El Depredador

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A pesar de que ninguna de las secuelas ha logrado superar o siquiera igualar al clásico con Arnold Schwarzenegger, la franquicia de “Depredador” ha logrado, al menos, mantenerse en mejor estado que su contraparte más cercano: “Alien”. “Depredador 2”, con Danny Glover, a pesar de ser inferior a la primera entrega dirigida por John McTiernan, tiene sus momentos, y “Depredadores” logró ampliar el universo en el que se desarrollan estas películas, conservando sus sensibilidades para mayores de 18 años, y entregándonos una aventura sangrienta y un poco más enfocada en el aspecto fantástico de la historia.

Ahora, Shane Black —quien también actuó en la primera cinta— se ha encargado de traer a la pantalla grande una nueva secuela. Y aunque “El Depredador”, por momentos, trata de manejar el mismo tono que el filme original, lo mezcla con elementos muy propios de Black, siendo la mayoría de estos bastante cómicos. Esto resulta en un producto final innegablemente divertido, el cual, sin embargo, se siente bastante caótico e inconsistente. No esperaba reírme tanto en una película de la franquicia de “Depredador”; esto puede ser algo bueno o algo malo, dependiendo de cuáles sean las expectativas de cada uno en relación a la película.

Nuestro protagonista es Quinn McKenna (Boyd Holbrook), un francotirador experto que vive alejado de su familia —su esposa, Emily (Yvonne Strahovski) y su pequeño hijo genio, Rory (Jacob Tremblay)— mientras cumple con diversas misiones para el gobierno. Es precisamente en una de esas que tiene un encuentro con un Depredador, quien ha llegado a la Tierra en su nave con una misión muy particular. Las cosas no salen bien, pero Quinn sobrevive, razón por la cual es eventualmente capturado por una institución dedicada a la investigación extraterrestre, e interrogado.

Desgraciadamente para sus captores, Quinn le ha mandado a Rory el equipo del Depredador que encontró en su nave. Esto resulta —luego de una serie de eventos que no pienso revelar— en el arribo de un nuevo Depredador a nuestro planeta; más grande, más feo, y definitivamente más fuerte. Es por esto que la misión de Quinn, junto a una banda de soldados completamente dementes —el Nebraska de Trevante Rhodes, el Coyle de Keegan-Michael Key, el Baxley de Thomas Jane, el Lynch de Alfie Allen y el Nettles de Augusto Aguilera— y una bióloga muy interesada en los monstruos (Casey, interpretada por Olivia Munn), se convierte en algo muy simple: encontrar y matar a los Depredadores, antes de que causen más destrozos y muertes.

“El Depredador” comienza como lo que uno esperaría de una secuela de la película original con “Arnoldo”; el alienígena del título acaba con gente de la forma más sangrienta posible apenas llega a la Tierra, y las secuencias de acción son tensas y emocionantes. El personaje de Quinn es establecido de manera muy eficiente; hasta cierto punto, se parece un poco al Dutch de Schwarzenegger (tiene una gran reputación, y demuestra ser un excelente soldado), solo que con menos músculos. El antagonista principal (Traeger, interpretado por Sterling K. Brown) parece haber sido sacado de una cinta de acción de los 80s; es ambicioso, es despiadado, pero también muy inteligente.

Es cuando el resto del equipo es introducido por primera vez, sin embargo, dentro de un bus que se dirige al laboratorio donde Casey está trabajando, que la verdadera identidad de “El Depredador” se revela. Puede que la película esté llena de acción, y sea capaz de mostrar muertes verdaderamente brutales, pero todo este contenido para mayores de 18 años es mezclado con el característico sentido del humor de Shane Black (recordemos, si no, que este cineasta es responsable de filmes tan (oscuramente) hilarantes como “Kiss Kiss Bang Bang” o “The Other Guys”). Consideren, pues, a Coyle, quien no para de hacer chistes a lo largo de la película, o a Baxley, quien sufre del síndrome de Tourettes y grita malas palabras cada vez que puede.

Se trata de una yuxtaposición de humor y acción brutal que funciona de cuando en cuando —especialmente cuando Black utiliza humor negro—, pero que por momentos, también se siente bastante fuera de lugar. Algunas de las interacciones humorísticas entre personajes son bastante gratuitas —parecen haber sido incluidas porque sí, no porque ayuden con la caracterización de los personajes ni a avanzar la historia—, e incluso hay algunos momentos que resultan ser más chocantes que verdaderamente graciosos. La primera “Depredador” sabía cuando ser graciosa (de manera bastante sutil, dicho sea de paso) y cuando no; “El Depredador” prefiere ser chistosa la mayor parte del tiempo, incluso cuando el alienígena del título se pone a destripar y decapitar a medio mundo.

En todo caso, esto sirve para darle una identidad propia a la cinta, para que no se sienta como una secuela redundante o floja. De hecho, Black al menos trata de hacernos recordar a la primera cinta sin llegar a copiarla escena por escena; la banda sonora de Henry Jackman, por ejemplo, utiliza muy bien las piezas compuestas por Alan Silvestri para el primer filme, y un par de líneas de diálogo hacen referencia a cintas anteriores (el guión incluso admite que las visitas de los Depredadores se han ido haciendo más frecuentes). Puede que el humor no siempre funcione, pero “El Depredador” al menos logra sentirse como una película de Shane Black al 100%, no como una copia barata o cínica.

Aparte del Depredador común y corriente, tenemos a un nuevo alienígena en esta película, el cual se termina por convertir en el antagonista principal de nuestra banda de soldados locos. No se trata de una idea particularmente original, pero funciona en el contexto de esta historia. El hecho de que dicho monstruo ande suelto por la ciudad tampoco es muy novedoso —y sí, también llega a parar en el interior de un bosque—, pero el filme logra diferenciarse lo suficiente de entregas anteriores a nivel de personajes y de estructura narrativa, como para que esto no llegue a molestar demasiado. Los efectos visuales, por otra parte, son, en general, efectivos —los trajes de los Depredadores lucen muy bien, y las imágenes generadas por computadora, aunque inconsistentes en su calidad, nunca se ven horribles.

“El Depredador” es una secuela satisfactoria que resulta tanto previsible a nivel narrativo (aunque admito que la escena final, que se sintió más como una escena poscréditos al más puro estilo de Marvel, me sorprendió), como sorprendente (y hasta cuestionable) en lo que se refiere a tono y sentido del humor. Boy Holbrook es creíble como el protagonista, y algunos de los actores secundarios dan actuaciones realmente alocadas (especialmente Thomas Jane y Keegan-Michael Key) —Jacob Tremblay, por su parte, está muy bien, como siempre, aunque llama la atención su presencia (y el rol de su personaje) en una película como esta. “El Depredador” se mueve a buen ritmo y resulta bastante divertida, y a pesar de sus notables defectos, lo deja a uno con ganas de ver una secuela incluso más atrevida e inesperada.

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