[Festival de Cine de Lima 2018] Primas – Argentina/Canadá

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En tiempos como el nuestro, en los que el acoso, los abusos y las violaciones sexuales en todo tipo de contextos salen más a la luz, luego de años —o hasta décadas— de haber estado en las sombras, conocidos por muchos pero denunciados por pocos, documentales como “Primas” no podrían ser más relevantes, más potentes. Esta producción argentina-canadiense —tiene secciones grabadas tanto en Argentina como en Montreal— es una de las más emotivas y desgarradoras que haya visto en mucho tiempo, un valiente esfuerzo en el que vemos a dos chicas con pasados terribles tratando de salir adelante, de sanar contando sus experiencias cámara, utilizando sus cuerpos como herramientas de expresión propias. Se siente muy sincero y muy conmovedor.

Rocío y Aldana son primas. Al primera fue secuestrada, violada y quemada cuando tenía quince años, aproximadamente, mientras que la segunda fue abusada por su padre durante toda su infancia, algo de lo que se dio cuenta años después, un trauma que se hizo evidente al sentir que algo andaba mal, que había un oscuro secreto del que nadie parecía estar dándose cuenta. Son dos historias francamente desgarradoras, que resulta indignante pero, desgraciadamente, poco sorprendente, hayan sucedido en la misma familia. De hecho, la directora de “Primas”, Laura Bari, es tía de ambas, razón por la que el producto final se siente tan íntimo.

“Primas” está claramente dividido en dos. En la primera mitad, vemos a las dos chicas contando sus respectivas historias en paralelo. Las vemos crecer, las vemos tratando de aceptarse a sí mismas luego de haber pasado por procesos de extremo dolor y de aceptación. Vemos cómo Rocío anda por la playa pero sin descubrirse demasiado, ya que su piel —marcada por muchísimos injertos— no puede aguantar mucho solo; vemos cómo va creciendo, cómo se va relacionando con amigos, cómo consigue un novio. Pero vemos también como regresa a la clínica y habla son su doctor, y cómo trata de vivir un día a día normal con su familia, a pesar de que el estado “normalidad” es algo al que se demorará en llegar.

Algo similar vemos con Aldana. Vemos, también, como tiene un novio —filósofo, aparentemente— y vemos también como trata de vivir una vida normal, de congeniar con sus amigos y familia, y especialmente con Rocío. Pero más importante: vemos a ambas contando sus experiencias, cómo se sienten ahora y cómo se sentían antes, cuándo las heridas —físicas y emocionales— eran más recientes. Resulta conmovedor y sorprendente, por ejemplo, el saber que Rocío no lloraba, y no porque se consideraba como una chica fuerte; simplemente no lograba hacerlo. El trauma había creado algo innegablemente profundo en ella, que no le permitía reaccionar de la manera en que todos esperaban. Es algo que muchos jamás llegaremos a comprender, un proceso por el que ambas tienen que pasar a su propio ritmo, enfrentándolo como puedan.

Ahora bien, en la segunda mitad, considerablemente menos lograda, vemos cómo las primas viajan a Montreal para tomar clases de teatro, baile, canto, todo tipo de artes escénicas y físicas, lo cual se supone servirá para sanar las heridas, para superarse a través de la utilización de su propio cuerpo. Entiendo la intención —se trata de una premisa que, al menos en papel, suena bien— pero no termina de cuajar en la película. Se siente, a final de cuentas, como una solución demasiado repentina, como una terapia que rápidamente logra mejorar las vidas de estas chicas cuando, en la realidad, probablemente haya sido un proceso mucho más largo y engorroso.

Al ser “Primas” un documental, claramente esto se trata más de un defecto del largometraje en sí, que de lo que pasó en la vida real. En todo caso, no se trata de un erro particularmente grave; la historia de estas dos chicas es lo suficientemente fascinante, emotivo y honesto, como para que pueda superar cualquier desliz cometido por la directora a la hora de estructurar su largometraje. La introspección de ambas le permite al espectador realmente relacionarse con ellas, entender su lucha y sus deseos de superación, tratar de comprender por lo que han pasado, para que se den cuenta por qué es tan importante la lucha contra el feminicidio en cualquier país, en cualquier sociedad. No es un invento ni una exageración; no es una lucha ficticia de las “feminazis” (pero qué término más detestable). Se trata de algo muy real, y de algo que tiene que parar.

Vale la pena mencionar una escena que destaca de entre las demás. En ella, vemos a Rocío y a Aldana, sentadas en una cama, hablando cada una sobre lo que les pasó, tratando de sacar todo lo que tienen que adentro, por más que terminen en lágrimas, claramente afectadas por haber tenido que revivir eventos tan traumáticos. Se trata de una conmovedora secuencia que humaniza a sus protagonistas de una forma que pocas veces se ve en filmes de este tipo, y que dejará en lágrimas a más de un espectador. La franqueza de estas chicas, pero también la valentía, las ganas de abrirse de esa manera frente a cámaras en un esfuerzo de superación, de empoderamiento y de sanación, es francamente increíble.

“Primas” es un crudo documental que debería ser visto por la mayor cantidad de gente posible, un largometraje que demuestra un problema que no solo se ve en Argentina, si no también en países como el nuestro. Perú, después de todo, tiene una de las mayores tazas de feminicidio de América, lo cual me pase pensar en las incontables Rocíos y Aldanas que deben vivir aquí, sin poder contar sus historias, con medio a denunciar, sin poder hablar. Por más que flaquee un poco durante sus últimos treinta minutos, no hay duda de que “Primas” cuenta una potente historia de gran manera, y que sirve como un auténtico y honesto documental, pero también como un instrumento de denuncia y superación.

 

Avance oficial:

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