La puerta secreta

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Muy de vez en cuando, la cartelera local nos sorprende con un estreno inesperado. Ese es el caso de “La puerta secreta”, una producción fantástica australiana, que salió directo a Sky en el Reino Unido, directo a Stan en Australia, y directo a MGM+ en los Estados Unidos, pero que ha sido estrenada en cines peruanos. Tiene sentido, supongo, considerando que la fantasía tiene su público en nuestro país, y luego de haberla visto, ciertamente agradezco que se hayan animado a traerla. No es ninguna obra extraordinaria, necesariamente, pero lo que sí hace “La puerta secreta” es entretener durante casi dos horas con una historia excéntrica e imaginativa, buenas actuaciones, y un sentido del humor sutil pero efectivo.

Patrick Gibson (“The OA”) interpreta a Paul Carpenter, un joven que vive en un mugroso apartamento en Londres con su mejor amigo, Neville (Ara Das), y que no parece tener un futuro muy brillante. Al comenzar la película, está intentando llegar a una entrevista de trabajo en un café, pero luego de varias coincidencias, termina llegando a una entrevista totalmente distinta. Es así que conoce a Humphrey Wells (Christoph Waltz), dueño de la empresa J.W. Wells, dedicada a… bueno, al inicio nadie le dice nada a Paul, solo que ha sido contratado, y que debe llegar al edificio principal todos los días a las nueve de la mañana. ¡Excelente, tiene trabajo! El problema es que no sabe qué es lo que tiene que hacer.

Al llegar, se da cuenta que tendrá que trabajar junto a Sophie (Sophie Wilde, de la perturbadora “Háblame”), una ambiciosa chica que ha llegado a J.W. Wells como parte de un programa de ascenso acelerado. Al inicio no se llevan bien, pero como se deben imaginar, poco a poco irán conociéndose mejor y desarrollando una relación más cercana. Pero lo importante es que Humphrey Wells ha traído a Paul a la empresa, dedicada a la manipulación de instintos, casualidades y almas humanas (sí, en serio) para que lo ayude a encontrar algo: una Puerta Portátil. Resulta que Paul tiene un talento innato para ENCONTRAR cosas, lo cual lo convierte en la persona perfecta para ubicar dicho objeto. Pero una vez que lo hace, se da cuenta de que las intenciones de Humphrey no son las que parecen, y que hasta su nueva amiga Sophie podría estar corriendo peligro.

A nivel básico, “La puerta secreta” (basada en la novela de nombre similar de Tom Holt) se parece a varias otras historias fantásticas para jóvenes lectores. Tenemos a un protagonista de características mundanas que es traído a un mundo fantástico y oculto; a tenemos a un interés amoroso inteligente y carismático; tenemos a un villano que se presenta inicialmente como amigo; e incluso tenemos poderes fantásticos y magia por doquier. Si uno describe el MUNDO de “La puerta secreta” de esa forma, podría sonar completamente soso y poco original. Pero felizmente, lo que hace la película es precisamente mezclar algunas ideas viejas y choteadas con toques de originalidad, como para que la experiencia no se torne demasiado previsible o redundante. No es “Harry Potter” (perdón por la comparación, pero el que se lleve a cabo en Londres y cuente con magos metidos en un mundo mundano hace que resulte casi inevitable), pero tampoco es algo completamente olvidable.

De hecho, el director australiano Jeffrey Walker hace un buen trabajo inyectándole un tono antojadizo y divertido a la historia, haciendo un buen uso de humor sutil y sarcástico para que se sienta atractiva. Evidentemente, el personaje de Paul es nuestra puerta (ja) a este mundo, el cual vamos describiendo junto a él, lo cual resulta en momentos de verdadera magia (ja otra vez) que me hicieron sentir, aunque sea brevemente, como un niño otra vez. Después de todo, el mundo de “La puerta secreta” está bien construido, con sus empresas manipuladoras y misteriosas, duendes que trabajan en secreto en túneles subterráneos, y magos que manipulan a la gente común y corriente y sus decisiones. La lógica interna es sólida —sin llegar a ser perfecta—, lo cual ayuda a que la premisa de “La puerta secreta” se sienta creíble.

Ayuda, además, que el diseño de producción sean extraordinario. Desde el vestíbulo principal de J.W. Wells, hasta las oficinas de dicho edificio, las habitaciones secretas de los duendes, un mundo alterno compuesto enteramente por puertas, y por qué no, un Banco de Muertos (tiene sentido dentro del contexto del filme), “La puerta secreta” hace un buen trabajo presentándonos conceptos mágicos y hasta medio abstractos de manera atractiva. Por otro lado, el trabajo de maquillaje es meramente cumplidor (lo cual sorprende, considerando que se trata de una producción de la Jim Henson Company), pero los efectos digitales, sin ser asombrosos, cumplen su cometido (destaca una montaje de en el que vemos a Paul y Sophie usando la Puerta Portátil para ir a diferentes lugares alrededor del mundo).

Y sí, eso es precisamente lo que hace dicha puerta: le permite a la gente ir a donde sea que se les ocurra, siempre y cuando sean ellos quienes la cierren. Es un concepto lleno de potencial, que sin embargo, fuera del montaje ya mencionado, no es del todo aprovechado. No sé si esto se debe a las limitaciones impuestas por el libro, o por el presupuesto del filme, pero simplemente siento que “La puerta secreta” puedo haber hecho muchísimo más con el objeto mágico del título. El hecho, además, de que la Puerta demore muchísimo en aparecer, no ayuda —la película se demora bastante en arrancar, introduciendo varios conceptos y personajes y relaciones durante un buen tiempo, haciendo que el espectador se llegue a preguntar: “ya, ¿pero cuándo sale la puerta mágica?”

El reparto hace bastante para compensar muchas de las deficiencias de “La puerta secreta”. Patrick Gibson está correcto como Paul, un protagonista inicialmente pasivo y hasta miedoso que, poco a poco, va descubriendo su potencial y sus poderes para convertirse en alguien más interesante y proactivo. La genial Sophie Wilde destaca como, bueno, Sophie, una chica ambiciosa y hasta fría, que poco a poco es ablandada por Paul (curiosamente, este vendría a ser su primer largo, y no “Háblame”, ya que fue estrenado antes de dicha cinta de terror en otros países). Christoph Waltz parece estar divirtiéndose como Wells, y actores de la talla de Sam Neill (actuando como borracho, lo cual eventualmente es explicado de manera sorprendente) y Miranda Otto (en un rol pequeño pero importante) ayudan a otorgarle algo de clase a la producción.

No creo que “La puerta secreta” vaya a tener el mismo éxito que otras producciones fantásticas basadas en libros para jóvenes. No ha tenido el suficiente marketing, y por lo que he podido averiguar, tampoco es que las novelas sean súper populares en países como el nuestro. Sin embargo, si se animan a darle una oportunidad, se encontrarán con una historia encantadora y divertida, que a pesar de incluir varios lugares comunes del género, algo de imaginación tiene, como para que no se sienta completamente redundante. Las actuaciones son todas de buen nivel (este es EL año de Sophie Wilde, después de todo), los efectos visuales cumplen, y en general, “La puerta secreta” logra manejar un tono divertido y excéntrico, el cual terminó por encantarme. Es una cinta como para ir a verla en familia y pasarla bien —ni más ni menos, pero tampoco es que haya buscado ser otra cosa.

Avance oficial:

70%
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