Mujercitas

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¿Cómo readaptar una novela del siglo 18 que ha recibido incontables versiones, tanto para la pantalla chica como la grande? ¿Cómo hacer que se sienta relevante y moderna, sin depender de anacronismos? ¿Y cómo hacer que no se sienta como un sermón, pero que a la vez transmita los mensajes de empoderamiento y feminismo que son tan importantes hoy en día? Puede que suene como una tarea —o varias tareas— casi imposible, pero felizmente, Greta Gerwig tiene la respuesta. “Mujercitas” es uno de los mejores dramas que he visto este año, una adaptación fresca y dolorosamente relevante de una novela que, quizás, no es la favorita de muchos, pero que ciertamente se convertirá rápidamente en un clásico cinematográfico. Impecablemente actuada y visualmente espectacular, se trata de la máxima demostración de los talentos de Gerwig como directora y guionista —y sí, me atrevería que es superior, incluso, a “Lady Bird”.

Una de las mejores decisiones tomadas por Gerwig está relacionada a la estructura de la historia. El filme comienza con Jo March (Saoirse Ronan) y sus hermanas como adultas, pero intercala dichas escenas con momentos de su adolescencia siete años atrás, contrastando los cambios que cada una ha sufrido a lo largo del tiempo. Se trata de un cambio magistral, ya que ayuda a enfatizar la caracterización de cada una de ellas por sobre la cronología de los eventos. Es a través de la comparación entre el presente y el pasado que vemos las diferentes maneras en que cada una de las hermanas March enfrenta sus problemas, y cómo el rol de la mujer es tratado —retado, incluso— en el siglo 19.

La Jo de Ronan, por ejemplo, es una mujer que siempre ha sido independiente; es una escritora de corazón, llena de historias en su mente, siempre dispuesta a ir en contra de lo que la mujer se supone tenía que hacer en aquella época. Esto se hace evidente en los flashbacks, por supuesto, pero es en las escenas del presente donde vemos a una Jo en conflicto. Sigue siendo una gran creyente en la independencia —nunca estuvo particularmente interesada en el matrimonio—, pero a la vez, se siente tremendamente sola, un sentimiento que explota en una conversación con su madre, Marmee (una espectacular Laura Dern). Su temperamento tampoco ayuda, pero su madre, aparentemente tranquila y feliz, le revela que ella misma ha estado molesta todos los días de su vida.

La Amy de Florence Pugh (genial, como siempre) es revaluada en esta adaptación. Mientras que muchas fanáticas de la novela terminan odiándola, en esta cinta es retratada de manera mucho más humana. Sí, en las escenas del pasado vemos que fue una adolescente bastante odiosa, hasta vengativa —consideren lo que hace con los textos de su hermana Jo cuando ésta decide no invitarla a una fiesta—, pero es en el presente donde Gerwig logra humanizarla, mostrándola como una artista innegablemente talentosa, pero que carece de aquel toque de genialidad que de repente la haría resaltar más, especialmente en una ciudad como París. Es una mujer que siempre se ha sentido como la sombra de su hermana mayor, y que está en busca de su lugar en el mundo. El contraste entre su vida de artista y la vida de Jo como escritora es de lo mejor que tiene el filme para ofrecer —son dos representaciones similares (pero a la vez, distintas) y muy precisas de lo que significa ser una persona creativa.

La Meg de Emma Watson, por su parte, es retratada como una mujer más convencional para la época, pero que sin embargo se rebela de maneras más sutiles. En vez de casarse con un hombre millonario, por ejemplo, se casa con alguien que verdaderamente ama. Lo cual, desgraciadamente, resulta en pobreza —“estoy contenta pero también cansada de ser pobre”, le dice a su esposo. Se trata de un conflicto menor en comparación a lo que sucede con Jo y Amy, pero funciona gracias a la caracterización —empática, sutil— de Meg, y al trabajo de Emma Watson quien, acento americano aparte, le otorga mucha humanidad al personaje. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de la Beth de Eliza Scanlan —enfermiza y casi siempre opacada por sus hermanas, tiene el menor desarrollo de las protagonistas. (Aunque su relación con el Mr. Laurence de Chris Cooper es inesperadamente tierna).

¿Y qué hay del Laurie de Timothée Chalamet? Pues brilla en las escenas del pasado, bailando y tomando y siendo, en términos generales —y a falta de una mejor descripción para el buen Timmy—, realmente encantador. Pero es durante la línea narrativa general donde resulta menos memorable, retratando al personaje como alguien lleno de potencial desperdiciado. Gentil, sí, y definitivamente enamoradizo, pero menos interesante que su versión adolescente. En todo caso, podría argumentarse que es una decisión consciente por parte de Gerwig —una demostración de cómo alguien puede cambiar drásticamente a lo largo de los años, transformándose en una versión apagada de sí mismo.

Fuera de las sublimes caracterizaciones de sus protagonistas y de las espectaculares actuaciones, lo más impresionante de “Mujercitas” es lo moderna que se siente. Quitándole toda la pompa y circunstancia que uno usualmente encuentra en las películas de época, Gerwig permite que sus personajes hablen como personas normales, haciendo que las versiones adolescentes de las hermanas March actúen como… bueno… adolescentes inmaduras y divertidas, e incluso resaltando los comportamientos casuales y naturales una vez que las vemos de adultas. No se siente anacrónico ni fuera de lugar —simplemente se siente como comportamiento humano normal, dejando de lado las actuaciones tiesas y teatrales de las adaptaciones anteriores de la novela. No se trata de un estilo tan radical como el que utilizó Sofía Coppola en “María Antonieta”, por ejemplo, pero ciertamente funciona para que uno pueda identificarse más rápido con los personajes.

Y es precisamente a través de los elementos anteriormente mencionados que Gerwig logra transmitir mensajes de independencia, feminismo y empoderamiento de manera sutil, sin hacer que la película se sienta como un sermón. De hecho, se podría argumentar que Gerwig está totalmente consciente de que no quiere sermonear —consideren, si no, las escenas entre Jo y el Sr. Dashwood (Tracy Letts), donde el segundo le dice a la primera que “la moralidad no vende hoy en día” (más meta imposible, por más que sea un diálogo extraviado directamente de la novela). O el final de la película, totalmente autoconsciente de lo romántico (o hasta imposiblemente romántico) que es. “Mujercitas” funciona porque utiliza una historia de hace más de doscientos años para retar los roles tradicionales de género de manera fresca y entretenida —tanto la comedia como el drama inherentes al guión de Gerwig sirven un propósito mayor, y no son incluidos de manera gratuita.

“Mujercitas” es de las mejores películas que he visto este 2019. Se trata de una historia clásica que no podría sentirse más relevante —un espectacular drama que mucho tiene que decir sobre el rol de la mujer, tanto en el siglo 19, como hoy en día. Protagonizadas por un excelente trío de actrices en sus mejores momentos —Saoirse Ronan, Florence Pugh, y sí, Emma Watson—, y elegantemente dirigida por Greta Gerwig, “Mujercitas” es de las mejores adaptaciones que se hayan realizado de la novela de Louisa May Ascott. Puede que recién se esté estrenando, pero estoy seguro que la más reciente película de Gerwig no demorará nada en convertirse en un clásico que todos y todas deberían ver —especialmente las chicas adolescentes.

 

Avance oficial:

90%
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