima.

Se trata de un fascinante estudio de personaje en el que resulta muy fácil identificarse con Joan y odiar a Joe. El segundo es el narcisismo en persona, siempre dispuesto a llamar la atención, fingir sencillez, y agradecer a Joan cada vez que alguien le pide que de un discurso —esto último cobra un significado bastante más siniestro una vez que “La esposa” revela su giro narrativo principal, y convierte al personaje en la representación máxima de la conveniencia y el sexismo, y a Joan en una mujer con décadas de resentimiento guardado a punto de explotar. Sí, resulta realmente increíble el que se haya podido guardar tantos secretos y tanto odio por tanto tiempo, pero si estamos viendo esta historia en este momento, es porque sabemos que pronto le tocará explotar y mandar al diablo a su esposo.

La sensación de incomodidad e impotencia que la película crea es palpable; sabemos desde un principio que Joe no es la mejor de las personas, pero mientras la trama se va desarrollando, vamos comprendiendo que se trata de un ser despreciable, siempre dispuesto a engañar a su esposa con mujeres más jóvenes —autografiándoles nueces, por alguna razón— y regresar a ella, rogándole que lo perdonen, como tantas veces lo ha hecho antes. Es una relación tóxica, tanto a nivel personal como profesional, la cual ha tenido como resultado a dos hijos adultos, una relativamente sana (Alix Wilton Reagan) y uno con diversos problemas (Max Irons).

Este último, desgraciadamente, no llega a convencer del todo. El trabajo de Max Irons es plano, y las actitudes del personaje son bien de adolecerte resentido, lo cual resulta extraño, considerando que parece tener 30 años o más. Jonathan Pryce, por otra parte, destaca como Joe. Le otorga suficiente carisma como para que uno entienda por qué logra conquistar a tantas mujeres y agradar a tantos fanáticos, pero gradualmente va revelando la verdadera personalidad detrás de la máscara de autor exitoso. Se trata, pues, de un lobo con disfraz de oveja, y de un hombre que, literalmente, no sería nadie si no contara con su esposa. Harry Lloyd (“Juego de Tronos”) y Annie Starke (la hija de Glenn Close en la vida real) convencen como las versiones jóvenes de nuestros protagonistas.

Pero como deben imaginarse, quien verdaderamente se luce es Glenn Close, una de las mejores actrices de su generación. Interpreta a Joan como una mujer que ha ido acumulando resentimientos por décadas, y que ha ido dejando de lado la excusa original de sus actitudes para darse cuenta que, quizás, hubiera podido utilizar su vida de manera distinta, en vez de malgastar tanto tiempo ayudando a un esposo malagradecido. Se trata de una interpretación potente, a través de la que nos dice mucho sin siquiera tener que hablar; muchas secuencias incluyen planos de reacción de Close, en donde llegamos a entender lo que siente y lo que piensa de manera muy profunda. Siendo una actriz de excepcional carrera, algunos podrían considerar que este rol ni siquiera es de sus mejores, pero definitivamente es el que define los temas y el tono de la película.

“La esposa” es un drama correcto, el cual se ve beneficiado por el trabajo de Pryce, Lloyd, Wilton Reagan y, especialmente, la gran Glenn Close. No tiene demasiadas sorpresas, y personajes como el del escritor que está tratando de escribir la biografía de Joe (interpretado por un eficiente Christian Slater) se sienten un poco fuera de lugar, pero para quienes estén buscando una experiencia más tradicional, menos explosiva, y narrativamente efectiva, “La esposa” es una gran opción. Me encantaría que más películas de este tipo lleguen a nuestra cartelera; considerando lo inusual que es su presencia, las recomendaría que vayan a verla apenas puedan. Por ahí que logramos darle un potente mensaje a las distribuidoras.

 

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