Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino

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El título que le han puesto en castellano no le hace ningún favor a la película. Pero siendo justos, algo como “Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile”, no solo es complicadísimo de traducir, si no que tampoco refleja de manera precisa lo que el director Joe Berlinger ha hecho con su primer filme de ficción desde la secuela de “La Bruja de Blair” (no se preocupen, esto es bastante superior a “El libro de las sombras”). “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” es una exploración de la relación que el infame asesino serial Ted Bundy (Zac Efron) mantenía con su prometida, Liz Kendall (Lily Collins), pero más importante, de la manera en que era percibo por la gente, y por ende, la razón por la que pudo cometer tantos crímenes terribles durante tanto tiempo.

Porque, por más que, a nivel dramático y narrativo, “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” sea meramente correcto, no hay duda de que el cásting de Zac Efron como Ted Bundy es prácticamente perfecto. Efron no tuvo que maquillarse ni engordar ni transformarse de ningún modo para interpretar al asesino de mujeres. De hecho, lo que hace es utilizar su fama de “chico bonito”, su musculatura y su carisma y su sonrisa, para convencer tanto a los demás personajes, como al espectador, de que sería capaz de manipular y mentirle a diversas personas para poder cometer sus crímenes. Viendo a Efron emular a Bundy de manera tan convincente —y por momentos, innegablemente perturbadora—, no resulta difícil comprender por qué fue que pudo matar a tan gente sin que nadie sospeche de él, e incluso escapar del encarcelamiento varias veces luego de ser acusado.

Curiosamente, “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” no decide mostrarnos los asesinatos a detalle; de hecho, fuera de un flashback durante el tercer acto, casi ni los vemos. Lo que Berlinger hace es mostrar a Bundy desde la perspectiva de su prometida, lo cual quiere decir que no vemos nada de su vida antes de conocerla; no nos enteramos de su infancia ni de su primer asesinato, y recién vemos a su madre casi al final de la película. Berlinger está interesado en el Bundy del momento; en cómo pudo engañar a seres queridos y mentir y manipular. Y quiere utilizar el carisma de Efron para sembrar una duda en el espectador, por más pequeña que sea, para que por momentos crea que de repente, él no es culpable. Que todos los están acusando injustamente y que podrá salir libre.

Evidentemente ese no es el caso, pero la interpretación de Efron es lo suficientemente sólida, como para que uno siempre tenga esa posibilidad en mente, por más inverosímil que esta sea. Adicionalmente, si uno ya sabe sobre Bundy, por más que solo haya leído su página de Wikipedia, el trabajo de Efron y sus interacciones con Liz y su hija terminan siendo incluso más perturbadoras. Después de todo, por más que se “pasee” a medio mundo y que utilice sus encantos y su sonrisa para conquistar mujeres, uno sabe que es un monstruo, y uno sabe que en cualquier momento podría hacerle daño a sus seres supuestamente queridos. Ver como Liz se autoodestruye mientras ve su proceso judicial en la televisión, y ver cómo Bundy manipula descaradamente a una supuesta “amiga” llamada Carole Ann (Kaya Scodelario), resulta verdaderamente angustioso.

Lamentablemente, en lo que se refiere a Liz, el filme no nos entrega nada más allá de su deterioro emocional. No es un personaje particularmente bien desarrollado —hasta se podría decir, más bien, que es el estereotipo de la esposa angustiada y preocupada, que recurre al alcohol para ahogar sus penas, y que se junta con un compañero de trabajo (Jerry, interpretado por Haley Joel “Veo gente muerta” Osment) para no sentirse sola. Lilly Collins no da una mala interpretación, pero no tiene mucho con qué trabajar. Por otro lado, del resto del reparto secundario, resaltan Kaya Scodelario como una suerte de habilitadora para Bundy, y el gran John Malkovich como el Juez encargado del famoso juicio de Florida, en donde Bundy fue declarado culpable, y enviado a morir a la silla eléctrica.

Si “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” funciona, es gracias a la excelente interpretación de Efron, y al hecho de que el material en sí es innegablemente fascinante. La película nunca llega a endiosar a Bundy, felizmente, ni a tratar de justificar su manera de actuar, pero no hay duda de que pudo haber profundizado mucho más en sus motivaciones. El juicio de Florida —el cual se lleva a cabo durante casi todo el tercer acto— es innegablemente intrigante, y la sección dedicada a mostrarnos las diversas maneras en que entraba y salía de las cárceles ayuda a que entendamos la envergadura de sus actos y de sus habilidades como maestro manipulador, pero el limitar la perspectiva de la historia a la de Bundy y Liz ciertamente hace que el producto final se sienta algo pequeño. Mostrar un poco más de su historia de trasfondo, y del proceso de investigación —fuera del último juicio— hubiera ayudado a convertir a “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” en una experiencia más rica y satisfactoria.

Sin embargo, no puedo decir que “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” sea una mala película. De hecho, gracias al trabajo de Efron, y al estilo de dirección de Berlinger —bien documentalezco (con cámaras en mano e imágenes de stock de la época), lo cual no debería sorprender, considerando su filmografía—, el filme funciona bastante bien. Lamentablemente, los personajes secundarios acartonados y mal desarrollados, y el limitado alcance del guión, hacen que “Ted Bundy: Durmiendo con el Asesino” no llegue a cumplir con todas las expectativas. Se trata, pues, de una drama meramente correcto, el cual demuestra las habilidades dramáticas nunca antes vistas de Zac Efron, y explora —de manera algo superficial— a un Ted Bundy mitómano, egocéntrico, y claramente monstruoso. De repente habrá que ver el documental de Netflix, “Conversations with a Killer: The Ted Bundy Tapes”, también de Berlinger, para encontrar algo un poco más complejo.

 

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