Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

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Y llegamos a la infame cuarta entrega. Spielberg, Lucas y compañía se demoraron, pero finalmente lograron estrenar “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” en mayo del 2008, y los resultados fueron… mixtos. Sí, la película recaudó un dineral —más de 700 millones de dólares en todo el mundo—, pero la recepción por parte de la crítica Y de los fans no fue la mejor. Muchos agradecieron el trabajo de Harrison Ford como Indy —impecable, como siempre—, pero varios se quejaron de la abundancia de efectos visuales digitales de calidad cuestionable, escenas poco creíbles, y por supuesto, los Aliens. Los benditos Aliens.

Lamento “spoilear” una película de hace más de quince años. Pero ahondaré en el tema de los Aliens más adelante.

El punto es que, con el beneficio de la compresión retrospectiva, y habiendo visto las primeras cuatro películas de Indiana Jones seguidas en poco más de una semana, resulta interesante comentar “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”. Se trata, pues, de la menor de las cuatro cintas; de un filme que no es tan horrendo como a muchos fanáticos les gustaría hacernos creer, y que contiene varios momentos brillantes, mezclados con otros… bastante flojos. Ciertamente se nota un cambio entre esta entrega y “La Última Cruzada”, como si algo hubiese cambiado en Spielberg, y en la forma en que ve a Indy y sus aventuras. Es una película de “Indiana Jones” a medias, pues, que igual resulta entretenida, pero que ciertamente pudo —y debió— ser mucho mejor.

“Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” comienza en los años 50, y luego de ser testigos de una suerte de “drag race” entre unos adolescentes y unos soldados —al más puro estilo de la genial “American Graffiti”, de George Lucas—, acompañamos a Indy (Ford) y su compañero, Mac (Ray Winstone) mientras son obligados por un grupo de comunistas rusos, liderados por la coronel Irina Spalko (Cate Blanchett) a buscar un misterioso objeto en el mismo hangar repleto de cajas que vimos al final de “Los Cazadores del Arca Perdida”. El cual, dicho sea de paso, está ubicado en el Área 51, porque obviamente —son los años 50, y como las cintas anteriores, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” hace referencia a la cultura popular del momento. La eventual presencia de los Aliens no debió sorprender a nadie.

Nuestros protagonistas y su captores terminan encontrando dicho objeto, pues, pero Indy logra escapar, viéndose obligado a buscar refugio en un pueblo falso utilizado para pruebas de bombas nucleares. Esto resulta en uno de los momentos más controversiales y parodiados de la película: Indy sobreviviendo a una explosión nuclear en el interior de una refrigeradora alineada con plomo —una idea de Spielberg y no de Lucas, contrario a lo que muchos pensaban. Luego de ser rescatado por las autoridades, Indy se encuentra con Mutt Williams —Shia LaBeouf—, y juntos viajan a Perú (¡!) en busca de su viejo amigo Oxley (John Hurt). Resulta que el experimentado colega de Indy está en busca de una Calavera de Cristal, la cual supuestamente cuenta con místicos poderes, en los cuales Spalko y el gobierno ruso están interesados. Lógicamente, Indy se ve obligado a detenerlos.

Ahora, muchos se quejaron de la utilización de los rusos como los antagonistas principales de la película. Sin embargo, considerando la época en la que se desarrolla la historia, y el hecho de que Spielberg ya no podía ver los Nazis como “villanos de caricatura” luego de haber dirigido “La lista de Schindler”, es algo que tiene sentido. Lo mismo con los Aliens. Su inclusión tiene sentido considerando que los años 50 estuvieron repletos de historias sobre OVNIs, rumores sobre el Área 51, y películas sobre marcianos y extraterrestres gigantes. Como los filmes anteriores, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” emula las modas de la época en la que la trama se lleva a cabo, honrando los orígenes “pulp” del personaje principal.

Nada de eso es un problema. Lo que causa problemas en la cinta, más bien, es una palpable falta de energía, y una extraña obsesión por explicarlo todo. En relación a lo primero, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” desgraciadamente carece de la sensación visceral de tensión tan presente en las tres películas anteriores —especialmente la primera. Consideren, por ejemplo, la persecución en el Amazonas, una secuencia de acción potencialmente emocionante, que sin embargo carece de tensión, adrenalina, o momentos de verdadero peligro. Todo se siente demasiado “seguro”, demasiado LIMPIO. De hecho, la pelea que mejor funciona en la película es el encuentro entre Indy y un Secuaz Ruso (Igor Zhizhikin), precisamente porque se siente más visceral y violenta. La muerte de dicho antagonista, por ejemplo —que involucra a un mar de hormigas gigantes— es de lo más memorable que tiene la película para ofrecer.

Y sobre lo segundo… digamos que una de las características más interesantes de las películas anteriores de Indy radicaba en el misterio. Nunca se nos explicó exactamente qué hizo el Arca de la Alianza con Belloq y sus secuaces, y eso estuvo bien. Tampoco cuál era la lógica exacta detrás de los poderes de las Piedras Sankara, o el Santo Grial. ¡Excelente! Por su parte, los personajes en “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” tratan de dar mil explicaciones sobre los eventos de la cinta. Hablan sobre los poderes magnéticos de la Calavera, mencionan que le puede leer la mente a las personas, luego dicen que le pertenece a Aliens que le enseñaron a civilizaciones antiguas a irrigar y cosechar, y finalmente, explican que no son Aliens tradicionales, si no más bien seres interdimensionales. Es demasiado, y hace que la trama se sienta enredada, quitándole mucho del misticismo y misterio que tanto necesitaba.

No obstante, como ya se ha dado a entender, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” cuenta con algunos momentos brillantes que ponen en evidencia un poco de la clásica Magia (™) de Spielberg. Me encanta el inicio, por ejemplo, desde la carrera con los adolescentes cincuenteros, hasta las interacciones entre Indy y los rusos dentro del Área 51. La escena del refrigerador es absurda, pero al menos concluye con una imagen verdaderamente potente: Indy, en silueta, frente a una gigante explosión nuclear. Una persecución con motos y carros dentro y fuera de la universidad donde trabaja Indy funciona gracias a su limitado uso de efectos visuales digitales. Y la película cuenta con algunos momentos de honestidad emocional, como cuando Indy y el Dean Stanforth (Jim Broadbent) hablan sobre el paso del tiempo, y sobre como ahora están en una época en la que la vida “les quita cosas en vez de dárselas”. Es potente, y la película se hubiese beneficiado de más momentos igual de introspectivos.

Imposible escribir sobre “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, por otro lado, sin mencionar a los personajes secundarios. Sé que Shia LaBeouf estaba “de moda” en la década pasada, pero “castearlo” como el Hijo de Indy (lo sé, lo sé, “spoilers”, ¡pero la película tiene más de quince años!) es una decisión francamente inexplicable. No es que LaBeouf sea un mal actor, pero ponerlo al costado de Harrison Ford es injusto, y especialmente porque Mutt es caracterizado como un “falso rudo”; como un chico inseguro que se quiere hacer el agresivo para esconder sus debilidades. Por otra parte, siempre defenderé a la Irina Spalko de Cate Blanchett. Se me hace una villana igual de memorable que cualquiera de los anteriores, por más de que las escenas en donde trata de usar sus “poderes” psíquicos no funcionen del todo. Y aunque me parece que Ray Winstone es un buen actor, acá está completamente desperdiciado —de hecho, tanto él como el legendario John Hurt cuentan con papeles bastante ingratos. El primero no tiene mayor efecto en la trama, y el segundo se pasa la mayor parte de la película actuando como un loco.

Ahora bien, al ser la primera película de “Indiana Jones” del siglo veintiuno, “El Reino de la Calavera de Cristal” mezcla sets reales y actores de carne y hueso con efectos visuales digitales… con resultado mixtos. Desgraciadamente, la película se termina sintiendo muy “de interiores”, usando demasiados sets con fondos de pantalla verde, en vez de locaciones reales. Las otras tres entregas fueron grabadas en varios lugares del mundo —la producción de esta se quedó en los Estados Unidos, lo cual se hace particularmente evidente en las escenas situadas en Perú y el Amazonas (pista: nunca vinieron a grabar por estos lares). Y aunque el uso de efectos visuales por computadora no es algo que esté mal “por default”, el trabajo de ILM en “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” es, al igual que todo en la película, mixto. El filme cuenta con imágenes impactantes —la bomba atómica, la nave yéndose de la jungla—, pero también con varios momentos de videojuego de PlayStation 3 —la selva digital, Mutt columpiándose con monos, y planos con fondos Chroma poco creíbles.

Nada de esto se ve beneficiado por la dirección de fotografía del usualmente excelente Janusz Kaminski. Las tres primeras películas fueron fotografiadas por el legendario Douglas Slocombe, y cuentan con una estética sucia, llena de texturas, que les brindan un “look” creíble y cercano. Lo que Kaminski y Spielberg parecen haber querido hacer con “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, más bien, es homenajear al cine y la estética de los cincuentas, con una imagen más bien brillosa, llena de “lens flares” y por momentos demasiado sintética. Esto funciona al inicio, en las secuencias que se llevan a cabo en el desierto o en la ciudad, pero una vez que nos vamos a la selva… no hace más que combinar con los efectos digitales para otorgarle una apariencia demasiado plástica al filme. Es una pena.

Sé que he sido bastante negativo, pero resulta imposible no serlo cuando se compara a “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” con cualquiera de las entregas anteriores de la saga. No, no es una película aburrida, y ciertamente cuenta con momentos memorables, entretenidos y hasta graciosos. Pero también se trata de una experiencia algo desinflada, que carece de la tensión visceral y energía de los otros tres filmes, y que por momentos abusa de efectos visuales de mediana calidad. Es una producción que se siente MUY del año 2008, pero no siempre en el mejor de los sentidos —pensar que Spielberg consideró que Shia LaBeouf podría convertirse en el sucesor de Ford es simplemente ridículo.

Y bueno, súmenle a todo lo anterior una cuestionable representación de la cultura peruana (por alguna razón, el gran John Williams decidió componer música mexicana para la escena que se lleva a cabo en Nazca, quizás el único gran error de su carrera musical), y de las culturas preincaicas en general (el filme parece concordar con el “History Channel” al decir que los Aliens fueron responsables de mucho de lo que hicieron las culturas antiguas americanas), e “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal” termina siendo, efectivamente, la entrega más flojita de la saga. Un filme, pues, que por momentos pone en evidencia la Magia (™) de Spielberg, y que definitivamente no es HORRIBLE, solo… decepcionante. Felizmente “El Dial del Destino” terminó siendo una mejor despedida para el famoso arqueólogo interpretado por Harrison Ford. Con esta no podíamos terminar.

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